“Lección 2 — Material de preparación para la clase: La función de los profetas de proclamar la doctrina de la familia eterna”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 2 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 2 — Material de preparación para la clase
La función de los profetas de proclamar la doctrina de la familia eterna
Somos bendecidos por vivir en una época en la que el Señor ha llamado nuevamente profetas vivientes para guiarnos y protegernos. ¿De qué manera los profetas del Señor le han enseñado a entender la doctrina de la familia eterna? A medida que estudie esta lección, considere la forma en que puede obtener un mayor testimonio de los profetas vivientes y confiar en sus palabras más plenamente en su vida.
Sección 1
¿De qué modo se evidencia el amor de Dios en los consejos de los profetas?
Cuando el Señor llamó a Ezequiel a ser profeta, comparó la nueva función de este con la de un atalaya. En la antigüedad, los atalayas se ponían encima de muros o en torres para ayudar a proteger ciudades, viñas o campos (véase “Atalayas en la torre”, Liahona, abril de 2016, pág. 38). La perspectiva que tenían desde un punto elevado les permitía ver cosas que otros no podían, así como advertir con tiempo sobre los peligros que se aproximaban.
Los profetas nos ayudan a ver las cosas desde la perspectiva eterna de Dios. Él los bendice como videntes con una dotación divina de visión espiritual. Pueden “saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras” (Mosíah 8:17; véanse también los versículos 15–16). El Señor los ha puesto para protegernos de peligros espirituales y físicos.
El presidente Russell M. Nelson enseñó lo siguiente en cuanto a la motivación y la responsabilidad de los atalayas del Señor:
Cada uno de los Apóstoles del Señor está en condiciones de observar y sentir el amor que el Padre Celestial tiene por Sus hijos, en particular, por los que están pasando dificultades […].
A veces, a nosotros, como líderes de la Iglesia, se nos critica por aferrarnos firmemente a las leyes de Dios, por defender la doctrina del Salvador y por resistir las presiones sociales de nuestros días, pero nuestra comisión como Apóstoles ordenados es “ir por todo el mundo a predicar [Su] evangelio a toda criatura” [Doctrina y Convenios 18:28]. Eso quiere decir que se nos manda enseñar la verdad.
Al hacerlo, a veces se nos acusa de ser poco compasivos cuando enseñamos los requisitos del Padre para la exaltación en el Reino Celestial. Sin embargo, ¿no seríamos mucho menos compasivos si no dijéramos la verdad, si no enseñáramos lo que Dios ha revelado?
Es precisamente porque sí nos importan profundamente todos los hijos de Dios que proclamamos Su verdad. Es posible que no siempre le digamos a las personas lo que estas quieren oír. Los profetas rara vez son populares, ¡pero siempre enseñaremos la verdad! (“The Love and Laws of God” [devocional de la Universidad Brigham Young, 17 de septiembre de 2019], pág. 3, speeches.byu.edu).
Sección 2
¿De qué manera la proclamación sobre la familia es evidencia de que los profetas del Señor actúan como atalayas en la actualidad?
El 23 de septiembre de 1995, en una Reunión General de la Sociedad de Socorro, el presidente Gordon B. Hinckley presentó: “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”. Antes de hacerlo, explicó por qué la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles sintieron la necesidad de emitir esta proclamación:
Con tanta sofistería que se hace pasar como verdad, con tanto engaño en cuanto a las normas y los valores, con tanta tentación de seguir los consejos del mundo, hemos sentido la necesidad de amonestar y advertir sobre todo ello. A fin de hacerlo, nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles, presentamos una proclamación a la Iglesia y al mundo como una declaración y confirmación de las normas, doctrinas y prácticas relativas a la familia que los profetas, videntes y reveladores de esta Iglesia han repetido a través de la historia (“Permanezcan firmes frente a las asechanzas del mundo”, Liahona, enero de 1996, pág. 116).
El siguiente fragmento de la biografía del presidente Nelson describe lo que el Señor permitió que Sus Apóstoles vieran que llevó a la creación de la proclamación sobre la familia:
Cierto día, en 1994, el Cuórum de los Doce Apóstoles pasó un día en la sala de consejo del Templo de Salt Lake analizando asuntos relacionados con la familia. Consideraron todo, desde la naturaleza omnipresente de la pornografía hasta las potenciales legislaciones contra la familia de diferentes tipos. No se trataba de una conversación nueva, pero ese día toda la agenda giró en torno a ese tema vital.
Los Doce revisaron tanto la doctrina como las normas, teniendo en cuenta las cosas que no se podían cambiar (la doctrina) y las cosas que era posible cambiar (las normas). Analizaron problemas que veían venir, entre ellos, la intensificación de la presión social a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo y los derechos de las personas transgénero. “Pero eso no fue lo único que vimos”, explicó el élder Nelson. “Pudimos ver los esfuerzos de varias comunidades para eliminar toda norma y límites en cuanto a la actividad sexual. Vimos la confusión de los géneros. Pudimos ver que todo eso se aproximaba”.
Ese largo análisis, junto con otros durante cierto período de tiempo, condujo a la conclusión de que los Doce debían preparar un documento, quizás incluso una proclamación, para delinear la posición de la Iglesia sobre la familia y presentarlo a la Primera Presidencia para su consideración (Sheri Dew, Insights from a Prophet’s Life: Russell M. Nelson, 2019, pág. 208).
Sección 3
¿De qué manera puedo recibir y reaccionar fielmente a las palabras de los profetas del Señor?
En Nazaret, Su pueblo natal, el Salvador fue rechazado cuando proclamó que Él era el Mesías prometido. Como respuesta a las muchas dudas, el Salvador declaró: “… ningún profeta es aceptado en su propia tierra” (Lucas 4:24).
De la misma manera, en nuestra época, algunas personas escogen no aceptar a los profetas del Señor. Quizás a usted, en ocasiones, le parezca difícil entender o seguir los consejos y enseñanzas de los profetas modernos.
El día en que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue organizada, el profeta José Smith recibió una revelación del Señor que contenía un mandamiento y promesas para los miembros de Su Iglesia.
Piense en lo que significa recibir las palabras del Señor por medio de los profetas “con toda fe y paciencia” (versículo 5). Considere también las bendiciones prometidas por hacerlo. Las Escrituras contienen muchos relatos de personas que decidieron ejercer fe y paciencia en las palabras de los profetas. Elija uno o más de los siguientes pasajes de las Escrituras para estudiarlos:
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1 Nefi 2:11–16 (Nefi abandona Jerusalén, tal como lo mandó el profeta Lehi)
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1 Reyes 17:8–24 (La viuda de Sarepta responde a la petición de Elías el Profeta en tiempo de hambruna)
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2 Reyes 5:9–14 (Naamán, el sirio, busca ser sanado de lepra por el profeta Eliseo)
Cuando servía como consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, la hermana Carol F. McConkie observó:
De acuerdo con las normas del mundo, seguir al profeta puede ser poco popular, políticamente incorrecto o socialmente inaceptable. Pero seguir al profeta es siempre lo correcto (“Vivir de acuerdo con las palabras de los profetas”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 78).
Podemos tener confianza en seguir a los profetas del Señor.