Mensaje del Área
Mi oración fue contestada
Fui bautizada hace aproximadamente diez años. Conocí la Iglesia a través de mi esposo, que en ese momento era mi novio. Asistíamos continuamente a las reuniones de la Iglesia, pero yo sentía que me faltaba mucho por aprender. Nos casamos por civil y luego nos alejamos un tiempo de la Iglesia. Fue en ese período cuando realmente conocí el vacío dentro de mi corazón. Ese alejamiento me enseñó que sin el Señor no podía hacer nada.
Luego de arrepentirme, volví a asistir a la Iglesia, pero esta vez con mi pequeña hija de dos años y medio. Mi esposo estaba más alejado y, por temas de trabajo, no asistía con nosotras. Yo sabía que el Señor escucharía mis oraciones y que llegaría el momento de su conversión real. Oraba cada día para que él pudiera sentir esa necesidad de la guía de nuestro Padre Celestial. Así pasaron tres largos y difíciles años hasta que, después de la pandemia, tuvimos que mudarnos.
Gracias a mi pequeña hija y sus palabras invitando a su papá a la Iglesia, logramos que nos acompañara a una reunión sacramental. Fue ahí donde empezó el milagro. Los élderes de nuestro barrio estaban en la puerta cuando salíamos y mi esposo los invitó a casa. Al llegar, hicimos una pequeña noche de hogar. Aunque la intención de mi esposo era que sus padres escucharan a los élderes, los misioneros habían llegado en respuesta a mis oraciones.
Ese día, mi esposo abrió su corazón y pudo sentir el amor del Salvador y la presencia del Espíritu Santo. Yo sentí que mis oraciones siempre fueron escuchadas y que mi Padre Celestial solo estaba esperando el momento ideal para responderlas. A partir de ese momento, nuestra vida cambió por completo. Nos pusimos como meta sellarnos como familia. Mi corazón siempre estará agradecido al Señor por tan grande bendición.
Hoy, casi cuatro meses después de nuestro sellamiento, recuerdo cuánto tiempo le pedí al Señor por esto. Recuerdo que acepté muchas veces Su voluntad y, hoy por hoy, no tengo duda de que el Señor actúa en el tiempo perfecto. Mi vida y la de mi familia han sido bendecidas enormemente. Aunque hay momentos que no siempre son buenos, sé que el Señor nos ama y siempre escucha nuestras oraciones, y las responde en Su debido tiempo. Solo debemos ser diligentes y nunca alejarnos de la senda.