Mensaje del Área
Mi camino de fe en la Iglesia
Este año cumpliré diez años como miembro de la Iglesia y soy la única miembro en mi familia. No todo ha sido fácil para mí, pero nada ha sido imposible. Sé que cada experiencia tiene un propósito divino y siempre recuerdo a aquellos que vienen detrás de mí, sabiendo que he cambiado una generación.
Una de mis experiencias más gratificantes ocurrió cuando tenía dieciocho años y recibí mi bendición patriarcal. Desde entonces, he vivido cada una de mis bendiciones y las he experimentado a través de cada oración. He visto cómo esta escritura personal me ha bendecido, cuidado, fortalecido y me ha ayudado a servir de muchas maneras.
En diciembre de 2019, a los veintidós años, recibí mis investiduras en el momento perfecto. Mi frecuencia al templo era muy constante, iba tres veces a la semana y me estaba preparando para servir como obrera del templo. Mientras me preparaba, vivimos la pandemia y, aunque no podía tomar la Santa Cena ni asistir al templo, tenía clases y actividades en línea. Fui llamada como presidenta de las Mujeres Jóvenes e hice que cada actividad se adaptara a nuestra situación para que cada joven fuera edificada como lo he sido yo.
Durante esos meses difíciles, me sentí profundamente agradecida por mis investiduras y por vivir mis convenios. Sentí cómo el Señor me cuidó a mí y a mi familia. Sé que el Señor nos guía línea por línea, precepto por precepto. Amo el templo y cómo el Señor nos abraza en cada situación difícil, nunca nos deja solos. En sol y sombra, Él nos acompañará.
Ahora, a mis veintiséis años, he vivido muchos milagros en mi vida. He visto cómo mis bendiciones se han cumplido y sé que en lugares santos conocemos personas especiales que nos ayudan y nos elevan.
Sé que este Evangelio es verdadero, lo he visto y lo vivo. Cada mañana me levanto sintiéndome agradecida. Aunque la vida no siempre sea de color de rosa, podemos hacerla rosa con nuestra fe, nuestra actitud y nuestra obediencia. Esto nos recordará que somos hijos de Dios.