2024
La camisa blanca manchada
Septiembre de 2024


Voces de los miembros

La camisa blanca manchada

Un día, mientras lavaba una camisa blanca, noté una mancha muy pequeña. La lavé varias veces, pero la mancha seguía allí. Me di cuenta de que la mancha era tan pequeña que probablemente solo yo la notaría, pero cada vez que miraba la camisa, mi ojo iba directamente al defecto en lugar de ver toda la camisa.

Me pregunté si buscaba defectos en los demás de la misma manera que lo hacía con la camisa, en lugar de la bondad del corazón de las personas. Es más fácil minimizar nuestros propios errores, e incluso justificarlos, y, sin embargo, magnificar y no perdonar las imperfecciones de los demás.

En Romanos 2:1 se nos recuerda que al juzgar a otros, nos condenamos a nosotros mismos: “Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, porque lo mismo haces, tú que juzgas”.

Recordé las palabras de un hermano de mi congregación que tuvieron un impacto en mi vida. “La única razón por la que deberíamos querer conocer los problemas de un hermano o hermana es para contribuir con una solución”, no un juicio.

En Mateo 22:37–39, a Cristo le preguntan cuál es el mandamiento más grande en la ley: “Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Y luego, en Juan, nos dio un último mandamiento: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros” (Juan 13:34).

Es fácil ver el amor que compartimos como hermanos y hermanas en el Evangelio. Recientemente, vi a un miembro de mi barrio sacrificar su tiempo, e incluso un segundo trabajo, para poder marcar la diferencia en la vida de los jóvenes de nuestro barrio. Su ejemplo de humildad y desinterés me ayudó a lidiar con una situación difícil en el trabajo más tarde esa semana. Fui capaz de tomarme el tiempo para tratar de entender y no reaccionar negativamente. Elegí no enfocarme en la acción del empleado, sino amar como lo haría Jesús. Es muy parecido a la analogía de la mancha en la camisa blanca. Si me enfoco en la mancha en los demás, eso es todo lo que veré. En cambio, debo amar a los demás como Dios me ama.

Cristo cambia la vida de las personas. Nos hace mejores amigos, mejores cónyuges, mejores hijos y mejores colegas. El amor y la bondad que sentimos en nuestro corazón debido a las enseñanzas de Cristo nos permite aceptar imperfecciones y perdonar a los demás como Jesús nos perdona.