“Lección 25 — Material de preparación para la clase: La sucesión en la Presidencia y el éxodo hacia el oeste”, Fundamentos de la Restauración: Material para el maestro, 2019
“Lección 25 — Material de preparación para la clase”, Fundamentos de la Restauración: Material para el maestro
Lección 25 — Material de preparación para la clase
La sucesión en la Presidencia y el éxodo hacia el oeste
Después de anunciar la muerte de José y Hyrum Smith, un artículo en un periódico concluyó: “Así termina el mormonismo” (Weekly Herald, 13 de julio de 1844, pág. 220). Con la muerte del profeta José, muchos observadores externos creyeron que la Iglesia se desmoronaría y los miembros de la Iglesia se preguntaban quién los guiaría. A medida que estudies el material de esta lección, busca el modo en que el Señor continúa dirigiendo Su Iglesia después de la muerte del profeta.
Sección 1
¿Quién dirige la Iglesia del Señor cuando muere el profeta?
Completa la siguiente actividad para esta sección:
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Estudia el siguiente material y, a continuación, completa la actividad para la reflexión.
Un halo de pesimismo cubrió Nauvoo tras la muerte de José y Hyrum Smith. En esos momentos de confusión, varias personas afirmaron que tenían el derecho de dirigir la Iglesia. Una de esas personas fue Sidney Rigdon.
En el momento de la muerte de José, Brigham Young y otros apóstoles estaban sirviendo misiones en el este de los Estados Unidos. No fue sino hasta el 16 de julio de 1844 que Brigham recibió una carta en la que se describía el asesinato de José y Hyrum Smith.
Cuando leyó la carta, Brigham sintió que su cabeza iba a resquebrajarse. Nunca había sentido tanta desesperanza.
Sus pensamientos se volvieron instantáneamente hacia el sacerdocio. José había poseído todas las llaves necesarias para investir a los santos y sellarlos por la eternidad. Sin esas llaves, la obra del Señor no podría avanzar. Por un momento, Brigham temió que José se las hubiera llevado a la tumba.
Luego, en una ráfaga de revelación, Brigham recordó cómo José les había conferido las llaves a los Doce Apóstoles. Se golpeó fuerte la rodilla con la mano y dijo: “Las llaves del reino están aquí, en la Iglesia”. (Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815–1846, 2018, pág. 568)
El 7 de agosto de 1844, los Doce y otros líderes de la Iglesia se reunieron en consejo. Durante esa reunión, Sidney Rigdon, que se había alejado de la Iglesia, afirmó que, dado que él había sido previamente llamado y ordenado como portavoz de José Smith (véase Doctrina y Convenios 100:9), era suya la responsabilidad de “ver que la Iglesia [fuera] gobernada de manera apropiada” (en History, 1838–1856 [Manuscript History of the Church], tomo F–1, pág. 295, josephsmithpapers.org).
Después de las palabras de Sidney, Brigham Young declaró:
José confirió sobre [las] cabezas [de los Doce Apóstoles] todas las llaves y los poderes pertinentes al apostolado que él mismo poseía antes de que nos lo arrebataran. (Brigham Young, en History, 1838–1856, tomo F–1, pág. 296, josephsmithpapers.org)
Al día siguiente, los santos de Nauvoo se reunieron para escuchar a Sidney Rigdon reclamar el liderazgo. Después de su discurso, Brigham Young habló brevemente y propuso que el Cuórum de los Doce, que en conjunto poseía todas las llaves del sacerdocio restaurado al profeta José Smith, dirigiera la Iglesia por ahora.
Mientras Emily [Hoyt] escuchaba hablar a Brigham, se descubrió levantando la mirada hacia él para asegurarse de que no era José quien hablaba. Tenía las expresiones de José, su método de razonamiento e incluso el sonido de su voz […].
Siete años más tarde, Emily registró su experiencia de ver a Brigham hablarles a los santos y testificó lo mucho que este se parecía y sonaba como José en el estrado. En los años siguientes, decenas de santos agregarían su testimonio al de ella, describiendo cómo vieron descender el manto profético de José sobre Brigham ese día. (Santos, tomo I, págs. 574–575)
Wilford Woodruff escribió: “Si no […] hubiera visto [a Brigham] con mis propios ojos, nadie habría podido convencerme de que no era José Smith” (en History of the Church, tomo VII, pág. 236).
Con la declaración de Brigham Young concerniente al otorgamiento que hizo José de las llaves y los poderes del apostolado a los Doce, y con el testimonio confirmador del Espíritu Santo, los santos entendieron la voluntad del Señor y sostuvieron al Cuórum de los Doce Apóstoles como líderes de la Iglesia restaurada de Jesucristo.
Sección 2
¿Cómo podría el Señor guiarnos cuando el futuro parece incierto?
En enero de 1846, en medio de la creciente persecución contra los santos, los Doce Apóstoles ultimaron los planes para abandonar Nauvoo y dirigirse hacia el oeste. En 1842, José Smith había profetizado “que los santos seguirían padeciendo mucha aflicción y que serían echados hasta las Montañas Rocosas […]; [que] establecer[ían] colonias y edificar[ían] ciudades y […] llegar[ían] a ser un pueblo poderoso en medio de las Montañas Rocosas” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 551–552).
