“Lección 21 — Material de preparación para la clase: Criar a los hijos con amor”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 21 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 21 — Material de preparación para la clase
Criar a los hijos con amor
Ser padre no es fácil. No obstante, no estamos solos. Mientras prestaba servicio como miembro de los Setenta, el élder Bradley D. Foster enseñó: “Nuestro Padre Celestial desea que tengamos éxito, porque, en definitiva, ellos fueron Sus hijos antes de ser nuestros” (“Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 51). Al estudiar esta lección, piensa en cómo puedes seguir el ejemplo de nuestro Padre Celestial al criar a tus hijos actuales o futuros.
Sección 1
¿Cómo puedo criar a mis hijos con amor?
Los profetas de los últimos días han declarado: “Los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org). El presidente Dieter F. Uchtdorf, que entonces era miembro de la Primera Presidencia, sugirió una forma en que los padres pueden cumplir con esa responsabilidad:
En las relaciones familiares, amor en realidad se deletrea t-i-e-m-p-o, tiempo. El tomar tiempo para estar juntos es la clave para la armonía en el hogar (“De las cosas que más importan”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 22).
Los padres y los hijos pueden pasar tiempo significativo juntos de muchas maneras. Mientras prestaba servicio en la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, la presidenta Susan W. Tanner enseñó:
[U]na relación amorosa requiere comunicación constante, jugar, reír y trabajar […]. [C]reo que padres e hijos deben participar mutuamente en sus experiencias diarias y comunes (“¿Te dije… ?”, Liahona, mayo de 2003, pág. 75).
Incluso aunque a los padres les resulte más fácil hacer un trabajo solos, los momentos para trabajar juntos pueden brindar grandes oportunidades para que padres e hijos conversen. Trabajar juntos también puede ayudar a los padres a enseñar a sus hijos el valor del trabajo y evitar la ociosidad (véase Doctrina y Convenios 68:31).
El presidente Uchtdorf compartió otras formas en que los padres pueden pasar tiempo con sus hijos:
Debido a que “ningún otro éxito puede compensar el fracaso” [J. E. McCulloch, Home: The Savior of Civilization, 1924, pág. 42] [en nuestras familias] debemos dar gran prioridad a nuestra familia. Establecemos relaciones familiares profundas y amorosas al hacer cosas sencillas juntos, como cenar en familia, la noche de hogar y al simplemente divertirnos juntos (“De las cosas que más importan”, págs. 21–22).
Tal como destaca el presidente Uchtdorf, el llevar a cabo actividades recreativas saludables puede contribuir al éxito de las relaciones familiares (véase también “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”). Esas experiencias pueden ayudar a crear “firmes lazos familiares que […] den a [los] hijos una identidad más fuerte de la que puedan encontrar en su grupo de compañeros, en la escuela o en cualquier otro lugar” (M. Russell Ballard, “Lo más importante es lo que perdura”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 43).
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enseñó principios que pueden guiar a los padres a la hora de elegir actividades para hacer con sus hijos:
Al decidir cómo vamos a pasar nuestro tiempo como familia, debemos tener cuidado de no agotar nuestro tiempo disponible en cosas que simplemente son buenas y dejar poco tiempo para las que son mejores o excelentes. Un amigo llevó a su joven familia a varios viajes durante las vacaciones de verano, incluso visitas a lugares históricos memorables. Al final del verano, le preguntó a su hijo adolescente cuál de esas buenas actividades veraniegas había disfrutado más. El padre aprendió de la respuesta, al igual que lo hicieron aquellos a quienes él se los contó. “Lo que más me gustó este verano”, dijo el muchacho, “fue la noche en que tú y yo nos acostamos en el césped y conversamos, mirando las estrellas”. Las actividades familiares extraordinarias pueden ser buenas para los hijos, pero no siempre son mejores que el pasar tiempo en forma individual con un padre amoroso (“Bueno, Mejor, Excelente”, Liahona, noviembre de 2007, pág. 105).
Sección 2
¿Cómo puedo disciplinar a mis hijos con amor?
Un aspecto desafiante de la crianza de los hijos puede ser el disciplinar a los hijos. En ese aspecto, podemos aprender del Señor, quien demostró cómo disciplinar con amor. Por ejemplo, cuando los primeros miembros de la Iglesia demoraron la construcción del Templo de Kirtland, Él los reprendió (Nota: la palabra chasten que allí se traduce del original en inglés como “reprender” significa disciplinar o corregir).
Piensa en cómo el siguiente consejo de la presidenta Tanner puede ayudar a los padres a disciplinar a sus hijos a la manera de Cristo.
A veces, la disciplina (que significa enseñar) se confunde con la crítica. Los niños (así como las personas de todas las edades) mejoran su conducta con el amor y el aliento en vez de la crítica (“¿Te dije… ?”, pág. 74).
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a los padres a ser prudentes en la forma en que disciplinan. (Nota: Aunque se dirigía a los padres, su consejo también se aplica a las madres).
[E]n la disciplina un padre debe ejercer un cuidado especial, no sea que hubiera algo que se acercara al maltrato, lo cual nunca se justifica. Al corregir, la motivación de un padre debe de ser el amor, y su guía el Espíritu Santo:
“Reprendiendo en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo;
“para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte” [Doctrina y Convenios 121:43–44].
En el modelo divino, la disciplina no tiene tanto que ver con castigar como con ayudar a un ser querido a recorrer la senda del autodominio (“Padres”, Liahona, mayo de 2016, pág. 95).
Al ayudar a los hijos a aprender y corregir su mala conducta, los padres deben establecer consecuencias lógicas por las acciones. Deben tener cuidado de no continuar las prácticas disciplinarias que tal vez se acepten en sus culturas o familias, pero que no estén de acuerdo con las enseñanzas del Señor.
El presidente Russell M. Nelson brindó asesoramiento adicional:
Cuando sea necesario corregir a alguno de sus hijos, sería bueno que se preguntaran a ustedes mismos: “¿Qué puedo decir o hacer para persuadirle a escoger un camino mejor?”. A la hora de impartir la corrección necesaria, háganlo con tranquilidad, en privado, con amor y no en público. Si es necesario reprender, demuestren pronto mayor amor para que las semillas del resentimiento no echen raíz. Para lograr persuadir, su amor debe ser sincero y sus enseñanzas deben basarse en la doctrina divina y en principios correctos (“La salvación y la exaltación”, Liahona, mayo de 2008, pág. 9).
Sección 3
¿Cómo puedo enseñar a mis hijos a amarse y servirse unos a otros?
Los líderes de la Iglesia en nuestros días han reafirmado que los “padres tienen el deber sagrado […] de enseñarles [a sus hijos] a amarse y a servirse el uno al otro” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”). Mientras prestaba servicio en la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, la presidenta Bonnie L. Oscarson dio el siguiente consejo sobre amar y servir a los miembros de nuestra familia:
Comiencen su servicio en sus propios hogares y dentro de sus propias familias. Esas son las relaciones que pueden ser eternas. Incluso, y quizás especialmente, si su situación familiar es menos que perfecta, ustedes pueden encontrar maneras de servir, elevar y fortalecer. Comiencen en donde estén, ámenlos tal cual son y prepárense para la familia que quieren tener en el futuro (“Las necesidades ante nosotros”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 27).
Satanás procura perturbar el amor y el servicio que los miembros de la familia pueden experimentar en el hogar. Una forma en que lo hace es incitando a la contención.