2015
La cosecha del domingo
Septiembre de 2015


La cosecha del domingo

Desire Koami Gbedjangni, Togo, África Occidental

Illustration depicting a foot tripping over a clump of weeds.

Izquierda: ilustración por Richard Mia; derecha: ilustración por Allen Garns.

Hace unos años, justo antes del fin de semana de Pascua de Resurrección, llovió toda una semana. Había estado en Benín, África Occidental, pero volví a casa, en Togo, para pasar la Pascua. El día que llegué, el sábado, no llovió; sin embargo, esa noche comenzó a llover otra vez.

Sabía que las reuniones dominicales comenzaban a las nueve de la mañana, pero, dado que había llovido tanto y yo acababa de llegar, decidí que era demasiado temprano para mí.

Pensé: “Llegaré un poco tarde a la Iglesia; iré allá a las diez de la mañana”. Entonces fui a visitar a mi hermano. “En lugar de ir a la Iglesia a las nueve”, le dije, “¿por qué no vamos al terreno que está junto a mi casa?”.

Fuimos, y al llegar, notamos que la tierra estaba bien mojada debido a la lluvia. Me dije: “Es domingo y vamos a esperar hasta las diez para ir a la Iglesia. ¿Por qué no plantar unos frijoles antes de irnos?”.

Así que, mi hermano y yo plantamos una pequeña parcela de tierra de unos 6 m2. Después fuimos a la Iglesia, una hora tarde. Al día siguiente, fuimos a un pueblo cercano donde tengo otro terreno. Ahí plantamos maíz y más frijoles.

Dos meses después, cuando volví a casa de nuevo, fui a ver la pequeña parcela junto a mi casa. Estaba vacía, salvo por un pequeño macizo de mala hierba en el que me tropecé al caminar hacia el campo. Me dije a mí mismo: “¡Plantamos frijoles aquí el domingo de Pascua!”.

De todas las semillas que plantamos, lo único que creció fue un macizo de mala hierba. Sin embargo, los frijoles y el maíz que plantamos en el otro terreno el lunes después de la Pascua de Resurrección crecieron muy bien. Desde esa ocasión, todo lo que hemos plantado en el terreno junto a mi casa ha crecido de forma normal.

Yo no había guardado el día de reposo ese domingo de Pascua y me tropecé en la mala hierba para que me recordara que no lo guardé. Desde entonces, he recordado que no puedo hacer lo que me plazca en el día del Señor. Ahora siempre recuerdo santificar el día de reposo.