“Lección 10 — Material de preparación para la clase: Seguir el ejemplo de sumisión de Jesucristo“, Jesucristo y Su evangelio sempiterno: Material para el maestro, 2023
“Lección 10 — Material de preparación para la clase”, Jesucristo y Su evangelio sempiterno: Material para el maestro
Lección 10 — Material de preparación para la clase
Seguir el ejemplo de sumisión de Jesucristo
¿Puedes pensar en alguien que forme parte de tu vida y sea “sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre” (Mosíah 3:19)? Estos atributos cristianos están al alcance de cualquiera de nosotros, si los buscamos. El Salvador es el ejemplo perfecto de la sumisión a la voluntad del Padre Celestial. A medida que estudies, medita sobre la importancia de la siguiente declaración del presidente Ezra Taft Benson: “Los hombres y las mujeres que entreguen su vida a Dios descubrirán que Él puede hacer mucho más con sus vidas que lo que ellos mismos pueden hacer” (“Jesus Christ—Gifts and Expectations”, Ensign, diciembre de 1988, pág. 4).
Sección 1
¿Cómo pueden la humildad y la mansedumbre darme poder?
Algunas personas creen que la humildad es una señal de debilidad; tal vez piensen que las personas humildes son temerosas y tímidas. Sin embargo, estas palabras no describen a Jesucristo, quien es el ejemplo perfecto de humildad y mansedumbre.
Considera algunos ejemplos de la fortaleza, el valor y la audacia del Salvador: Él declaró con confianza Su verdadera identidad, aun cuando eso pusiera Su vida en peligro (véase Juan 8:54–59); purificó el templo con osadía cuando estaba siendo profanado (véanse Mateo 21:12–13; Juan 2:14–17); defendió valientemente a los oprimidos (véanse Juan 8:1–11; Marcos 2:14–17), y no mostró temor ante las acusaciones y las críticas (véanse Mateo 16:1–12; Lucas 20:19–26).
¿Cómo puede la humildad conducir a más poder y fortaleza personales? Aprendemos que ser “humilde es reconocer con agradecimiento nuestra dependencia del Señor y comprender que tenemos la necesidad constante de recibir Su apoyo […].
“Durante Su ministerio terrenal, [Jesucristo] siempre reconoció que Su fortaleza derivaba de Su dependencia del Padre. Él dijo: ‘No puedo yo hacer nada por mí mismo […], no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió’ (Juan 5:30)” (Temas del Evangelio, “Humildad”, topics.ChurchofJesusChrist.org).
La humilde sumisión del Salvador a la voluntad de Su Padre también está relacionada con Su mansedumbre (véase Mateo 11:29). El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
La mansedumbre es un atributo que caracteriza al Redentor y se distingue por una justa receptividad, una sumisión voluntaria y un firme autocontrol […].
El Grandioso Redentor, aquel que “descendió debajo de todo” [Doctrina y Convenios 88:6] y sufrió, sangró y falleció para “limpiarnos de toda maldad” [1 Juan 1:9], tiernamente lavó los pies polvorientos de Sus discípulos [Juan 13:4–5]. Tal mansedumbre es una característica distintiva del Señor como siervo y líder.
Jesús proporciona el máximo ejemplo de receptividad justa y de sumisión voluntaria al sufrir intensa agonía en Getsemaní.
“Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo [a Sus discípulos]: Orad para que no entréis en tentación […];
“y puesto de rodillas oró,
“diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” [Lucas 22:40–42].
La mansedumbre del Salvador en esa experiencia eternamente esencial y sumamente dolorosa nos demuestra a cada uno la importancia de poner la sabiduría de Dios por encima de nuestra propia sabiduría (“Mansos y Humildes de corazón”, Liahona, mayo de 2018, págs. 32–33).
Sección 2
¿De qué manera el hacer y guardar convenios me ayuda a cumplir la voluntad de Dios?
Al reflexionar sobre tu vida, tal vez te preguntes cómo puedes llegar a ser humilde y manso como el Salvador. Afortunadamente, Jesucristo nos mostró cómo podemos someter nuestra voluntad a Dios.
Al comienzo de Su ministerio, Jesús acudió a Juan el Bautista para recibir la ordenanza del bautismo. Al principio, Juan vaciló, diciendo: “… Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”. Jesús le dijo a Juan que eso era lo correcto para que pudieran “cumplir toda justicia” (véase Mateo 3:13–17). Considera la posibilidad de ver “El bautismo de Jesús” (2:54) para ampliar tu estudio de este relato.
El someternos a la ordenanza del bautismo nos coloca en la senda de los convenios. Cuando caminamos por esta senda, nos esforzamos por guardar los mandamientos y, por lo tanto, nos someternos a la voluntad de Dios. El presidente Russell M. Nelson enseñó esto sobre la senda de los convenios:
Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él y luego guardar esos convenios abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espiritual que están al alcance de hombres, mujeres y niños en todas partes (“Al avanzar juntos”, Liahona, abril de 2018, pág. 7).
Sección 3
¿Qué puedo hacer para permitir que Dios prevalezca en mi vida?
En las Escrituras, y en la actualidad, al pueblo del convenio del Señor a menudo se lo llama la casa de Israel. El presidente Nelson enseñó:
[A]prendí que uno de los significados hebreos de la palabra Israel es “que Dios prevalezca”. Por consiguiente, el nombre mismo de Israel se refiere a una persona que está dispuesta a dejar que Dios prevalezca en su vida. ¡Ese concepto me conmueve el alma!
La palabra dispuesta es crucial para esta interpretación de Israel. Todos tenemos nuestro albedrío […]; podemos optar por dejar que Dios prevalezca en nuestras vidas, o no; podemos optar por dejar que Dios sea la influencia más poderosa en nuestras vidas, o no […].
¿Estás dispuesto a permitir que Dios sea la influencia más importante en tu vida? ¿Permitirás que Sus palabras, Sus mandamientos y Sus convenios influyan en lo que haces cada día? ¿Permitirás que Su voz tenga prioridad sobre cualquier otra? ¿Estás dispuesto a permitir que todo lo que Él necesite que hagas tenga prioridad sobre cualquier otra ambición? ¿Estás dispuesto a que tu voluntad sea absorbida en la de Él? (“Que Dios prevalezca”, Liahona, noviembre de 2020, págs. 92, 94).
De las Escrituras y de la vida de discípulos actuales podemos aprender acerca de las oportunidades, los desafíos y las bendiciones que se reciben cuando decidimos dejar que Dios prevalezca en nuestra vida.
Al pensar en tus esfuerzos por permitir que Dios prevalezca en tu vida, considera el siguiente testimonio de la presidenta Bonnie L. Oscarson, quien fue Presidenta General de las Mujeres Jóvenes:
Testifico que hay grandes bendiciones reservadas cuando también estamos dispuestos a decirle al Padre: “No obstante, hágase tu voluntad” [véase Doctrina y Convenios 109:44] y alineamos nuestra voluntad con la del Señor […]. Esa es la prueba de la vida. A medida que lleguemos a ser mejores en hacer esto, hallaremos más felicidad, más capacidad para recibir revelación personal, más habilidad para servir a las personas que nos rodean, más ayuda para afrontar las pruebas y un carácter más semejante al de Cristo (“Leaders Address Importance of Conversion at BYU Women’s Conference”, 9 de mayo de 2017, LaIglesiadeJesucristo.org).