Cómo “predicamos de Cristo” en nuestro hogar
El autor vive en Utah, EE. UU.
“Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (2 Nefi 25:26).
Durante la época de la Pascua de Resurrección un año en particular, mi esposa sugirió que leyésemos como familia los relatos de las Escrituras sobre la última semana que el Salvador pasó en la Tierra. Cada noche, a la hora de ir a dormir, leíamos el Nuevo Testamento, les mostrábamos a nuestros hijos un pequeño video de cada uno de los acontecimientos y analizábamos las preguntas que surgían. Me sorprendían las preguntas que hacían los niños, así como el Espíritu que moraba en nuestro hogar durante la lectura y las charlas que llevábamos a cabo.
Al concluir la semana, sentí gratitud y amor más profundos hacia el Salvador después de haber reflexionado mucho en Su sacrificio y en las consecuencias eternas de todo lo que Él pasó por nosotros. Además de mis propias emociones, sabía que mi esposa había estado inspirada, y percibí en nuestros hijos un entendimiento y un amor más profundos por el Salvador, así como un mayor deseo de demostrar una conducta cristiana los unos hacia los otros.
Desde entonces, hemos explorado otras maneras en las que podemos “[hablar] de Cristo” y “[predicar] de Cristo” con más frecuencia en nuestras conversaciones y lecciones, con el conocimiento de que, al edificar sobre el fundamento de Jesucristo, se nos promete gran resistencia contra las tormentas de la vida (véase Helamán 5:12).
Hagan del Salvador el centro de su enseñanza
Una cosa que hemos descubierto es que cuando incluimos el ejemplo y las enseñanzas del Salvador en nuestras conversaciones e interacciones familiares, éstas se han vuelto más potentes y significativas. A fin de utilizar una analogía del Salvador mismo, Él enseñó: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto” (Juan 15:5). Si aplicamos esta analogía a nuestra enseñanza, enseñamos los principios del Evangelio no como ideas sin relación, sino como apéndices de la expiación de Jesucristo, tal como el profeta José Smith afirmó que lo eran1. Ésa es la forma en que hacemos que el Salvador sea el centro de nuestra instrucción y no simplemente unas hojas que hemos arrancado de Su verdadera vid.
Si lo ponemos a Él en el centro de nuestra instrucción, se nos promete sustento, fortaleza y progreso, incluso ramas que darán fruto; en otras palabras, que nuestros análisis y lecciones tendrán mayor poder para convertir y producirán mayores resultados a largo plazo. Hemos descubierto que una manera de hacerlo es enseñar un principio del Evangelio y luego hacer una pregunta a nuestros hijos, como por ejemplo: “¿Cómo demostró Jesús este principio o enseñanza?” o “¿Qué dijo o qué enseñó el Señor en cuanto a esto?”.
Un ejemplo de cómo enseñar sobre la oración
Por ejemplo, digamos que usted va a enseñar en cuanto a la importancia de la oración. Podría utilizar Doctrina y Convenios 10:5, donde se nos manda “[orar] siempre”, o el consejo de Nefi de que “el espíritu malo no enseña al hombre a orar, sino le enseña que no debe orar” (2 Nefi 32:8). Esos pasajes enseñan la doctrina de la oración de manera potente. Al analizarlos, quizás podría preguntar: “¿Cómo oró el Salvador?” o “¿Cómo eran las oraciones del Salvador?”. Si tiene niños pequeños, podría preguntar: “¿Cómo piensan que eran las oraciones del Salvador?”.
Considere los relatos de las Escrituras que acudan a su mente y tome un momento para pensar en cómo contestaría usted personalmente esa pregunta. A mí, inmediatamente me viene a la mente la visita del Salvador a las Américas, cuando “oró al Padre, y las cosas que oró no se pueden escribir… Jamás el ojo ha visto ni el oído escuchado, antes de ahora, tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos que Jesús habló al Padre” (3 Nefi 17:15–16).
