“Lección 24 — Material de preparación para la clase: Cómo abordar la salud mental con esperanza y compasión”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 24 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 24 — Material de preparación para la clase
Cómo abordar la salud mental con esperanza y compasión
Nuestra salud mental y emocional influye en nuestros pensamientos, sentimientos, comportamiento, resiliencia y más. Aun cuando nos esforcemos por mantener una buena salud, podemos experimentar problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión. Al estudiar esta lección, considera lo que puedes hacer para mejorar tu salud mental. También piensa en cómo puedes ser más como el Salvador al interactuar con los miembros de tu familia y otras personas que puedan experimentar ese tipo de desafíos o que puedan tener pensamientos suicidas.
Sección 1
¿Qué puedo hacer para ser más consciente de mi bienestar mental, emocional y espiritual?
Todos tenemos días o períodos en los que nos sentimos tristes, estresados o ansiosos. Es importante ser conscientes de cómo nos sentimos y por qué nos sentimos de la manera en que lo hacemos, y hacer lo mejor que podamos para manejar esas emociones de maneras saludables.
Mientras el Salvador viajaba por toda la tierra de Israel, ciertamente sintió el peso de Su ministerio. Instruyó a Sus apóstoles y fue paciente con las debilidades de ellos. Multitudes se aglomeraban a Su alrededor para presenciar Sus milagros o para ser sanados. Sus enemigos continuamente buscaban oportunidades de desacreditarlo en público. Se burlaron de Él, lo ridiculizaron, lo rechazaron y lo traicionaron. En verdad, Él fue “varón de dolores y experimentado en quebranto” (Isaías 53:3).
Jesús a menudo iba a lugares donde podía estar solo y en comunión con Dios (véanse Mateo 14:22–23; Marcos 1:35; 6:31, 46; Lucas 5:16). Seguir Su ejemplo puede fortalecer nuestra salud mental, emocional y espiritual. (Nota: En algunas situaciones de graves problemas de salud mental o pensamientos suicidas, es mejor estar acompañados en lugar de estar solos).
El presidente M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, preguntó a los jóvenes adultos:
¿Disponen de tiempo de quietud personal?
… a medida que nuestro mundo aumenta en luz, ruido y ajetreo, nos es más difícil sentir el Espíritu. Si la vida de ustedes carece de tiempo de quietud, ¡empiecen a buscar un poco de tiempo esta noche! (“Quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios” [devocional del Sistema Educativo de la Iglesia para los jóvenes adultos, 4 de mayo de 2014], broadcasts.ChurchofJesusChrist.org).
Sección 2
¿Qué puedo hacer para comprender mejor la experiencia de quienes tienen problemas de salud mental?
Durante el ministerio terrenal del Salvador, Él sanaba a las personas de todo tipo de aflicciones (véase Mateo 4:23). El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, concluyó: “Esas curaciones ciertamente incluían a aquellos cuyas enfermedades eran emocionales, mentales o espirituales” (“Él sana a los que están cargados”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 6).
Como se mencionó anteriormente, todos tenemos momentos o días en los que nos sentimos abrumados, tristes o ansiosos. Si tenemos dificultades con esos sentimientos u otros similares por un período prolongado de tiempo, o si esos sentimientos empiezan a interferir con nuestra vida diaria, es importante buscar ayuda (véase “¿Cómo puedo distinguir si solo estoy pasando por una situación difícil en este momento o si afronto problemas de salud mental?”, LaIglesiadeJesucristo.org).
Aunque la conducta pecaminosa puede causar sufrimiento mental, emocional y espiritual, es crucial que no atribuyamos todos esos desafíos al pecado ni a la falta de fe. Algunos de los hijos más fieles del Señor experimentan problemas de salud mental, tales como ansiedad grave o depresión clínica. Aunque no sabemos todo acerca de las enfermedades mentales, sí sabemos que son algo complejo. Las enfermedades mentales pueden estar relacionadas con desequilibrios químicos en el cerebro, factores genéticos y ambientales, acontecimientos traumáticos, lesiones cerebrales o consumo de substancias perjudiciales. En nuestros días, “una de cada cuatro personas se verá afectada por enfermedades mentales o emocionales en algún momento de su vida” (Bonnie L. Oscarson, “5 recursos para ayudar a los jóvenes a afrontar las enfermedades emocionales y mentales”, 21 de noviembre de 2017, LaIglesiadeJesucristo.org).
