El fútbol y los domingos
En Alemania, el fútbol es el deporte más popular. Mi papá me apuntó a un club de fútbol cuando yo tenía cinco años. Practicábamos tres o cuatro veces a la semana. Los partidos eran normalmente los sábados y los domingos. Cuando no jugaba fútbol con el equipo del club, jugaba con mis amigos. Jugábamos al fútbol casi todos los días hasta que anochecía.
Cuando tenía quince años, comencé a jugar en un equipo en una ciudad más grande. El fútbol se volvió algo más serio; practicábamos más a menudo, viajábamos a más lugares y jugábamos contra más equipos. El fútbol era mi vida.
Entonces, cuando tenía casi 18 años, estaba en un concierto. Vi a un chico alrededor de mi edad que sobresalía. No tomaba alcohol, no fumaba ni decía malas palabras. Yo quería saber por qué. Descubrí que era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Su ejemplo hizo que yo quisiera saber más. Más adelante, me uní a la Iglesia.
Después de bautizarme, aprendí dos cosas. Primero, que no debía jugar al fútbol en el día de reposo, sino que debía ir a la Iglesia. Segundo, que el Padre Celestial esperaba que sirviera en una misión. Pero yo era muy bueno al fútbol. Tenía un amigo con el que había jugado al fútbol desde pequeños. Los dos recibimos ofertas para jugar en un equipo profesional. Mi amigo aceptó la oferta, pero en vez de hacer lo mismo, escogí dejar atrás el fútbol para ir a una misión. No fue una elección difícil, porque sabía que la Iglesia era verdadera.
Sin embargo, mi decisión fue difícil para mi familia y mis amigos. No entendían lo que estaba haciendo. Mis padres me enviaban recortes de periódico de mi amigo jugando al fútbol. Eso no era fácil para mí, pero nunca me arrepentí de servir en una misión.
El Padre Celestial ha bendecido mi vida todos los días porque escogí servir en una misión. Él me ha bendecido con paz. Experimenté el buen sentimiento que viene al tomar la decisión correcta.