¿Podría servir allí?
Desde el primer penique que puse en mi alcancía para la misión, supe que deseaba servir. Llevaba doce años ahorrando cuando se dio el anuncio de que las hermanas podrían servir a los diecinueve años de edad. Aunque no estaba segura si era el momento adecuado para mí, el Señor contestó mis oraciones y sentí la inspiración de comenzar a preparar mis papeles para la misión.
Deseaba que mi llamamiento misional fuera el correcto para mí, y sabía que ser sincera con mis líderes de la Iglesia, especialmente en lo concerniente a mi salud, sería la única manera de sentirme en paz. Tengo epilepsia, un trastorno que produce convulsiones impredecibles. Afortunadamente, esta condición está completamente controlada por la medicina. Aun así, era posible que mi dependencia de la medicación condicionara el lugar donde me pudieran asignar a servir.
¡Imaginen mi sorpresa cuando fui llamada a servir en la Misión República Dominicana Santo Domingo Este! Sin embargo, había un problema: me enteré de que mi medicación no estaba disponible en la República Dominicana. Estaba confundida. ¿Por qué inspiraría el Señor a los líderes de la Iglesia a enviarme a un lugar donde no tendría mi medicación?
Mi familia y yo oramos juntos para recibir una respuesta. Sentí una fuerte convicción de que el Señor realmente deseaba que yo sirviera en la República Dominicana, así que nos pusimos a trabajar. Mi médico me dio una receta con la prescripción para dieciocho meses, pero nuestro seguro médico solamente pagaría el valor de la medicación de un año, por lo que nosotros tendríamos que pagar los últimos seis meses. Al seguir adelante con fe, por fin encontramos una opción asequible.
Cuando fui apartada, mi presidente de estaca me bendijo para que mi condición no me afectara durante la misión, una promesa que puedo testificar que se cumplió. Aunque me esforcé hasta el límite de mi capacidad física, sé que, por medio de la expiación de Jesucristo, pude superar los desafíos que afronté antes y durante mi misión.