2015
Vivir en un mundo apresurado
Junio de 2015


Vivir en un mundo apresurado

De un discurso pronunciado en la Conferencia General de octubre de 2010.

Si la vida y su ritmo apresurado, y las muchas tensiones han hecho que les sea difícil sentir gozo, entonces quizás ahora sea un buen momento para volver a centrarse en lo que más importa.

Presidente Dieter F. Uchtdorf
Illustration of airplane in storm

Fotografía del avión © 06 photo/dollar Photo Club; ilustración fotográfica por David Stoker.

¿Han estado alguna vez en un avión y sentido turbulencia? La causa más común de la turbulencia es un cambio repentino en el movimiento del aire que hace que la aeronave cabecee, se balancee y oscile. A pesar de que los aviones se construyen para resistir peores turbulencias que las de un vuelo normal, esto aún puede resultar desconcertante para los pasajeros.

¿Qué creen que hacen los pilotos cuando encuentran turbulencia? Un estudiante de aviación podría pensar que aumentar la velocidad sería una buena estrategia porque así se atravesaría la turbulencia más rápido. Pero eso podría no ser lo indicado. Los pilotos profesionales comprenden que hay una velocidad óptima de penetración que reduce al mínimo los efectos negativos de la turbulencia; y casi siempre eso implica reducir la velocidad. El mismo principio se aplica también a los badenes o topes de las calles.

Por lo tanto, es un buen consejo reducir un poco la velocidad, redefinir el curso y centrarse en lo básico al atravesar condiciones adversas.

El ritmo de la vida moderna

Una de las características de la vida moderna parece ser que nos movemos a un ritmo cada vez mayor, independientemente de la turbulencia o los obstáculos.

Seamos sinceros; es fácil llegar a estar ocupados. Todos podemos pensar en una lista de tareas que colmaría nuestras agendas, e incluso algunas personas quizás piensen que su propia valía depende de lo larga que sea su lista de tareas.

Los sabios resisten la tentación de verse atrapados en la frenética carrera de la vida cotidiana; siguen el consejo: “Hay más en la vida que el aumentar su velocidad”1. En resumen, se centran en las cosas que más importan.

El élder Dallin H. Oaks, en una conferencia general reciente, enseñó: “Debemos abandonar algunas cosas buenas a fin de elegir otras que son mejores o excelentes porque desarrollan la fe en el Señor Jesucristo y fortalecen a nuestra familia”2.

La búsqueda de las cosas mejores inevitablemente conduce a los principios fundamentales del evangelio de Jesucristo: las verdades sencillas y hermosas que nos ha revelado un generoso, eterno y omnisciente Padre Celestial.

¿Cómo puedo saber qué es lo más importante?

Creo que la mayoría de nosotros comprende, por intuición, cuán importantes son los principios básicos; sólo que a veces nos distraemos por tantas cosas que parecen más atractivas.

El material impreso, la amplia gama de medios de comunicación, las herramientas y los artefactos electrónicos —todos útiles si se usan correctamente— pueden convertirse en pasatiempos perjudiciales o en frías cámaras de aislamiento.

Sin embargo, en medio de la multitud de voces y opciones, el humilde Hombre de Galilea sigue con las manos extendidas, esperando. Su mensaje es sencillo: “Ven, sígueme” (Lucas 18:22); y no habla por un megáfono de gran alcance, sino con una voz apacible y delicada (véase 1 Reyes 19:12). Es muy fácil que el mensaje básico del Evangelio pase desapercibido entre la oleada de información que nos inunda desde todas direcciones.

En las sagradas Escrituras y en la palabra hablada de los profetas vivientes se hace hincapié en los principios y las doctrinas fundamentales del Evangelio. La razón por la que volvemos a esos principios fundamentales, a las doctrinas puras, es porque son la puerta de entrada a las verdades de profundo significado.

Los principios básicos: Cuatro relaciones clave

Al volvernos a nuestro Padre Celestial y buscar Su sabiduría con respecto a las cosas que más importan, aprendemos una y otra vez la importancia de cuatro relaciones clave: las que tenemos con nuestro Dios, con nuestra familia, con nuestro prójimo y con nosotros mismos. Al evaluar nuestra propia vida con una mente bien dispuesta, veremos dónde nos hemos desviado del camino más excelente; los ojos de nuestro entendimiento se abrirán y reconoceremos qué debemos hacer para purificar nuestro corazón y reorientar nuestra vida.

A young man reading scriptures.

