“Lección 8 — Material de preparación para la clase: La organización de la Iglesia de Jesucristo”, Fundamentos de la Restauración: Material para el maestro, 2019
“Lección 8 — Material de preparación para la clase”, Fundamentos de la Restauración: Material para el maestro
Lección 8 — Material de preparación para la clase
La organización de la Iglesia de Jesucristo
¿Qué significa para ti formar parte de la Iglesia restaurada de Jesucristo? A medida que estudies esta lección, considera cómo tu participación en la Iglesia del Señor te permite alcanzar mayores bendiciones para ti y tu familia, así como para las personas con las que te relacionas a lo largo de tu vida.
Sección 1
¿De qué manera es única La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días entre todas las demás iglesias y religiones?
El 6 de abril de 1830, de pie junto a un arroyo, José Smith observó “el bautismo de su madre y de su padre para unirse a la Iglesia. Luego de años siguiendo diferentes caminos en su búsqueda de la verdad, por fin estaban unidos en la fe. Cuando Joseph, padre, salió del agua, José lo tomó de la mano, lo ayudó a llegar a la orilla y lo abrazó.
“‘¡Mi Dios —exclamó hundiendo su rostro en el pecho de su padre—, he vivido hasta ver a mi padre bautizarse en la Iglesia verdadera de Jesucristo!’” (Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815–1846, 2018, pág. 86).
Después de que José Smith hubo traducido el Libro de Mormón y recibido la autoridad del sacerdocio por medio de mensajeros celestiales, el Señor le dirigió “por el espíritu de profecía y revelación […] a organizar nuevamente la Iglesia [de Jesucristo] sobre la tierra” (Joseph Smith, en History, circa June 1839–circa 1841 [draft 2], pág. 29, josephsmithpapers.org). En el día 6 de abril de 1830, alrededor de 60 personas se reunieron en la casa de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York, para presenciar el “origen de la Iglesia de Cristo en estos últimos días […] por la voluntad y el mandamiento de Dios” (Doctrina y Convenios 20:1).
El día en el que la Iglesia fue organizada, los Santos sostuvieron a José Smith y a Oliver Cowdery como sus líderes, tomaron la Santa Cena, presenciaron la ordenación de hombres a los oficios del sacerdocio y vieron a aquellos que ya habían sido bautizados recibir el don del Espíritu Santo y ser confirmados miembros de la Iglesia.
De este día, el profeta José Smith observó:
[D]espués de pasar momentos felices presenciando y sintiendo nosotros mismos los poderes y las bendiciones del Espíritu Santo, por la gracia de Dios conferida sobre nosotros, partimos con la agradable sensación de saber que ya éramos miembros, reconocidos por Dios como tales, de “La Iglesia de Jesucristo”, organizada de acuerdo con los mandamientos y las revelaciones que Él mismo nos había dado en estos postreros días. (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 145–146)
El Señor señaló, por medio de revelación, el día preciso en el cual se tenía que organizar Su Iglesia una vez más sobre la tierra (véase el encabezado de la sección Doctrina y Convenios 20), y después dio el nombre por el que debía llamarse a la Iglesia.
Aproximadamente un año y medio después de que la Iglesia fuese organizada, el Señor declaró que Él había dado poder a José Smith y a otras personas “para establecer los cimientos de esta iglesia y de hacerla salir de la obscuridad y de las tinieblas, la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra, con la cual yo, el Señor, estoy bien complacido, hablando a la iglesia colectiva y no individualmente” (Doctrina y Convenios 1:30).
Sección 2
¿Cuáles son algunas razones por las que el Señor ha declarado que esta es “la única iglesia verdadera y viviente”?
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enseñó:
Hay tres características: (1) la plenitud de la doctrina, (2) el poder del sacerdocio y (3) el testimonio de Jesucristo, que explican por qué Dios ha declarado y por qué Sus siervos sostienen que esta es “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra” […].
Dado que era mucho lo que se había perdido en la Apostasía, fue necesario que el Señor restaurara la plenitud de Su doctrina […].
La doctrina de Jesucristo, comprendida en su plenitud, es el plan por medio del cual podemos llegar a ser lo que se supone que los hijos de Dios deben llegar a ser […].
La segunda y absolutamente esencial característica […] es la autoridad del sacerdocio […].
Como resultado de tener el poder del sacerdocio, los líderes y miembros debidamente autorizados […] reciben el poder para llevar a cabo las ordenanzas requeridas del sacerdocio […].
La tercera razón por la que somos “la única iglesia verdadera” es que tenemos la verdad restaurada acerca de la naturaleza de Dios y de nuestra relación con Él; es por eso que tenemos un testimonio singular de Jesucristo. De manera notable, nuestra creencia en la naturaleza de Dios es lo que nos distingue de los credos formales de la mayoría de las denominaciones cristianas. (Véase Dallin H. Oaks, “La única Iglesia verdadera y viviente”, Liahona, agosto de 2011, págs. 49, 50–51)
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, también explicó que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días “es una iglesia viviente debido a las obras y los dones del Espíritu Santo” (“Recibe el Espíritu Santo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 97).
