Cómo llegué a saberlo
La caridad es el amor puro de Cristo
Tengo 27 años y vivo en Somoto, Madriz, Nicaragua. Desde la edad de ocho años conocí el significado de la palabra “justicia”, mis padres me enseñaron qué significaba ser una niña justa. Fui creciendo y esa palabra iba haciendo sonido en mi mente y en mi corazón hasta convertirme en una líder en mi escuela, siempre mostrando justicia y defendiendo los derechos de los demás niños.
Me convertí en una adolescente y ya era una activista social de derechos humanos en mi escuela y en mi comunidad. Cursé la universidad y me gradué de la carrera en trabajo social, y actualmente tengo 12 años de experiencia en trabajo directo y voluntario con niñas, adolescentes y mujeres víctimas de abuso sexual y su máxima expresión de violencia como es el incesto y el feminicidio. He colaborado con la elaboración de peritajes investigativos en delitos de trata de personas y tráfico de mujeres y niñas para fines de explotación sexual comercial.
Mi visita a los Estados Unidos de América
Fui seleccionada por el gobierno de los Estados Unidos de América para representar a Nicaragua en el “Programa para visitantes internacionales, mujeres líderes promoviendo paz y seguridad 2016”, con el objetivo de compartir mi trabajo social realizado en mi país durante estos 12 años y visitar organizaciones e instituciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos y la protección de comunidades vulnerables.
En Salt Lake City, Utah
En compañía de mujeres líderes latinoamericanas visité Salt Lake City, también dedicadas a la defensa de los derechos humanos y la atención a comunidades vulnerables y discriminadas, víctimas del hambre, pobreza y conflictos armados. Dentro de la agenda a trabajar y asistencia a reuniones estaba nuestra visita a la Sociedad de Socorro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, organización encargada de fortalecer a las personas, familias y hogares por medio de la fe en Jesucristo. Su mecanismo de trabajo es la unidad. Fuimos recibidas por las hermanas Linda Reeves y Sharon Eubank En la visita nos mostraron todo el trabajo humanitario realizado con familias en situaciones de pobreza y riesgo extremo con principios de servicio, amor a los necesitados, autosuficiencia alrededor del mundo. Manifestaron el trabajo preventivo realizado en temas de trata de mujeres, pornografía, maltrato infantil.
Al finalizar la plenaria recibimos el agradecimiento por parte de la organización de Sociedad de Socorro por todo el trabajo que estamos realizando en latinoamérica a favor de los más necesitados y la invitación a seguir fortaleciendo nuestros conocimientos a través de la educación y la fe en Jesucristo.
Esta visita llenó mi vida de muchos sentimientos encontrados entre ellos la capacidad de entender que el trabajo de servicio el cual he dado durante todos estos años estaba siendo observado por Dios, que no solamente era una consecuencia de amor a mí profesión sino el cumplimiento de un mandamiento de nuestro Señor Jesucristo. Es tan hermoso haber podido compartir con las hermanas de la Sociedad de Socorro. Al escucharlas hablar y dar su testimonio acerca del amor al prójimo me sentí muy emocionada porque sus sentimientos de caridad son exactamente los que yo siento en mí corazón y que por tanto años nadie ha podido entender. Llené mi vida de esperanza y comprendí que quizás con mi amor no pueda cambiar la vida del mundo entero pero es suficiente con atender a alguien para que otras personas puedan ver mi testimonio de amor y sea compartido.
Mi testimonio
Al terminar dicha reunión tuve el placer de conocer al presidente de la Iglesia en ese entonces, Thomas S. Monson. En ese momento no tenía conocimiento de su existencia, no sabía que él era el profeta viviente. Él me vio directamente a mí y sonrió. Me acerqué a él y me abrazó. Sus palabras con voz entrecortada y con un suave tono fueron, “eres capaz de hacer más, tienes que seguir amando hasta más no poder”. Le respondí “lo prometo” y él volvió a sonreír. Esa presencia, ese sentimiento inexplicable no lo he vuelto a sentir, es como si todo mi ser cansado y necesitado haya pedido a gritos un poco de amor por unos segundos, todo el desprecio y tristezas desaparecieron. Desde ese día mi vida ha tenido tantos momentos difíciles, tristezas, pero cuando la depresión inunda mi vida recuerdo sus palabras y el compromiso que hice con él de seguir cumpliendo con los mandamientos de amor, caridad y servicio dados por nuestro Señor Jesucristo.
Sus palabras quedaron impregnadas en mi mente y desde entonces no he dejado de sentir esa paz y amor en mi corazón y tomé la decisión de conocer más de la Iglesia. Investigué, leía mucha información sobre la Iglesia hasta que en marzo del año 2017 asistí a la capilla y fui bautizada el 13 de mayo. Desde entonces soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días.
Sé con todo mi corazón que la Iglesia es verdadera, testifico que José Smith es el profeta de la restauración, sé que Thomas S. Monson fue un profeta elegido por Dios. A través de él, Jesucristo me confirmó que la caridad es el amor puro de Cristo, que Jesucristo me daría las fuerzas necesarias para seguir haciendo lo que hago. Soy feliz y todos los días que me resten de vida entregaré todo lo que tengo a quienes lo necesiten. Vivo para el servicio a los demás, no concibo mi existencia sin dar y entregar amor, es algo que mi corazón y alma necesitan cada día.
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”. (Mateo 25:35–36).