Cómo arrepentirse de verdad
De un discurso pronunciado en la Conferencia General de octubre de 2011.
El arrepentimiento es un tema extenso, pero quisiera mencionar sólo cinco aspectos de este principio fundamental del Evangelio que espero sean de ayuda.
Primero: La invitación a arrepentirse es una expresión de amor. Cuando el Salvador “comenzó… a predicar y a decir: ¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!” (Mateo 4:17), era un mensaje de amor, invitando a todo el que estuviera dispuesto a cumplir los requisitos a unirse a Él “y gozar de las palabras de vida eterna en este mundo, y la vida eterna [misma] en el mundo venidero” (Moisés 6:59). Si no invitamos a otras personas a cambiar o si no nos exigimos a nosotros mismos el arrepentimiento, no cumplimos un deber fundamental que tenemos el uno hacia el otro y hacia nosotros mismos.
Segundo: Arrepentirse significa esforzarse por cambiar. Sería una burla al sufrimiento del Salvador por nosotros en el Jardín de Getsemaní y en la cruz esperar que Él nos transformase en seres angelicales sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Más bien, procuramos Su gracia para complementar y premiar nuestros esfuerzos más diligentes (véase 2 Nefi 25:23). El verdadero arrepentimiento, el verdadero cambio, quizás requiera repetidos intentos, pero hay algo refinador y santo en ello.
Tercero: Arrepentirse significa no sólo abandonar el pecado, sino también comprometerse a obedecer. En el Diccionario Bíblico en inglés leemos: “El arrepentimiento significa entregar el corazón y la voluntad a Dios, [así como] renunciar al pecado al que, por naturaleza, tenemos inclinación” (“Repentance”). Para que nuestra entrega al Señor sea total, debe incluir nada menos que un convenio de obediencia a Él.
Cuarto: El arrepentimiento requiere un serio propósito y el deseo de perseverar, aun en medio del dolor. Tratar de crear una lista de pasos específicos del arrepentimiento puede ser útil para algunos, pero también puede conducir a cumplir esos pasos de forma mecánica para eliminarlos de la lista sin que haya un verdadero sentimiento ni se produzca un cambio; el arrepentimiento sincero no es superficial. El Señor especifica dos requisitos fundamentales: “Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará” (D. y C. 58:43).
Quinto: Sea cual sea el costo del arrepentimiento, se consume en el gozo del perdón.
Con agradecimiento reconozco y testifico que el sufrimiento incomprensible, la muerte y la resurrección de nuestro Señor “…llevan a efecto la condición del arrepentimiento” (Helamán 14:18). El don divino del arrepentimiento es la clave de la felicidad aquí y en el mundo venidero. Citando las palabras del Salvador, y con gran humildad y amor, invito a todos a “[arrepentirse], porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Sé que al aceptar esta invitación hallarán gozo tanto ahora como por la eternidad.