Más adelante en el relato, nos damos cuenta de que la gente trató de seguir el modelo de las oraciones de Él, y como resultado “no multiplicaban muchas palabras, porque les era manifestado lo que debían suplicar, y estaban llenos de anhelo” (3 Nefi 19:24; cursiva agregada). En ese momento, podría invitar a sus hijos a hablar sobre alguna ocasión en la que estuvieron llenos con el anhelo de orar, o podría comentar de alguna vez en que a usted le fueron manifestadas las palabras que habría de decir mientras oraba. Después, podría testificar en cuanto a lo diferente que es una oración cuando se hace de esa manera, la manera que enseñó el Salvador.
Piense en la influencia que podría tener en sus hijos si ellos siguieran los principios de la oración que se encuentran en esos versículos y aquellos que usted y ellos expresaron en sus testimonios. Piense en cómo eso podría mejorar la habilidad de ellos para sentir y reconocer el Espíritu, magnificar sus llamamientos, dar bendiciones del sacerdocio y, más adelante, recibir la dirección del mismo Espíritu que “enseña al hombre a orar” para criar a su propia familia (2 Nefi 32:8).
Si se excluyeran el ejemplo o las enseñanzas del Salvador al instruirlos, aún podríamos tener una buena conversación en cuanto a la oración, pero el incluir Su ejemplo y Sus enseñanzas añade mayor intensidad y poder.
Obras de arte centradas en el Evangelio
Otra cosa que hemos intentado hacer a fin de establecer un hogar que esté más centrado en Cristo es tener láminas de Cristo, del templo y de otros temas relacionados con el Evangelio en lugares donde se puedan ver fácilmente para que de ese modo nuestros hijos sepan lo que realmente es importante para nosotros.
Hace unos años, mientras nos encontrábamos en el ajuste de diezmos con nuestros hijos, nuestro obispo invitó a nuestro hijo de diez años a que se llevara una pequeña imagen del Salvador y decidiera dónde ponerla en nuestra casa para que sirviera como recordatorio constante del compromiso que nuestra familia había hecho de seguirle. Al regresar, colocó la imagen en la puerta del frente de la casa, donde, dijo él, “cada uno de nosotros la vería más”. Eso ha sido una gran bendición y un recordatorio constante para todos nosotros, todos los días, de una manera pequeña pero poderosa, de nuestra promesa de seguir a Jesucristo.
Sin importar dónde coloquen las láminas en su hogar, valdría la pena fijarse en las imágenes que tienen en las paredes y los mensajes que están enviando a sus hijos. ¿Reflejan las obras de arte en su hogar el mensaje de que están comprometidos a seguir a Cristo?
Otras maneras de enseñar en cuanto a Cristo
Reconozco que en varias ocasiones me he reído cuando uno de mis hijos ha preguntado si Jesús es más fuerte que un súper héroe de las caricaturas; no obstante, me he dado cuenta de que la pregunta de mi hijo siempre ha resultado en una gran conversación en cuanto a por qué el Salvador es superior a un súper héroe. Además de las conversaciones diarias como ésas, a continuación aparecen algunas ideas adicionales que podría considerar a fin de que su hogar se centre más en Cristo:
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Utilice el Libro de Mormón para enseñar a sus hijos sobre la expiación de Jesucristo. La palabra expiación o expiar aparece 39 veces en el Libro de Mormón.
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Para realzar sus lecciones de la noche de hogar y del estudio de las Escrituras, utilice los videos de los Mensajes Mormones, los videos de la Biblia y otros materiales de la Iglesia.
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Aprendan y canten juntos los himnos sobre el Salvador y analicen sus enseñanzas y significado.
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Busque maneras de recalcar que los profetas son testigos potentes de Jesucristo.
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Esfuércese constantemente por mejorar su propia relación con el Salvador.
Mediante el estudio meticuloso y la oración ferviente he llegado a saber que Jesucristo vive y que Su gran don de la expiación es real y que da a nuestra vida, y a la de nuestros seres queridos, significado y propósito, con la sublime y gloriosa esperanza de que nuestra familia puede ser y será nuestra por la eternidad. Ruego que cada uno de nosotros se dé cuenta de la gran importancia de establecer un hogar centrado en Cristo, y reconozca que “no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo, sino en Cristo y por medio de él” (Alma 38:9).