Primero: Nuestra relación con Dios es la más sagrada y vital. Somos Sus hijos procreados en espíritu; Él es nuestro Padre y desea nuestra felicidad. A medida que lo busquemos, al aprender de Su Hijo Jesucristo, al abrir nuestro corazón a la influencia del Santo Espíritu, nuestra vida se hace más estable y segura. Tenemos mayor paz, gozo y satisfacción al dar lo mejor de nosotros para vivir de acuerdo con el plan eterno de Dios y guardar Sus mandamientos.

Mejoramos nuestra relación con nuestro Padre Celestial al aprender de Él, al comunicarnos con Él, al arrepentirnos de nuestros pecados y al seguir activamente a Jesucristo; porque “nadie viene al Padre, sino por Cristo” (Juan 14:6). Para fortalecer nuestra relación con Dios debemos dedicar tiempo significativo para estar con Él a solas. El centrarnos con serenidad en la oración personal y el estudio diario de las Escrituras, siempre con la mira de ser dignos de una recomendación vigente para el templo, serán algunas de las inversiones prudentes de nuestro tiempo y esfuerzo para acercarnos más a nuestro Padre Celestial. Escuchemos la invitación en Salmos: “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios” (Salmos 46:10).

Family members sitting around a table.  They are talking to each other.

Nuestra segunda relación clave es con nuestra familia. Debido a que “ningún otro éxito puede compensar el fracaso”3 en esa relación, debemos dar gran prioridad a nuestra familia. Establecemos relaciones familiares profundas y amorosas al hacer cosas sencillas juntos, como cenar en familia, la noche de hogar y simplemente divertirnos juntos. En las relaciones familiares, amor en realidad se deletrea t-i-e-m-p-o, tiempo. El tomar tiempo para estar juntos es la clave para la armonía en el hogar. Hablamos el uno con el otro, en vez del uno sobre el otro; aprendemos unos de otros y apreciamos nuestras diferencias así como nuestras cosas en común. Establecemos un vínculo divino los unos con los otros al acercarnos a Dios juntos mediante la oración familiar, el estudio del Evangelio y la adoración dominical.

A young man showing something on his smartphone to another young man.

La tercera relación clave que tenemos es con nuestro prójimo. Establecemos esta relación con una persona a la vez, al ser sensibles a las necesidades de los demás, al servirles y al brindarles nuestro tiempo y talentos. Quedé profundamente impresionado con una hermana que estaba agobiada por las dificultades a causa de su edad y la enfermedad, pero que decidió que aun cuando no podía hacer mucho, podía escuchar. De modo que, cada semana buscaba personas que parecían preocupadas o desanimadas y pasaba tiempo escuchándolas. ¡Qué bendición fue en la vida de tantas personas!

Informal portrait of a young woman at the General Women's Meeting, March 2014.

La cuarta relación clave es con nosotros mismos. Puede parecer extraño pensar en tener una relación con uno mismo, pero es así. Algunas personas no logran sentirse bien en cuanto a sí mismas; se critican y se menosprecian todo el día hasta que comienzan a odiarse. Permítanme sugerir que reduzcan la prisa y tomen un poco de tiempo extra para llegar a conocerse mejor. Realicen una caminata en la naturaleza, observen un amanecer, disfruten de las creaciones de Dios, reflexionen en las verdades del Evangelio restaurado, y averigüen lo que significan para ustedes personalmente. Aprendan a verse a ustedes mismos como el Padre Celestial los ve: como Su preciada hija o Su preciado hijo con potencial divino.

Fortaleza en la simplicidad

La fortaleza no proviene de la actividad agitada, sino de estar establecido sobre un firme cimiento de verdad y luz. Proviene de centrar nuestra atención y nuestros esfuerzos en los aspectos básicos del evangelio restaurado de Jesucristo; proviene de prestar atención a las cosas divinas que más importan.

Simplifiquemos un poco nuestra vida. Hagamos los cambios necesarios para volver a centrar nuestra vida en la sublime belleza del camino sencillo y humilde del discipulado cristiano, el camino que siempre conduce a una vida con significado, alegría y paz.

Notas

  1. Mahatma Gandhi, en Larry Chang, Wisdom for the Soul 2006, pág. 356.

  2. Dallin H. Oaks, “Bueno, Mejor, Excelente”, Liahona, noviembre de 2007, pág. 104.

  3. J. E. McCulloch, Home: The Savior of Civilization, 1924, pág. 42; véase también Conference Report, abril de 1935, pág. 116.