“Lección 23 — Material de preparación para la clase: Cuando las bendiciones del matrimonio eterno o de los hijos se demoran”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 23 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 23 — Material de preparación para la clase
Cuando las bendiciones del matrimonio eterno o de los hijos se demoran
Muchas personas experimentan demoras en recibir sus deseos justos de casarse o de tener hijos, y esas demoras pueden traer desánimo, preocupación o pesar. Al estudiar este material, piensa en por qué podemos confiar en que el Señor cumplirá Sus bendiciones prometidas para nuestra familia eterna si le somos fieles. También considera por qué todos somos necesarios en la Iglesia del Salvador y en el plan de Dios, sean cuales sean nuestras circunstancias familiares.
Sección 1
¿Qué sucede si mis circunstancias no concuerdan con las que se describen en la proclamación sobre la familia?
Los líderes de la Iglesia enseñan los ideales de la vida familiar. También reconocen que no todos experimentan esos ideales. Por ejemplo, en la proclamación sobre la familia, los profetas enseñan que algunas “circunstancias pueden requerir una adaptación individual” para cumplir con las sagradas responsabilidades familiares (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org).
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, reconoció que los miembros de la Iglesia fieles experimentan diversas circunstancias familiares:
Hay muchos jóvenes y personas mayores que son leales y fieles al evangelio de Jesucristo, aun cuando su situación actual no sea precisamente la que se describe en la proclamación sobre la familia: niños cuyas vidas han sido sacudidas por el divorcio […]; mujeres y hombres divorciados que han sido heridos profundamente por la infidelidad de su cónyuge; esposos y esposas que no pueden tener hijos […]; mujeres y hombres solteros que por diversos motivos no han podido casarse (“El ojo de la fe”, Liahona, mayo de 2019, pág. 36).
El presidente M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
… en la actualidad, más de la mitad de los adultos de la Iglesia son viudos, divorciados o nunca se han casado. Algunos se preguntan acerca de sus oportunidades y su lugar en el plan de Dios y en la Iglesia. Debemos entender que la vida eterna no se trata simplemente del estado civil actual, sino del discipulado y de ser “valientes en el testimonio de Jesús” [Doctrina y Convenios 76:79; véase también Doctrina y Convenios 121:29] […].
Todos aquellos que acepten el misericordioso don del arrepentimiento del Salvador y vivan Sus mandamientos recibirán la vida eterna, aunque no logren todas sus características y perfecciones en la vida terrenal (“Esperanza en Cristo”, Liahona, mayo de 2021, págs. 54–55).
Algunas personas podrían preguntarse por qué los líderes de la Iglesia continúan enseñando acerca de los ideales de la vida familiar cuando muchos miembros de la Iglesia no experimentan esos ideales.
La hermana Sharon Eubank, de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, compartió algunas de sus experiencias y reflexiones como adulta soltera:
Al estar soltera, entiendo cómo se siente esto. No tienes compañero; sentarse en la Iglesia es incómodo; las fiestas pueden ser una tortura; los parientes sienten que pueden hacer comentarios cuando nadie debería decir una palabra […].
Encajar en una Iglesia centrada en la familia también puede ser difícil. Pero la realidad es que la mayoría de los miembros de la Iglesia no viven en una situación familiar perfecta. No tengo la certeza de que alguien viva en tal familia perfecta e ideal. Entonces, ¿por qué seguir poniendo énfasis al respecto? Porque la familia es nuestro destino; y estamos sobre la tierra para aprender las aptitudes necesarias para entablar vínculos familiares fuertes, sin importar cuál sea nuestra propia situación (“A Letter to a Single Sister”, Ensign, octubre de 2019, pág. 40).
Sección 2
¿Cómo puedo seguir adelante con fe cuando las bendiciones deseadas se demoran?
Abraham y Sara sabían cómo era que el algunas bendiciones deseadas se demoraran y el que otras no se cumpliesen en esta vida. Cuando Abraham tenía 75 años, él y Sara no tenían hijos (véanse Génesis 11:29–30; 12:4). Sin embargo, el Señor le prometió: “Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra” (Génesis 13:16). El Señor también prometió que Abraham y su posteridad recibirían la tierra de Canaán como heredad (véase Génesis 17:8). Más adelante, cuando Abraham tenía 100 años y Sara 90, se les prometió que Sara daría a luz un hijo que se llamaría Isaac (véase Génesis 17:17, 19). Aunque esa promesa y otras promesas que se les extendieron a ellos se cumplieron, las promesas del Señor de que tendrían una posteridad innumerable y recibirían la tierra prometida no se cumplieron en vida de Abraham y Sara.
En el libro de Hebreos, el apóstol Pablo hizo referencia a esas promesas hechas a Abraham y a Sara.
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, explicó: “Fe significa confiar: confiar en la voluntad de Dios, confiar en Su manera de hacer las cosas y confiar en Su horario” (“Todo tiene su tiempo”, Liahona, octubre de 2003, pág. 12).
Esperar en el Señor las bendiciones que deseamos puede poner a prueba nuestra paciencia y obediencia. Cuando servía como miembro de los Setenta, el élder Spencer J. Condie enseñó:
A menudo, en nuestra impaciencia terrenal, puede que perdamos la visión de las preciosas promesas del Señor y desconectemos la obediencia del cumplimiento de esas promesas (“Reclamar las preciosas y grandísimas promesas”, Liahona, noviembre de 2007, pág. 17).
De manera similar, el presidente Ballard enseñó lo siguiente en cuanto a esperar en el Señor:
… esperar en el Señor significa obediencia continua y progreso espiritual hacia Él. Esperar en el Señor no significa aguardar el momento oportuno. Nunca deben sentirse como si estuvieran en una sala de espera […].
El progreso personal que uno puede lograr ahora mientras espera en el Señor y Sus promesas es un componente inestimable y sagrado de Su plan para cada uno de nosotros […]. El Señor honra a quienes le sirven y esperan en Él con paciencia y fe [véanse Isaías 64:4; Doctrina y Convenios 133:45] (“Esperanza en Cristo”, pág. 55).
Sección 3
¿Cómo puedo contribuir en la Iglesia del Señor sin importar mis circunstancias familiares?
Algunos miembros de la Iglesia cuyas circunstancias familiares actualmente no concuerdan con las descritas en la proclamación sobre la familia pueden preguntarse cómo encajan en la Iglesia. El apóstol Pablo comparó la Iglesia de Jesucristo con el cuerpo físico para enseñarnos por qué se necesita a cada miembro de la Iglesia.
Nuestras circunstancias particulares pueden aportar valor y experiencia a las familias de nuestro barrio o rama. El presidente Ballard recalcó:
No olviden nunca que son hijos de Dios, nuestro Padre Eterno, ahora y siempre. Él los ama y la Iglesia los quiere y los necesita. Sí, ¡los necesitamos! Necesitamos sus voces, talentos, habilidades, bondad y rectitud (“Esperanza en Cristo,” pág. 55).
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, también enseñó:
Cualquiera de nosotros podría aislarse de esta familia del barrio si utilizáramos nuestras diferencias como punto de referencia […]. En vez de ello, compartamos nuestros dones y talentos con los demás, llevándoles así un fulgor de esperanza y de gozo, y al hacerlo, elevar nuestro propio espíritu (“El pertenecer a la familia del barrio”, Liahona, marzo de 1999, pág. 12).