Cómo llegué a saberlo
El tomar decisiones correctas
A los 16 años aprendí a seguir el consejo de los líderes y prestar atención en las clases. Los jóvenes son tentados de muchas maneras, pero si aprenden a escoger buenos amigos a actuar rectamente y a no desperdiciar el tiempo en redes sociales, comienza un cambio que se produce por los pequeños actos de fe diarios que hacemos.
Mi maestra de Mujeres Jóvenes, un domingo nos pidió que esa semana trabajáramos en el Progreso Personal y así lo hicimos con mi prima Lilian. Gracias a eso comencé a leer el Libro de Mormón, a vestirme modestamente y a tener metas para mi futuro. Hubo retos que aprendí a sobrellevar, yo era la único miembro de la Iglesia de mi familia directa, pero con el tiempo esos retos me hacían ser más fuerte. Reconocí que había cosas que no me permitían estar cerca del Señor.
En la Biblia aprendemos que no debemos unirnos en yugo desigual así que terminé con un noviazgo de un joven no miembro, ya que el noviazgo es preparación para el matrimonio. Y a ese punto él no me llevaría a sellarme en el templo y no es lo que yo deseaba y era lo correcto.
Comencé a confiar más en el Señor y enfocarme en mis metas futuras. Las cinco metas que nos pusimos con mi prima fueron:
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Ganarme el medallón de la mujer virtuosa
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Servir en una misión de tiempo completo
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Graduarme
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Sellarme en el templo
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Tener muchos hijos
Comprendí mi propósito y mi valor y aprendí que puedo ayudar mucho en la obra del Padre si soy obediente. Serví en una misión en Costa Rica, un tiempo inigualable y maravilloso donde aprendí a conocer y amar al Salvador y a Sus hijos y a probar un poco de la Expiación que Él pagó por mí.
Cuando regresé de la misión no fue fácil el retorno a la vida cotidiana, pero seguí esforzándome en las metas que aún me faltaban. Salí en citas con algunos jóvenes misioneros retornados, pero cuando oré en el templo la respuesta fue “no ha llegado aún”. No encontraba una oportunidad de trabajo así que decidí irme a Guatemala a estudiar inglés, justo un día antes de salir me llamaron por una oportunidad, pero ore y sentí fuertemente que debía prepararme mejor así que me fui a estudiar inglés a Guatemala. El Señor tenía otros planes para mí que yo no sabía.
Comencé mis estudios y después de una semana de clases ya había hecho muchos amigos. Había un joven que no me había hablado ni yo a él, un día en el bus se acercó y comenzamos a platicar, me cayó muy bien porque era muy divertido. Después de una semana sentí el deseo de ir al templo porque era mi costumbre ir cada semana de obrera, pero en Guatemala no sabía cómo llegar al templo. Un día envié una nota a Nefi (el joven con el que no hablaba al principio) preguntándole si podía acompañarme al templo. Ese día oré, pidiendo que, si la respuesta de él era sí, esa sería la señal de que era un buen chico para mí. Me contestó que sí, así que nos dispusimos a ir juntos al templo. Fuimos al templo un sábado y justo antes de entrar él me preguntó cuál era el motivo por el que vine al templo. Yo me puse de color de tomate y le dije que vine a preguntar si él era la persona con quien debía casarme. “¿Y usted?”, pregunté, “yo igual”, fue su respuesta, así que entramos al templo.
Al terminar de orar en el Salón Celestial, abrí mis ojos y Nefi ya no estaba; “ni modo”, pensé, “tuvo una respuesta diferente a la mía”. Así que salí del salón y me vestí para salir del templo. Al salir del templo él me estaba esperando en el jardín, y antes de que yo pudiera preguntarle algo se adelantó y él preguntó primero. “¿Cuál fue su respuesta?”
“Yo sentí que sí”, contesté, “¿y usted?, pregunté, “yo también”, me dijo. Me pidió ser su novia y acepté y un mes después me pidió ser su esposa. Luego de tres meses de noviazgo nos casamos y nos sellamos en el templo.
Yo sé que cuando confiamos en el Señor y decidimos guardar y cumplir los mandamientos, Él cumple nuestros deseos y responde las oraciones siempre y cuando busquemos hacer Su voluntad con fe. Me sellé con un joven fiel y eso fue lo que me enamoró de él (a pesar de que para mí es guapo también). No fue la belleza física lo que me cautivó sino su espíritu y la luz que irradiaba. Ya que cuando éramos novios leíamos, orábamos, ayunábamos y ya asistíamos a la Iglesia y al templo juntos, todo eso nos fortaleció y unió y nos ayuda hoy con nuestros dos hijos pequeños a tener una simiente firme y ser felices.
A los que tengan temor de casarse debo decirles que no teman, tengan fe. No hay una persona perfecta, solo valoren sus esfuerzos y que sean fieles y pongan en primer lugar al Señor, de esa manera serán felices y crecerán juntos.