El hermano Tad R. Callister, que fue Presidente General de la Escuela Dominical, también enseñó:
[La declaración del Señor en Doctrina y Convenios 1:30] [n]o significa que otras iglesias no posean alguna verdad, porque ciertamente tienen; no quiere decir que otras iglesias no hagan el bien, porque hacen mucho bien. Lo que sí significa es que ésta es la única Iglesia que tiene toda la verdad que se ha revelado hasta este momento en esta dispensación; la única Iglesia que tiene las ordenanzas necesarias para la exaltación, y la única Iglesia que tiene el sacerdocio de Dios para llevar a cabo esas ordenanzas con validez divina. ¿Qué evidencia tenemos de esta aseveración?
[…] Si alguien igualara el plano de la Iglesia original de Cristo con todas las iglesias del mundo de hoy, descubriría que […] únicamente coincidiría con una: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. (Tad R. Callister, “¿Cuál es el plano de la Iglesia de Cristo?”, devocional del Sistema Educativo de la Iglesia para jóvenes adultos, 12 de enero de 2014, ChurchofJesusChrist.org)
Es importante entender que ser miembro de “la única iglesia verdadera y viviente” de Jesucristo no significa que nosotros creamos que somos mejores que otras personas. Pero nuestro compromiso como miembros sí incluye la responsabilidad de amar a los demás e invitarles a venir a Cristo y recibir las bendiciones de Su evangelio restaurado.
Sección 3
¿Qué debo compartir con alguien que siente que puede ser religioso o espiritual sin participar en la Iglesia del Señor?
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
[E]xisten aquellas personas que se consideran a sí mismas religiosas o espirituales y, sin embargo, rechazan la participación en la Iglesia o aun la necesidad de tal institución. La práctica religiosa es para ellas estrictamente personal. Sin embargo, la Iglesia es la creación de Aquél en quien se centra nuestra espiritualidad: Jesucristo […].
El antiguo objetivo sigue siendo el de predicar las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo y administrar las ordenanzas de salvación; en otras palabras, llevar a la gente a Cristo […].
Es importante reconocer que el propósito primordial de Dios es nuestro progreso. Su deseo es que continuemos “de gracia en gracia hasta que recib[amos] la plenitud” [Doctrina y Convenios 93:13] de todo lo que Él puede ofrecer. Eso requiere más que simplemente ser amables o sentirse espirituales; requiere fe en Jesucristo, arrepentimiento, bautismo de agua y del Espíritu Santo, y perseverar con fe hasta el fin [véase 2 Nefi 31:17–20]. No podemos lograr esto plenamente al estar aislados; de modo que una de las razones principales por las que el Señor ha creado una Iglesia es para crear una comunidad de santos que se apoyen uno al otro en el “estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna” [2 Nefi 31:18] […].
Si una persona cree que todos los caminos conducen al cielo o que no hay requisitos específicos para la salvación, no verá la necesidad de proclamar el Evangelio ni de las ordenanzas y los convenios para redimir, ya sea a los vivos o a los muertos. Sin embargo, no hablamos solamente de la inmortalidad, sino también de la vida eterna; y para ello, el sendero del Evangelio y de los convenios son fundamentales, y el Salvador necesita una Iglesia para ponerlos a disposición de todos los hijos de Dios —tanto de los vivos como de los muertos. (Véase D. Todd Christofferson, “El porqué de la Iglesia”, Liahona, noviembre de 2015, págs. 108, 110)
La hermana Bonnie L. Oscarson, que sirvió como Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, enseñó que el participar en la Iglesia también nos ayuda a llegar a ser más como Cristo, al darnos oportunidades de servir y ministrar a los demás.
Es cierto que asistimos a nuestras reuniones semanales de la Iglesia para participar de las ordenanzas, aprender doctrina y ser inspirados, pero otra razón muy importante para asistir es que, como la familia que es nuestro barrio y como discípulos del Salvador Jesucristo, cuidamos el uno del otro, nos alentamos unos a otros y buscamos maneras de servirnos y fortalecernos unos a otros. No solo recibimos y tomamos lo que se ofrece en la Iglesia; sino que se nos necesita para dar y proveer […].
Pidan a su Padre Celestial que les muestre aquellos a su alrededor que necesitan su ayuda y que los inspire en cuanto a cómo servirles mejor. Recuerden que el Salvador a menudo ministraba a una persona a la vez. (Véase Bonnie L. Oscarson, “Las necesidades ante nosotros”, Liahona, noviembre de 2017, págs. 26–27)