Voces de los miembros
Jesús es el Cristo
Desde hace un poco más de tres años, tenemos en mi casa un cuadro de Jesucristo, y jamás lo había visto de la forma en la que lo hice este último año. En esta obra, puedo interpretar en Él una mirada de gozo, caridad y ternura. En la misma se puede observar a Cristo mirando hacia la izquierda, hacia el horizonte, o como yo digo: “Mirando hacia la eternidad”. Me gusta pensar que Él está “observando la eternidad” con esa mirada tierna y acogedora, con una visión particularmente elevada y espiritual. Así debemos de pensar en nuestro futuro, aunque creamos que es imposible llegar a ser felices por siempre, aunque creamos que no podemos soportar las cargas, aunque nos sintamos solos, tristes, angustiados, agobiados, o sin esperanza.
Pienso en cuán bendecida soy al tener el Evangelio en mi vida y saber acerca de Jesucristo. ¿Hay realmente algo más importante en mi vida? No, y lo puedo decir con seguridad. No hay nada más en esta vida que pueda traerme tanto gozo, consuelo, compañía, amor, felicidad, caridad y bendiciones que el Evangelio restaurado de Jesucristo.
¿Hay acaso otra persona, además de Cristo, que me pueda dar paz en mis tormentas, curar mi corazón quebrantado, dar luz en la oscuridad y salvarme cada día? No, no la hay, no hay nadie más que Cristo, nadie más que Él puede ayudarme a hallar consuelo en esta tierra.
La hermana Amy A. Wright compartió: “Jesucristo hace posible que ´aguant[emos] el día´. Aguantar el día no significa sumarle más cosas a una lista de tareas pendientes cada vez más larga. Piensen en una lupa. Su propósito no es únicamente hacer que las cosas se vean más grandes. También puede captar y enfocar la luz para hacerla más poderosa. Debemos simplificar, enfocar nuestros esfuerzos y captar la luz de Jesucristo. Necesitamos más experiencias sagradas y reveladoras”.
También agregó: “Jesucristo es la esperanza […] para tu porvenir. Nada que hayamos o no hayamos hecho está más allá del alcance de Su infinito y eterno sacrificio. Él es la razón por la cual nunca es el fin de nuestra historia. ‘Por tanto, deb[emos] seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si march[amos] adelante, deleitándo[nos] en la palabra de Cristo, y persever[amos] hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendr[emos] la vida eterna’”.
Puedo testificar que no hay nada en esta vida que nos traiga más esperanza, caridad, consuelo y gozo que Jesucristo. “Él es la luz y la vida del mundo; sí, una luz que es infinita, que nunca se puede extinguir; sí, y también una vida que es infinita, para que no haya más muerte” (Mosíah 16:9).
“Las lágrimas se secarán, los corazones rotos sanarán, lo perdido será hallado, las preocupaciones se resolverán, las familias se restaurarán y todo lo que el Padre tiene nos será dado”.
Recordemos esa mirada de gozo, caridad y ternura transmitida en la mencionada lámina. Imaginemos que llegamos por fin nuevamente a la presencia de Dios y Jesucristo, visualicemos ese reencuentro, y que podemos mirarlos a los ojos y decirles: “Lo hice, me esforcé en cumplir y guardar los mandamientos, tuve fe y pude ‘aguantar mis días en Cristo’, finalmente llegué a donde me prometiste”.
Si centramos nuestra vida en Cristo, todo cambia rotundamente para un bien eterno y maravilloso, lleno de gozo y paz duradera.
Tal como dijo el élder Milton Camargo: “El Señor Jesucristo vive hoy en día. Él puede tener una presencia activa y diaria en nuestra vida. Él es la solución a nuestros problemas, pero debemos levantar los ojos y elevar la mirada para verlo a Él, que dijo: ‘Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis’”.