Al tiempo que se preparaban para irse de Nauvoo, los santos también trabajaban a fin de acabar el Templo de Nauvoo. A punto de finalizar su construcción, miles de santos llenaban el templo día y noche para recibir la investidura y las ordenanzas de sellamiento. La hermana Sarah Rich observó:
Si no hubiera sido por la fe y el conocimiento que se nos concedieron en aquel templo mediante la influencia y la ayuda del Espíritu del Señor, nuestra experiencia habría sido como dar un salto al vacío […]; pero teníamos fe en nuestro Padre Celestial y depositamos en Él nuestra confianza sabiendo que éramos Su pueblo escogido. (Véase Sarah Rich, en Hijas en Mi reino: La historia y la obra de la Sociedad de Socorro, 2011, pág. 34)
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habló de los santos que se encontraban en Nauvoo en aquel momento:
Los convenios que hicieron con el Señor en el Templo de Nauvoo fueron una protección para ellos durante el trayecto hacia el oeste, tal como lo es para cada uno de nosotros hoy día y a lo largo de nuestra vida. (Robert D. Hales, “Las bendiciones del templo”, Liahona, febrero de 2014, pág. 54)
Al intensificarse la persecución, los santos ultimaron sus planes y, en febrero de 1846, el primer gran grupo de santos emprendió el viaje a través de Iowa haciendo frente al crudo frío invernal, a la escasez de provisiones y a la falta de organización. Con la primavera llegaron las lluvias, la crecida de los ríos y el lodo, lo cual hizo que los santos solamente avanzaran poco más de 480 kilómetros en 131 días. Como resultado de esa demora y de los recursos mermados, Brigham Young detuvo la marcha y estableció una estación de paso llamada Winter Quarters. Cuando llegó el otoño, la población de Winter Quarters había superado las siete mil personas.
Muchos estaban enfermos por desnutrición y frío, y la fe de algunos fue puesta a prueba. Esas difíciles circunstancias hicieron del invierno de 1846–1847 una de las épocas más difíciles de la vida de Brigham Young. Se sentía “como un padre con una gran familia de hijos a [su] alrededor”, y posteriormente recordó que sus responsabilidades le pesaban como si fueran “veinticinco toneladas” (véase “Este será nuestro convenio”, Revelaciones en contexto, 2016, pág. 330; véase también Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo II, Ninguna mano impía, 1846–1893, 2020, págs. 44–48, 50–56).
Bajo este peso, Brigham Young suplicó por guía al Señor y recibió una revelación que constituía “[l]a palabra y la voluntad del Señor en cuanto al campamento de Israel en su jornada hacia el oeste” (Doctrina y Convenios 136:1). A medida que estudies los siguientes fragmentos de esta revelación, marca si lo deseas las instrucciones y las promesas del Señor a los santos.
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, hizo una importante reflexión en cuanto al momento en que se recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 136. Él dijo:
En todo intento por recibir revelación es fundamental comprometernos a hacer todo lo que podamos mediante nuestro propio esfuerzo y según nuestro criterio; eso significa que tenemos que prestar servicio y trabajar.
El llevar a cabo nuestro servicio y trabajo es una forma importante de hacernos dignos de recibir revelación. En mi estudio de las Escrituras he notado que, mayormente, los hijos de Dios reciben revelación cuando están en acción y no cuando se sientan en sus casas esperando que el Señor les diga el primer paso que deben dar.
Por ejemplo, es importante destacar que la revelación que se conoce como “La Palabra y la Voluntad del Señor en cuanto al Campamento de Israel” (D. y C. 136:1) no se dio en Nauvoo mientras el Cuórum de los Doce planificaba el éxodo de Nauvoo […] ni tampoco se dio en la orilla oeste del río Misisipi […]. La revelación de dirigir el traslado de los santos a través de las planicies se dio el 14 de enero de 1847, cuando los santos ya habían viajado la tercera parte del camino hacia los valles de las montañas. (Véase Dallin H. Oaks, “En Su propio tiempo y a Su propia manera”, Liahona, agosto de 2013, págs. 24, 26)
Piensa por un momento en cómo esta reflexión del presidente Oaks se puede aplicar a tus propias preguntas y a las decisiones que influyen en tu futuro.
A principios de abril de 1847, Brigham Young partió de Winter Quarters con la primera compañía de santos. Viajaron 1660 kilómetros en cuatro meses y llegaron al valle del Lago Salado el 24 de julio de 1847. Wilford Woodruff registró que, cuando Brigham Young vio el valle, “estuvo varios minutos absorto en una visión […]. Cuando la visión llegó a su fin, dijo: ‘Está bien. Este es el lugar. ¡Adelante!’” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, 2005, pág. 151). En octubre, unos mil setecientos santos se habían establecido en Utah, pero aproximadamente otros diez mil seguían viviendo a lo largo del río Misuri en Iowa y Nebraska y viajarían al oeste en los cinco años que siguieron (véase “El sostenimiento de una nueva Primera Presidencia en 1847”, LaIglesiadeJesucristo.org).
Durante más de tres años, los Doce Apóstoles habían dirigido la Iglesia en ausencia de una Primera Presidencia. En diciembre de 1847, los apóstoles se encontraron en Council Bluffs, Iowa, donde todavía vivían muchos santos, y se reunieron en una pequeña cabaña para hablar de la reorganización de la Primera Presidencia. “Una extraordinaria manifestación del Espíritu Santo se derramó sobre los presentes”, y los Doce sostuvieron unánimemente a Brigham Young, el apóstol de más antigüedad, como Presidente de la Iglesia (Autobiografía de Bathsheba W. Smith, pág. 12, Biblioteca de Historia de la Iglesia; la ortografía se ha estandarizado; véase también Santos, tomo II, págs. 94–97, 100–104).