Nuestro hogar, nuestra familia
Esforzándome por ser una madre inteligente y noble
La autora vive en Metro Manila, Filipinas.
Me resultaba difícil encontrarle sentido a la maternidad, hasta que un viejo diario personal cambió mi perspectiva.
Siempre he querido contribuir mucho a la ciencia. Durante mis estudios universitarios en la Universidad Brigham Young–Hawái, el Dr. Douglas Oba, un profesor muy motivador, me dio a conocer el mundo de la biología molecular y la biotecnología, y me capacitó en él. Incluso tuve la oportunidad de trabajar en el laboratorio molecular de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, EE. UU., durante una pasantía de verano.
Cuando regresé a las Filipinas, encontré empleo en el Laboratorio de Análisis de ADN de la Universidad de las Filipinas. Entre los puntos destacados de mi carrera se encuentran trabajar en diferentes proyectos comunitarios, participar en capacitaciones y conferencias, y haber obtenido el reconocimiento de comunidades científicas locales e internacionales por mis publicaciones científicas. También comencé estudios de posgrado. Me sentía plena en mi nueva carrera.
Después de dos años de trabajo, me casé en el templo con mi amigo de la infancia. Poco tiempo después nació nuestro primer bebé, y por primera vez me vi en dificultades. No sabía cómo hallar el equilibrio entre el cuidado del bebé, pasar tiempo con mi esposo, estar al día con las clases de mi programa de posgrado, realizar proyectos y ensayos en el trabajo y cumplir con los llamamientos de la Iglesia. Hablé con mi esposo acerca de mis dificultades y, con mucho tacto, me sugirió que considerase abandonar mi carrera. Su consejo me pareció sabio, pero aún no estaba lista para renunciar a mi vida profesional.
Cuando estaba embarazada de nuestro segundo hijo, comencé con trabajo de parto prematuro, por lo que tuve que hacer reposo absoluto. Finalmente me di cuenta de que no podía hacer todo a la vez. Sabía que tenía que tomar la decisión que fuera la mejor para mi familia y para mí. Después de mucha meditación y ayuno, decidí abandonar mi trabajo científico y dedicarme a mis hijos a tiempo completo.
Toda mi vida había planificado ser madre, pero nunca me había dado cuenta del sacrificio que supondría esa decisión. Hacía mi mejor esfuerzo por mantener una actitud positiva, pero a menudo me sentía triste por haber abandonado mi carrera y el programa de posgrado. Oraba a mi Padre Celestial en busca de fortaleza espiritual para cumplir de todo corazón mi función de madre. Mi esposo escuchaba pacientemente mis preocupaciones; me alentó a escribir mis pensamientos y sentimientos en mi diario personal, el cual hacía mucho tiempo que no había podido actualizar debido a mi apretada agenda.
Un día, mientras mis hijos dormían, decidí hojear mis viejos diarios personales. Mientras los revisaba, me impresionó lo mucho que había escrito cuando era jovencita y joven adulta soltera en cuanto a mi gran deseo de ser mamá. Una declaración en particular me conmovió: “Me esforzaré por sobresalir en mi aprendizaje académico y espiritual a fin de poder ser una mamá inteligente y noble para mis hijos”.
¡Esa iluminación era lo que yo más necesitaba! Sentí que el Espíritu me testificaba que había tomado la decisión correcta para mi familia. Me di cuenta de que mis estudios y experiencia laboral no eran solo para mi beneficio, sino también para el de mis hijos. Fue una renovación de mi testimonio y perspectiva eterna de la maternidad.
Fui ama de casa por cinco años. Al final, terminé mis estudios de posgrado y volví a trabajar cuando mis hijos eran un poco mayores. Sigo aprendiendo a equilibrar mi limitado tiempo para cumplir con mis deberes en el trabajo, en el hogar y en la Iglesia, pero sé que todo se puede con la ayuda del Señor. Continúo adquiriendo valiosas experiencias en el “laboratorio de la vida” y hallo gozo y sentido en la maternidad.