Si experimentas enfermedades mentales, ayunar y orar para pedir alivio, procurar bendiciones del sacerdocio, y asistir al templo a menudo pueden brindar fortaleza y sanación. En otras ocasiones, la enfermedad puede persistir. Si eso ocurre, recuerda que tus esfuerzos no son en vano (véase 2 Corintios 12:7–10). El Señor vela por ti y puede santificar esa experiencia para tu bien (véase Doctrina y Convenios 122:7).
Considera cómo los siguientes principios pueden apoyarte en tus esfuerzos por mantener o mejorar tu salud mental:
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Permanece centrado en el Padre Celestial y en Jesucristo. Especialmente cuando sea difícil sentir Su influencia, escoge actuar con fe en Ellos. Reflexiona sobre ocasiones en las que hayas sentido Su influencia. Recuerda que el Salvador siempre puede ayudar porque “descendió debajo de todo” (Doctrina y Convenios 88:6). Él entiende perfectamente la desesperación y la frustración de quienes sufren enfermedades mentales. El profeta Alma testificó que Jesucristo sabe “según la carne […] cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos” (Alma 7:12).
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Comparte lo que experimentas con tus seres queridos. Mantener en secreto las enfermedades mentales puede aumentar los sentimientos de aislamiento y evitar que recibas la ayuda necesaria, incluso ayuda que te salve la vida. Ayudar a otras personas a entender lo que experimentas aumentará su capacidad de apoyarte.
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Busca la guía de profesionales médicos competentes. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, aconsejó:
Si las cosas continúan debilitándolos, busquen el consejo de personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y buenos valores. Sean sinceros con ellos acerca de su historial y sus dificultades (“Como una vasija quebrada”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 41).
Si tienes familiares o conoces a otras personas que sufran enfermedades mentales, piensa en cómo el comprender estos principios también puede ayudarte a apoyarlos.
Cuando alguien comparta un problema de salud mental contigo, escucha con amor y abstente de juzgar. Como enseñó la hermana Reyna I Aburto, de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro:
Una de las mayores dádivas que podemos ofrecer es escuchar con amor, y podemos ayudar a llevar y disipar las cargadas nubes que asfixian a nuestros seres queridos y amigos [véanse Romanos 2:19; 13:12] para que mediante nuestro amor puedan volver a sentir al Espíritu Santo y percibir la luz que emana de Jesucristo (“En sol y sombra, Señor, acompáñame”, Liahona, noviembre de 2019, pág. 58).
Sección 3
¿Qué puedo hacer para ayudar a prevenir el suicidio o ayudar a aquellos que han perdido a un ser querido por el suicidio?
Los problemas de salud mental graves se encuentran entre los factores de riesgo del suicidio. “La mayoría de las personas que han intentado suicidarse no desean morir; simplemente quieren encontrar alivio al dolor físico, mental, emocional o espiritual por el que están pasando” (“Cómo prevenir el suicidio y reaccionar ante la pérdida de un ser querido”, LaIglesiadeJesucristo.org).
Si tú o alguien que conoces tiene pensamientos suicidas, busca ayuda de inmediato. Aquello podría incluir ir a una sala de urgencias de un hospital o llamar a una línea gratuita de ayuda en caso de crisis (busca vínculos de líneas de ayuda alrededor del mundo en “¿En crisis? Habla ahora”, LaIglesiadeJesucristo.org).
Cuando alguien se quita la vida, podemos sentir un pesar inconsolable. El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, señaló que puede tomar mucho tiempo sanar después de perder a alguien debido al suicidio. Luego dio el siguiente consejo:
Intenten simplemente llegar al día siguiente y después al siguiente, y luego al siguiente […]. El Señor nos ayudará con eso. Él está presente cada día (“Grieving after a Suicide” [video], LaIglesiadeJesucristo.org).
Jesucristo tiene una comprensión, una empatía y un amor perfectos. Podemos y debemos dejar todo juicio en Sus manos. El presidente Ballard enseñó:
Es obvio que no conocemos todas las circunstancias que hay detrás de cada suicidio; únicamente el Señor las sabe y Él es quien juzgará todas nuestras acciones aquí en la tierra.
Cuando llegue ese día de juicio, yo pienso que tendrá todas las cosas en cuenta: nuestra composición química y genética, nuestro estado mental, nuestra capacidad intelectual, las enseñanzas que hayamos recibido, las costumbres de nuestros padres, nuestra salud, etc. (“Lo que sabemos y lo que no sabemos sobre el suicidio”, Liahona, marzo de 1988, pág. 18).