“Lección 10 — Material de preparación para la clase: El nuevo y sempiterno convenio del matrimonio”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 10 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 10 — Material de preparación para la clase
El nuevo y sempiterno convenio del matrimonio
En la lección 6, aprendimos que el matrimonio es ordenado por Dios. El presidente Russell M. Nelson también ha enseñado que el matrimonio celestial es “el tipo de matrimonio más elevado y perdurable que nuestro Creador ofrece a Sus hijos”, lo que proporciona “mayores posibilidades de obtener la felicidad que cualquier otro tipo de relación” (“El matrimonio celestial”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 92, 93). Al estudiar este material, considera tus propios sentimientos acerca del matrimonio eterno y lo que puedes hacer para vivir digno de él.
Sección 1
¿Por qué debería esforzarme por tener un matrimonio eterno?
Al pensar en los matrimonios de personas que conozcas, es posible que te preguntes en qué se diferencia el matrimonio en el templo del matrimonio civil.
Creemos que “[e]l divino plan de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org). Las relaciones familiares eternas son posibles gracias a Jesucristo. El presidente Nelson enseñó: “… la expiación de Jesucristo […] hizo realidad la resurrección para todos y posibilitó la vida eterna para aquellos que se arrepientan de sus pecados, y reciban y cumplan ordenanzas y convenios esenciales” (“Cómo obtener el poder de Jesucristo en nuestra vida”, Liahona, mayo de 2017, pág. 39). En los últimos días, el Señor ha restaurado la autoridad, las ordenanzas y los convenios que permiten que se establezcan los matrimonios eternos.
Como se utiliza en el versículo 2, la palabra nuevo significa que el convenio se ha restaurado nuevamente en nuestra dispensación. El convenio también es sempiterno porque es eterno y ha existido desde “antes de la fundación del mundo” (Doctrina y Convenios 132:5). Fue parte del convenio que Dios concertó con Abraham y su esposa Sara hace mucho tiempo.
En el Bible Dictionary [diccionario de la Biblia en inglés], aprendemos que “Abraham recibió primero el Evangelio por medio del bautismo (que es el convenio de salvación). Entonces se le confirió el sacerdocio mayor y entró en el convenio del matrimonio celestial (el cual es el convenio de la exaltación), por el que logró la seguridad de que tendría progenie eterna [una posteridad innumerable]” (Bible Dictionary, “Abraham, covenant of”).
El Señor le prometió a Abraham: “… multiplicaré en gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar” (Génesis 22:17). El matrimonio celestial incluye la bendición de “tener hijos en […] la gloria celestial” (José Smith, en History, 1838–1856 [Manuscript History of the Church], tomo D-1, pág. 1551 [josephsmithpapers.org]).
Además, el Señor le prometió a Abraham que todas esas bendiciones se ofrecerían a su posteridad terrenal (véanse Doctrina y Convenios 132:29–31; Abraham 2:6–11). La porción del convenio abrahámico correspondiente al matrimonio eterno y a la progenie eterna se renueva con cada persona que entra en “el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio” (Doctrina y Convenios 131:2). En otras palabras, mediante la ordenanza del sellamiento en matrimonio, se nos prometen las mismas bendiciones que recibió Abraham.
Cuando un hombre y una mujer se sellan en el templo, hacen convenios sagrados con Dios y entre ellos. Estos abarcan los convenios de mantenerse fieles el uno al otro y a Dios, de vivir a la manera de Cristo, de honrar todos los convenios del Evangelio que han hecho, y de multiplicarse y henchir la tierra.
Considera el significado de esta imagen en lo que respecta al convenio del matrimonio eterno. En cuanto a esa relación de convenio, el élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
El Señor Jesucristo es el punto principal en la relación del convenio del matrimonio. Tomen nota de cómo el Salvador está ubicado en la cúspide de este triángulo, y en la base figura una mujer en una esquina y un hombre en la otra. Consideren, ahora, lo que ocurre en la relación entre el hombre y la mujer a medida que cada uno, gradualmente, “[viene] a Cristo” y se esfuerza por ser perfeccionado en Él (Moroni 10:32). A causa del Redentor, y por medio de Él, el hombre y la mujer se acercan más el uno al otro (“El matrimonio es esencial para Su plan eterno”, Liahona, junio de 2006, pág. 54).
Sección 2
¿Qué decisiones debo tomar para que mi matrimonio sea eterno?
El Señor reveló que si el hombre y la mujer no se casaran de acuerdo con Su ley (entrar en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio) y por Su autoridad, entonces su matrimonio “ninguna validez tendr[á] […] cuando mueran” (Doctrina y Convenios 132:15). Sin embargo, el simple hecho de estar sellados en el templo tampoco es garantía de tener un matrimonio eterno.
Tal vez habrás notado en el versículo 19 que los matrimonios en el templo, para ser eternos, deben ser “sellado[s] por el Santo Espíritu de la promesa”. En la Guía para el Estudio de las Escrituras aprendemos: “El Espíritu Santo es el Santo Espíritu de la promesa (Hechos 2:33), y confirma, como aceptables ante Dios, los actos, las ordenanzas y los convenios rectos de los hombres. El Santo Espíritu de la promesa testifica al Padre que las ordenanzas salvadoras se han efectuado debidamente y que se han guardado los convenios relacionados con ellas” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Santo Espíritu de la Promesa”, scriptures.ChurchofJesusChrist.org).
Cuando los cónyuges “cumplen [el] convenio” (Doctrina y Convenios 132:19) el Espíritu Santo, en Su función de Santo Espíritu de la promesa, confirma a Dios que han guardado sus convenios y que su matrimonio se vuelve eterno. Para “cumpl[ir] [el] convenio”, ambos cónyuges deben honrar fielmente los términos y las condiciones de sus convenios de sellamiento. El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó acerca de la importancia de honrar esos convenios:
Según se nos enseña en ese pasaje de las Escrituras [Doctrina y Convenios 132:19], no existen lazos eternos solo como resultado de los convenios selladores que hacemos en el templo. Lo que seremos en las eternidades por venir lo determinará la conducta que llevemos en esta vida. A fin de recibir las bendiciones del sellamiento que nuestro Padre Celestial nos ha dado, debemos obedecer los mandamientos y conducirnos de tal forma que nuestra familia quiera estar con nosotros en la eternidad (“La familia eterna”, Liahona, enero de 1997, pág. 73).
Al esforzarnos por ser la mejor persona que podamos ser y por guardar nuestros convenios, podemos observar el ejemplo de Jesucristo. Tal como el élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
Nuestro Salvador, Jesucristo, es nuestro gran Ejemplo en cuanto a hacer y guardar promesas y convenios. Vino a la tierra con la promesa de hacer la voluntad del Padre, enseñó los principios del Evangelio en palabra y en hechos, y expió nuestros pecados para que podamos vivir de nuevo. Él ha honrado cada una de Sus promesas.
… Guardar las promesas no es un hábito, es una característica de ser discípulos de Jesucristo […].
Mi pregunta hoy es: ¿somos fieles a nuestras promesas y convenios, o son a veces compromisos a medias que se hacen a la ligera y que, por lo tanto, se quebrantan con facilidad? (“Ser fieles a nuestras promesas y convenios”, Liahona, noviembre de 2019, págs. 53, 54).