Al grano
Si Dios sabe cada decisión que vamos a tomar, ¿cuál es el propósito de nuestro albedrío?
Esta pregunta ha desconcertado a las personas por siglos. La manera de contestarla está basada en dos verdades básicas y reveladas:
Dios sabe todas las cosas. La vista de Dios no está limitada por el tiempo (véase D. y C. 38:2). Además, Él tuvo una eternidad de experiencias con nosotros antes de que viniéramos a esta tierra, de modo que conoce las inclinaciones y el carácter de cada uno mejor que nosotros mismos.
Tenemos el albedrío. Somos seres inteligentes, hijos de Dios; Él nos ama y ha establecido un plan que nos permite llegar a ser como Él, si escogemos obedecerle (véanse D. y C. 93:27–32; Abraham 3:21–25). El albedrío significa que podemos actuar por nosotros mismos, y no que se actúe sobre nosotros (véase 2 Nefi 2:14, 16, 27).
El hecho de que Dios conozca nuestro carácter y su conocimiento previo de nuestras decisiones no causan que nosotros tomemos esas decisiones. Tanto porque Él nos conoce como porque tenemos el albedrío, Él nos invita y nos alienta —pero no nos fuerza— a hacer el bien y a creer en Jesucristo (véase Moroni 7:16–17).