2023
Un sacrificio por amor
Abril de 2023


Voces de Miembros

Un sacrificio por amor

En cierta ocasión una madre caminaba por la vereda con sus hijos de dos y ocho años, cuando a unos metros de llegar a su casa, se adelantó para abrir la puerta y de repente escuchó que el perro del vecino ladraba y corría como para atacar a los niños que habían quedado detrás de ella. El pequeño de dos años se tapó las orejas con sus manitos y se quedó agachado en el piso gritando de miedo, mientras su hermano mayor instantáneamente se arrodilló a su alrededor y, con una enorme determinación, abrió sus brazos para protegerlo gritando fuertemente “¡Noooo!”.

Todo quedó en un gran susto; el perro no llegó a hacerles daño. Aquella madre abrazó y calmó a sus hijos mientras entraban a su casa.

Tal vez ese episodio hubiera sido solo un feo momento, si no fuera por un detalle muy importante. Ese niño de ocho años, cuando tenía la misma edad que su hermanito había sido atacado por un perro, que lo mordió en la cabeza, causándole una gran herida dolorosa y un tremendo temor a los perros. Todavía conserva esa cicatriz y aún lucha por superar ese miedo.

Pero ¿cómo es posible que un niño pueda proteger de esa manera a su hermano y sacrificar su propia seguridad sin siquiera dudarlo? La respuesta es muy simple: porque lo ama. Porque él conoce el dolor y el sufrimiento de un ataque. Lo cuidó por amor; y estuvo dispuesto a volver a vivir aquella dura y dolorosa experiencia con tal de que su hermano estuviera a salvo.

Nuestro Salvador desea que estemos a salvo de la maldad, del error y del pecado. Constantemente somos atacados, y el apóstol Pablo lo definió de esta manera:

“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6:11–13).

Por momentos podemos sentirnos como el pequeño que, aterrorizado, se cubrió los oídos. Pues no estamos solos, el Señor nos conoce, nos comprende, nos ama y es misericordioso en nuestros pesares.

“He aquí, sois niños pequeños y no podéis soportar todas las cosas por ahora; debéis crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad.

“No temáis, pequeñitos, porque sois míos, y yo he vencido al mundo, y vosotros sois de aquellos que mi Padre me ha dado;

“y ninguno de los que el Padre me ha dado se perderá” (Doctrina y Convenios 50:40–42).

“Y sabemos que es preciso que todos los hombres se arrepientan y crean en el nombre de Jesucristo, y adoren al Padre en su nombre y perseveren con fe en su nombre hasta el fin, o no podrán ser salvos en el reino de Dios” (Doctrina y Convenios 20:29).

Él es nuestro gran protector, extiende los brazos de Su amor sin dudarlo, conoce de padecimientos, podemos evitar el dolor de los efectos del pecado si lo reconocemos como nuestro Salvador personal de la muerte, tanto física como espiritual. Lleva en sus manos las cicatrices de aquella experiencia.

“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;

“mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;

“padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.

“Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres” (Doctrina y Convenios 19:16–19).

¿Qué podemos hacer para recibir protección? El presidente Nelson expresó: “Durante estos tiempos peligrosos de los que profetizó el apóstol Pablo, Satanás ya ni siquiera está tratando de ocultar sus ataques al plan de Dios, ya que abunda la maldad desenfrenada. Por lo tanto, la única forma de sobrevivir espiritualmente es tomar la determinación de permitir que Dios prevalezca en nuestra vida, aprender a escuchar Su voz y utilizar nuestra energía para ayudar a recoger a Israel”1.

Nota

  1. Russell M. Nelson, “Que Dios prevalezca”, Liahona, nov. de 2020, pág. 95.