Liahona
La barra de hierro
Agosto de 2024


Mensaje del Área

La barra de hierro

Pruebas, desafíos y angustias seguramente nos llegan a todos nosotros. Nadie es inmune a las espinas de la carne (véase 2 Corintios12:7). Sin embargo, al asistir al templo y recordar nuestros convenios, podemos prepararnos para recibir dirección personal del Señor.

El pasado mes de enero, tuvimos la oportunidad de estudiar la visión de Lehi del árbol de la vida; quienes lo hacemos desde la aplicación Biblioteca del Evangelio pudimos disfrutar, algunos, de la maravillosa experiencia interactiva del mismo, y digo algunos porque para mi sobrina mayor, Milena, de solo diez años, y para mí no fue tan agradable, se preguntarán porqué. ¡Bueno, nos dispusimos a entrar en dicha experiencia y lo primero que vimos a los lejos fue el árbol brillando! Muy emocionadas buscamos la barra de hierro y el sendero a su lado, no hubo problema, la encontramos muy rápido. Entusiasmadas quisimos ver todo. Comenzamos a ver el edificio grande y espacioso, el río, el campo y sí, perdimos de vista la barra de hierro. Mi pequeña sobrina me dijo: “¡Oh, no, Titi! ¡Nos perdimos! ¡Perdimos la barra!”. Si bien después de darnos cuenta de que nos habíamos perdido comenzamos a reír y repetimos la experiencia, esta vez sin perder de vista la barra, hizo que mi mente se pusiera a reflexionar sobre cómo podemos con tanta facilidad perder la visión, distraernos, alejarnos y quedar completamente perdidos.

Los convenios que hacemos en la Casa del Señor nos ayudan a mantenernos aferrados a la barra de hierro y a no perder la visión. Y lo más importante, como enseñó en la última conferencia general la hermana J. Anette Dennis: “Al honrar nuestros convenios, permitimos que Dios derrame una multitud de bendiciones prometidas que corresponden a dichos convenios[…]. Los convenios crean la clase de relación que permite a Dios moldearnos y cambiarnos con el tiempo, y elevarnos para que lleguemos a ser más como el Salvador”.

Cuando pienso en mi relación por convenio con el Señor no puedo evitar recordar el tiempo de la pandemia, siendo una mujer que vive sola, que no tiene un poseedor del sacerdocio en el hogar, yo sentí la fortaleza y la protección que me daban los convenios que hice en la Casa del Señor para poder ir a trabajar cada día, me sentía en paz y sentía el amor del Salvador en mi vida. Recordé las palabras del presidente Russell M. Nelson cuando habló a las mujeres y dijo: “Toda mujer y todo hombre que hace convenios con Dios y los guarda, y que participa dignamente de las ordenanzas del sacerdocio, tiene acceso directo al poder de Dios”. Y él agregó: “Quienes han sido investidos en la Casa del Señor reciben un don del poder del sacerdocio de Dios en virtud de ese convenio, junto con un don de conocimiento para saber cómo recurrir a ese poder”. El amor del Salvador hacia nosotros es infinito, solo debemos hacer convenios y mantenernos firmes, porque la promesa de que si recorremos la senda de los convenios de Su mano todo será más fácil es real.

Nefi nos vio, vio nuestro tiempo y dijo en 1 Nefi 14:14: “Y aconteció que yo, Nefi, vi que el poder del Cordero de Dios descendió sobre los santos de la iglesia del Cordero y sobre el pueblo del convenio del Señor, que se hallaban dispersados sobre toda la superficie de la tierra; y tenían por armas su rectitud y el poder de Dios en gran gloria”. Nosotros tenemos ese poder por medio de los convenios que hacemos en la Casa del Señor. Me uno a la invitación de nuestro profeta: todo miembro digno de dieciocho años o más, que no esté asistiendo a la escuela secundaria y tenga como mínimo un año de miembro, haga convenios con el Señor en Su santa casa y todo será más fácil. Yo doy testimonio de esto.

Notas

  1. Hermana J. Anette Dennis, “Vestíos del Señor Jesucristo”, Liahona, mayo de 2024.

  2. Presidente Russell M. Nelson, “Tesoros espirituales”, Liahona, noviembre de 2019.

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