Perfiles de jóvenes adultos
Una cultura de fe en Guatemala
Merci Arens considera que es más fácil defender sus normas cuando cuenta con el apoyo de amigos que comparten esas mismas normas.
La Iglesia ha florecido en Guatemala desde su llegada al país hace sesenta y ocho años. Guatemala es un país de gran riqueza forestal y una cultura maya muy diversa. A pesar de su belleza, Guatemala suele caracterizarse por su pobreza y conflictos políticos, lo cual no significa que sea un país pobre espiritualmente. Merci Arens, una joven de 25 años de la Ciudad de Guatemala, se siente bendecida por vivir en un país donde, en gran medida, las personas toleran y aceptan las diferentes religiones. “Una de las características clave de la cultura guatemalteca es que somos un pueblo religioso por naturaleza”, dice. “La cultura y el entorno son muy hospitalarios y vibrantes”. Dicho esto, no siempre es fácil encontrar amigos con las mismas creencias.
“Mis normas les parecen radicales a las personas del trabajo y de la universidad que nunca han oído hablar del mormonismo”, dice. Eso no desanima a Merci, que recalca la importancia de estar activa en los llamamientos y las actividades de la Iglesia. “Cuando voy a las actividades, socializo para establecer relaciones con personas que, fundamentalmente, tienen mis mismas metas y principios”. Ella ha descubierto que tener amigos con los que compartir experiencias espirituales ha contribuido al fortalecimiento de su testimonio. Gracias a esas amistades, Merci también ha encontrado una bendición inesperada. “He descubierto que el salir con jóvenes del sexo opuesto es más fácil porque salgo con amigos a los que he visto en situaciones diversas, lo cual me permite conocerlos de una manera más natural”.
Merci admite que, en ocasiones, se siente presionada a casarse; sin embargo, ella se aferra a la certeza que tiene en su corazón de que todo está y saldrá bien. “Anhelo encontrar a un compañero que, a través de nuestra relación, me ayude a acercarme más a Dios y así, juntos, construir una familia eterna”.
De todas las bendiciones que ha recibido Merci hay una en particular que sobresale para ella: “Perdí a mi madre cuando tenía quince años, y con su fallecimiento tuve un montón de preguntas. Sin embargo, esas preguntas y las respuestas que recibí han dado forma a mi vida”. Mediante la oración sincera, Merci ha sido capaz de recibir el consuelo de que un día podrá darle a su madre el mismo tipo de abrazos que ella le dio cuando era pequeña. “La verdad del Evangelio ilumina mi vida y mis actividades cotidianas”, dice. “Sé que estoy conectada al amor divino de Dios y eso hace que me sienta realizada en todos los aspectos”.