Artículo de los líderes del Área Caribe
¡Recuerde Su nombre!
¿Por qué es importante recordar el nombre con el que somos llamados?
Se cuenta la historia de un gran general que descubrió que uno de sus soldados, que tenía el mismo nombre que él, hablaba despectivamente sobre los hombres en su guarnición. En respuesta, el general hizo una breve visita, entregando un mensaje claro y directo: “Cambia tu actitud o cambia tu nombre”.
Al nacer, a un niño se le da el apellido familiar, el de sus padres, para mostrar que pertenece a la familia. Este nombre es un signo de paternidad. Es un símbolo de honor para la familia, o dignidad para otros, por el cual uno está dispuesto a sacrificarse. En el momento de nuestro bautismo, tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo. Al hacerlo, obtenemos acceso al poder salvador de Jesús de Nazaret. En Su nombre sagrado reside el poder de la trascendencia del hombre natural al hombre espiritual.
¡Recuerde Su nombre!
“Felipe halló a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribieron Moisés, en la ley, y también los profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.
“Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve” (Juan 1:45-46).
Lo invito a que venga y vea. Luego, sígalo como Natanael lo hizo cuando recibió un testimonio personal de que Él es realmente el Mesías prometido. ¡Y tal vez escuche Su voz, diciendo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47).
Jesús de Nazaret es el nombre por el cual nos ha llegado la salvación. Es a través de Él que somos reconciliados con Dios. En Su nombre sagrado hay poder. Tomar sobre nosotros el nombre de Jesús de Nazaret da sentido a nuestra existencia. Admitimos nuestra insignificancia y nos convertimos en una nueva criatura, un hijo del convenio. Conocer el nombre con el que somos llamados nos permite dejar atrás el pasado y abrazar el futuro con confianza. Obtenemos la presencia del Todopoderoso y atraemos bendiciones desde lo alto.
“Yo os digo: Quisiera que os acordaseis de conservar siempre escrito este nombre en vuestros corazones para que no os halléis a la izquierda de Dios, sino que oigáis y conozcáis la voz por la cual seréis llamados, y también el nombre por el cual él os llamará” (Mosíah 5:12).
“Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente” Mosíah 5:7).
Nuestros corazones pueden ser cambiados por la fe en Su nombre
“Y bajo este título sois librados, y no hay otro título por medio del cual podáis ser librados. No hay otro nombre dado por el cual venga la salvación; por tanto, quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo, todos vosotros que habéis hecho convenio con Dios de ser obedientes hasta el fin de vuestras vidas” (Mosíah 5:8).
Cuando el Padre y el Hijo se aparecieron al profeta José Smith, él dijo: “Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!” (José Smith–Historia 1:17).
Cuando José Smith estaba a punto de obtener el Libro de Mormón, fue visitado por un ángel. Describió la interacción de la siguiente manera: “Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien o mal de mí entre todo pueblo”.
¿Alguna vez ha usado un nombre incorrecto al dirigirse a alguien? O ¿alguna vez ha sido objeto de una omisión en su designación por parte de alguien más? ¿Cómo se sintió?
Piense en estas preguntas por un momento. ¿Le ayuda a ver los nombres, y en especial el preciado nombre de Jesucristo, de una manera diferente? ¡Quizás podamos verlo como un tesoro para ser apreciado, un símbolo para ser defendido!
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”, dijo el Hijo (Mateo 6:9).
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano” (Éxodo 20:7).
Esos nombres sagrados nos llevan a la santificación. “Huye también de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor” (2 Timoteo 2:22). Al alejarnos de la iniquidad, nos acercamos al Salvador y somos inevitablemente santificados. Así, vemos la amplitud y magnificencia de los nombres de los miembros de la divinidad y su poder salvador.
Tendremos que rendir cuentas del nombre con el que somos llamados
Nuestro futuro y esperanza están caracterizados por el convenio del Padre con Abraham, Isaac y Jacob. Como señal de este convenio eterno, Dios dio a Su pueblo un nombre, el de Israel, que significa “que Dios prevalezca”.
“Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito esta: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que, cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo” (Romanos 14:10–12).
Es un gran honor y privilegio tomar sobre nosotros el nombre del Santo de Israel al hacer un convenio con Él. “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Testifico solemnemente sobre la importancia de recordar siempre el nombre con el que somos llamados. Al participar de la Santa Cena cada día de reposo, podemos recordar este don divino. Si adoptamos la actitud apropiada, que viene con el honor y privilegio de llevar el nombre de Jesús de Nazaret, seguramente seremos salvados de nuestras debilidades. Si sentimos que la carga de nuestras deficiencias y nuestra actitud no refleja constantemente Su nombre, la invitación del Salvador no es simplemente un cambio de nombre, sino un llamado a venir y seguirlo. Requiere una rendición total a Su nombre sagrado, permitiéndole realizar el cambio que necesitamos.
Testifico que Él vive e intercede por usted y por mí en la presencia del Padre. Honremos este sagrado nombre con la forma en que vivimos, pensamos, hablamos y actuamos. En el nombre sagrado de Jesús de Nazaret. Amén.