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Vosotros sois mis amigos
Para mi esposa y para mí ha sido un privilegio estar en el Área Sudamérica Noroeste y compartir grandes experiencias con los líderes y los miembros.
Entre otras comidas tan ricas, hemos podido degustar las arepas y tequeños en Venezuela, el suero costeño y el sancocho en Colombia, el encebollado y ceviche ecuatoriano, el juane y el lomo saltado en Perú, las salteñas y la sopa de maní en Bolivia.
Por supuesto, algunas de nuestras comidas las acompañamos con ají, rocoto, locoto, ají limo, ají charapita y llajua.
Aprendimos a decir coordinar en vez de hacer, colaborar en vez de ayudar, que no es grande sino “grandazo”, que no es bueno sino “buenazo”, que no es aquí y allá, sino “aquisito” y “allasito”; que para afirmar solo decimos “ya”, que no es una foto, sino “unita” foto; y, por supuesto, nos encantó la formal expresión de: “Sí, Señor” y “Sí, Señora”.
Los amamos y les recordaremos por siempre.
El Salvador, que enseñó el principio de la amistad, dijo: “Vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que yo os mando” (Juan 15:14).
Me gozo en saber de los miles hijos de Nuestro Padre Celestial que en esta parte de la viña están haciendo las cosas que Jesucristo nos manda.
Ahora entendemos que no alcanzan las horas de un día para poder realizar su obra. ¡Hay tantas cosas por hacer!
Sigamos el mandato de socorrer a los débiles, “[levantar] las manos caídas y [fortalecer] las rodillas debilitadas” (ver Isaías 35:3).
Creemos que un acto de ministración es: servir a otros, uno a uno, guiados por el Espíritu, en el momento exacto requerido, sin reservar nada; sin importar clase, raza, religión, edad; con o sin asignación; y sin esperar nada a cambio. Una enseñanza se puede olvidar; un ejemplo de servicio, aunque notable, también se puede olvidar; un acto de ministración NUNCA se olvida.
No es suficiente con evitar dañar o evitar ser una piedra de tropiezo para otros hijos de Dios, no es suficiente con solo mirar hacia el otro lado del camino y no ver al necesitado caído, debemos aprovechar cada oportunidad y ser una bendición para nuestro prójimo, así sea la primera y única vez que nos crucemos con él en nuestro camino terrenal.
No perdamos tiempo, “renunciemos a lo oculto y vergonzoso” (véase 2 Corintios 4:2). Cuidemos nuestra integridad, que nuestras manos estén limpias de ganancias deshonestas y que nuestras mentes sean limpias de imágenes sucias y denigrantes.
Edifiquemos nuestra familia con las pequeñas y poderosas acciones: hagamos la noche de hogar, oremos diariamente, asistamos a Seminario, Instituto, participemos del FSY y las convenciones JAS, renovemos nuestros convenios cada domingo, honremos el sacerdocio, digamos “te amo” cada día a nuestro cónyuge y cumplamos con nuestros llamamientos.
Cuando escudriñemos las Escrituras, hagámonos preguntas sabias para obtener respuestas sabias.
Aumentemos nuestra autosuficiencia temporal siendo industriosos. Mi esposa y yo aprendimos a vivir con 7 monedas de cada diez, las otras tres son:
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El diezmo.
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El ahorro para emergencias, como problemas de salud y desempleo.
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El ahorro para proyectos familiares, como la misión de nuestros hijos, vacaciones familiares, un auto, una casa, un negocio.
Aprendamos a tocar un instrumento musical y un idioma adicional, especialmente el inglés.
Tengamos una sonrisa en nuestro semblante, hay tantas cosas buenas por las que hay que agradecer y sentirse feliz. Cuidemos nuestro peso y nuestra salud, a fin de vivir muchos años, y pongamos esos años del otoño de nuestra vida en el altar del Señor, sirviendo misiones y siendo obreros del templo.
Seamos ejemplo de los creyentes y recordemos que nuestros actos impactan más que nuestras palabras. Incrementemos nuestra capacidad de recibir revelación leyendo el Libro de Mormón y haciendo historia familiar.
Ejerzamos el arrepentimiento cada día, sigamos el consejo de nuestro querido profeta, el presidente Russell M Nelson: (Jesucristo) nos pide que cambiemos la forma en que amamos, pensamos, servimos, invertimos el tiempo, tratamos a nuestra esposa, enseñamos a nuestros hijos, y aun cómo cuidamos de nuestro cuerpo.
Podemos hacerlo mejor y ser mejores.
Mientras hacía una visita de ministración a un lugar distante, en Guayacana, Ecuador, donde tenemos un barrio de la Iglesia, aprendí varias cosas:
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Habrá que estar dispuesto a hacer un esfuerzo adicional y recorrer la segunda milla, aunque eso signifique viajar 7 horas y caminar 30 minutos por la selva.
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Hay una gran unión entre los empleados de la Iglesia y los líderes, a fin de que se logren los propósitos del Salvador, que es bendecir a Su pueblo.
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El Señor, que es el amo de los elementos, puede detener la lluvia para nuestra tranquilidad y seguridad.
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Los miembros que viven lejos de los centros de fortaleza nunca están lejos para el Señor Jesucristo. Él los recuerda y los bendice.
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Respetar la cultura de los pueblos originales de nuestros países.
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Las tradiciones ancestrales de los pobladores originales de América hablan de la venida de un ser vestido de blanco que les enseñó muchas cosas y que prometió volver. Que hubo tres días de oscuridad donde pasaron grandes calamidades.
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No somos extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos y parte de la familia de Dios.
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Al abrazar el Evangelio empezamos a vivir la cultura del Evangelio y dejamos atrás las falsas tradiciones de nuestros padres.
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Adondequiera que el Señor nos envíe, tendremos oportunidad de testificar de Jesucristo y bendecir a los minusválidos y a los enfermos.
Mi esposa Carmen y yo deseamos compartir nuestro testimonio de que Dios vive; es nuestro amoroso Padre Celestial; nos ama tanto que ofreció a Su primogénito en sacrificio para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vida eterna.
Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Él regresará con poder y gran gloria. Aunque pasaren los cielos y la tierra, nuestra relación con el Salvador permanecerá, siendo Él nuestro Redentor y Mediador ante el Padre. Jesucristo vive, está a la cabeza de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, habla y da revelación al profeta en turno de la Iglesia.
Gracias por su amor y amistad; que Dios les bendiga hasta el día después de siempre. Que todas las cosas obren para su bien; y recuerden que vosotros sois nuestros amigos.
Compartimos este mensaje en el nombre de Jesucristo. Amén.