Liahona
Perspectiva
Agosto de 2024


Voces de los miembros

Perspectiva

En una clase de dibujo, un profesor puso sobre su escritorio un hermoso jarrón y una bandeja con frutas. La tarea para los alumnos consistía en plasmar en su hoja esos objetos, captando la luz, las sombras, los diferentes tonos y colores, las formas y las dimensiones de acuerdo con la perspectiva de cada uno. Como los alumnos estaban sentados en diferentes partes del salón era prácticamente imposible que hubiese dos dibujos iguales al finalizar la clase, aunque estuvieran dibujando los mismos objetos. El ángulo, la distancia y la visión de cada uno indudablemente influían en el trabajo final.

En la ministración pasa algo similar, ante un problema o una situación particular, podemos tener miradas distintas. Nuestra historia personal, tradiciones familiares, aprendizajes, hábitos o cultura pueden ser muy diferentes a la de los demás, lo que hace que nuestra reacción también sea diferente. En estos casos podemos tomar dos posturas ante ciertas circunstancias ajenas: juzgar creyendo tener la razón o tratar de ponernos en el lugar del otro para comprender cómo piensa o siente.

Hace unos años, uno de mis hijos pequeños me enseñó la importancia de ponernos en el lugar de los demás. Un día, él estaba jugando con unos juguetes a unos metros de donde me encontraba yo y me dijo: “Mami, mira lo que hago, ¿me ves?”. Le contesté que sí lo veía. Entonces se acercó a mi silla, se paró enfrente de mí dándome la espalda para tener la misma visión que yo tenía y así corroborar que yo hubiera visto bien. En otros lugares, si yo estaba parada, él traía una silla y se ponía a mi altura para ver lo que yo veía y comprobar una vez más que lo estaba escuchando ante el pedido de ver lo que él hacía.

Una noche, salí al patio y vi en el horizonte la luna llena asomándose, entonces lo llamé para que la viera, él se paró a mi lado y me dijo: “¿Dónde está la luna? ¡No la veo!”. Yo le contesté sorprendida: “Ahí, ¿cómo que no la ves?”. Entonces me agaché a la altura de su carita, dejando mi mirada al lado de la suya, tal como él me había enseñado, y me di cuenta de que él veía solamente arbustos, lo levanté en mis brazos y dijo lleno de alegría: “¡Ahora sí la veo, ahí está!”.

El ministrarnos unos a otros implica aprender a ponernos en los zapatos de los demás, a veces requiere un esfuerzo personal de dejar nuestras opiniones y escuchar con amor. Podemos ser de gran ayuda para el que está padeciendo cualquier tipo de prueba, ya sea emocional, mental, física, espiritual o material al demostrar misericordia y comprensión por tales circunstancias. Podemos comprender las decisiones y sentimientos de nuestros hermanos cuando recordamos nuestras propias dificultades y aceptamos que nadie en esta tierra está excluido de tenerlas. La clave está en llegar a tener una visión tanto de las personas como de cada situación en el contexto eterno y no solo temporal.

“Las Escrituras están llenas de innumerables ejemplos de la manera en que el Salvador, conmovido por Su compasión profunda y perdurable, interactuó con las personas de Su época y ayudó a las personas que sufrían y a aquellas que habían ‘ esta[do] fatigadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor’. Él extendió Su mano misericordiosa a aquellos que necesitaban alivio de sus cargas, tanto físicas como espirituales. La actitud compasiva de Jesús está arraigada en la caridad, es decir, en Su amor puro y perfecto, que es la esencia de Su sacrificio expiatorio. La compasión es una característica fundamental de las personas que se esfuerzan por alcanzar la santificación y se entrelaza con otros rasgos de carácter cristiano, como llorar con los que lloran y tener empatía, misericordia y bondad. La expresión de compasión hacia los demás es, de hecho, la esencia del Evangelio de Jesucristo y una evidencia destacada de nuestra cercanía espiritual y emocional al Salvador. Además, muestra el nivel de influencia que Él tiene en nuestro modo de vida y demuestra la magnitud de nuestro espíritu”.

El ver a los demás y a sus circunstancias tal como las ve el Salvador nos da la oportunidad de ministrarles con verdadera intención, con amor sincero. Seguramente todos hemos sentido alguna vez que, al escuchar a otros para aliviar sus cargas, en realidad se aligeran las nuestras porque aprendemos de sus experiencias y, si somos humildes, el Espíritu nos indicará suavemente cómo fortalecer la fe y levantar las manos caídas.

Tener miradas diferentes no es negativo, como el ejemplo de la clase de dibujo, nos permite crear un cuadro en todas sus dimensiones, no solo es bueno sino también necesario aprender a ver desde toda perspectiva. De lo contrario estaríamos perdiendo la oportunidad de ver el cuadro desde todos los ángulos.

“Debemos tener en cuenta que no es fácil entender todas las circunstancias que contribuyen a la actitud o reacción de alguien. Las apariencias pueden engañar y, a menudo, no representan una medida exacta del comportamiento de alguien. A diferencia de ustedes y de mí, Cristo es capaz de ver claramente todas las facetas de una situación determinada. Aunque Él conoce todas nuestras debilidades, el Salvador no nos condena precipitadamente, sino que continúa trabajando con nosotros con compasión a lo largo del tiempo, ayudándonos a sacar la viga de nuestro ojo. Jesús siempre mira el corazón y no las apariencias […].

“Debemos esforzarnos por llegar a ser como el Salvador y considerar las imperfecciones de las personas de forma compasiva, incluso a través de Sus ojos”.

Notas

  1. Élder Ulisses Soares, “La perdurable compasión del Salvador”, Liahona, noviembre de 2021.

  2. Élder Ulisses Soares, “La perdurable compasión del Salvador”, Liahona, noviembre de 2021.

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