Extraños que eran familia
Jeff Messerly
Utah, EE.
Tarde una noche, mi hijo Garrett llamó desde Eau Claire, Wisconsin, EE. UU. Él y su esposa, Shelly, y sus hijos viajaban desde Alabama, donde Garrett recibía entrenamiento militar, hacia la Base Minot de la Fuerza Aérea, en Dakota del Norte. Explicó que mientras viajaban por Wisconsin, Shelly había enfermado gravemente. Habían encontrado un hospital y Shelly estaba programada para someterse a una apendicectomía de emergencia a la mañana siguiente.
Me dispuse a ir en avión y encontrarme con ellos, pero no podía llegar hasta el día siguiente. Mi hijo expresó su preocupación acerca de qué hacer con sus hijos, dos niñas de uno y cinco años, y un bebé de tres semanas, mientras su madre estaba en cirugía. Al no conocer a nadie en la zona, decidió llamar al obispo de Minot, a pesar de que no se conocían. El obispo de Minot dijo que se pondría en contacto con el obispo de Eau Claire.
A la mañana siguiente, el obispo de Eau Claire, junto con la presidenta de la Sociedad de Socorro, se reunieron con Garrett en su hotel. Le dijeron que estarían encantados de cuidar a los niños mientras Shelly estaba en cirugía. Shelly más tarde comentó que estaba completamente tranquila al dejar que dos extraños, que eran familiares en el Evangelio, cuidaran a sus hijos. Para cuando llegué a Eau Claire, Shelley se estaba recuperando y mis nietos habían vuelto con ella y Garrett. Estamos agradecidos por la ayuda que recibimos en nuestro momento de necesidad.
Unas semanas más tarde, estaba viendo la Conferencia General de octubre de 2016 cuando el presidente M. Russell Ballard, Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “¿Adónde irá a encontrar una detallada e inspirada estructura organizativa de la Iglesia mediante la cual recibe enseñanzas y apoyo de hombres y mujeres que están profundamente comprometidos a servir al Señor mediante el servicio que le presten a usted y a su familia?” (“¿A quién iremos?”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 91).
No pude evitar pensar en lo que sucedió en Eau Claire. Es una bendición no solo ser un miembro de la Iglesia sino también ser un miembro de una familia del Evangelio, donde podemos servirnos y bendecirnos unos a otros sin importar dónde estemos.