Voces de los Santos de los Últimos Días
Mi viaje al Templo de Tegucigalpa
La primera vez que visité el Templo de Tegucigalpa fue dos semanas después de nuestra mudanza a Honduras. Mudarse es duro, pero mudarse a otro país es mucho más. No conocía a nadie y no hablaba el idioma, me sentía nerviosa pero también estaba un poco emocionada.
Mi hermano, mi gemela y yo iríamos en la excursión al Templo de Tegucigalpa con los jóvenes de nuestra nueva estaca. Un viaje por tierra que normalmente dura tres horas y media, pero que nos tomó casi seis. Así que nos levantamos a las tres de la mañana. La reunión era en la estaca. Muchas personas se sorprendieron al ver a tres jóvenes gringos llegar pero nos recibieron con los brazos abiertos.
No me había dado cuenta de lo difícil que es para los miembros que viven lejos asistir al Templo, hasta ese momento. En mi antigua casa en Texas he vivido a cinco minutos del templo toda mi vida, así que esta ha sido una experiencia diferente. El viaje en bus no estuvo tan mal, casi todos se durmieron al comenzar el viaje. Lo sentí larguísimo, pero muy dentro de mí tenía un sentimiento de calidez y gozo cuando llegamos a esa maravillosa casa.
En cuanto entramos al Templo me sentí feliz y supe que este viaje había valido la pena. Cada vez que he entrado al templo me siento más cerca de mi Padre Celestial y Jesucristo. No puedo describir ese sentimiento que me invade. También el saber que estoy ayudando a mis antepasados me trae mucho gozo.
Cuando estaba en los vestidores había tanta gente esperando, y al principio me sentía impaciente; sin embargo mi frustración desapareció cuando me di cuenta de que, aunque me encontraba lejos de mi país, estaba rodeada de personas que eran como yo. Ellas también tienen un testimonio y también tienen una fuerte creencia que la manera de regresar a al Padre Celestial y Jesucristo es a través del templo. Me siento tan bendecida de que mis padres me enseñaran a distinguir el bien del mal y a guardar los mandamientos desde una tierna edad. Y que estos jóvenes de mi nuevo barrio también tienen esos mismos principios. Estar en el templo me recuerda lo maravillosa que ha sido mi vida.
Aun cuando este viaje fue duro y largo, valió la pena, porque hice nuevos amigos, me acerque más al Señor y fue una experiencia maravillosa. No había apreciado cuánto impacto tiene en mi vida el templo como lo sé ahora.