Cuán misericordioso ha sido el Señor
La nueva historia de la Iglesia de varios tomos nos ayudará a guardar nuestros convenios al ensanchar nuestra memoria de lo que el Salvador ha hecho por nosotros.
Por primera vez en casi cien años, se está publicando una nueva historia de la Iglesia bajo la dirección de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles. Bajo el título Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, dicha narración histórica relata historias verdaderas de personas comunes que llegaron a ser santos mediante la expiación de Jesucristo (véase Mosíah 3:19). El primer tomo, El estandarte de la verdad, 1815–1846, ya está terminado y se ha traducido a catorce idiomas para su distribución en muchas partes del mundo.
Santos es la historia de la forma en que Dios restauró Su convenio sempiterno por causa del amor que tiene por Sus hijos. Muestra cómo el Señor restauró Su evangelio para brindar esperanza y paz en tiempos de agitación, pruebas y sufrimientos. También muestra cómo los convenios restaurados conducen a la exaltación por medio de Jesucristo.
Sería de esperar que la historia comenzara con José Smith, pero Santos comienza en 1815, con la explosión de un volcán en Indonesia, que causó mortandad, enfermedad y turbación generalizados. Se escogió ese punto de partida en vista de lo que el Señor reveló sobre cómo restauraría los convenios que nos ligan al Salvador y nos permiten superar todos los problemas de la vida:
“Yo, el Señor, sabiendo las calamidades que sobrevendrían a los habitantes de la tierra, llamé a mi siervo José Smith, hijo, y le hablé desde los cielos y le di mandamientos…
“para que se establezca mi convenio sempiterno” (D. y C. 1:17, 22).
Desde su escena inicial hasta su distribución mundial, Santos muestra a los hijos de Dios de todas partes que es la historia de su convenio con Dios, quien conoce sus adversidades. Por medio de Su profeta, Dios renovó convenios que no eliminan la maldad, el pesar, los sufrimientos ni la separación que ocurre al morir, pero sí prometen sanación mediante la expiación del Salvador, santificar e investir nuestra vida con sentido trascendente, y nos aseguran que las relaciones que atesoramos aquí, en la tierra, pueden perdurar por la eternidad, acompañadas de “una gloria eterna” (véase D. y C. 130:2).
Los primeros ocho capítulos de El estandarte de la verdad se han publicado en ejemplares de esta revista a lo largo del año. El número de este mes concluye con los capítulos publicados en serie de Santos, pero la historia continúa en santos.lds.org, en la aplicación Biblioteca del Evangelio, y en formato impreso (puede pedirse en store.lds.org); los invito a continuar leyéndolo por cualquiera de esos conductos.
Un modelo y un plan divinos
Santos sigue el modelo divino por el cual los profetas, como parte de su ministerio, usan el pasado para ayudarnos a aprender quiénes somos y ver los propósitos de Dios en nuestra vida. En las Escrituras, muchos profetas comienzan a enseñar narrando relatos sobre la misericordia del Señor para con sus antepasados1. Moroni exhortó a los lectores del Libro de Mormón a “recor[dar] cuán misericordioso ha sido el Señor” a lo largo de la historia “y [a] que lo medi[taran] en [sus] corazones” (véase Moroni 10:3). Reflexionar sobre la bondad de Dios nos prepara para recibir el testimonio del Espíritu, el cual nos enseña “de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán” (Jacob 4:13; véase también Moroni 10:4–5).
Saber que nuestros Padres Celestiales planificaron nuestra máxima felicidad y exaltación nos brinda perspectiva, nos identifica como amados hijos de Padres divinos, y aumenta nuestra confianza en el Señor, aun en los tiempos de adversidad. Recordar la bondad del Señor también puede protegernos contra el orgullo y contra los riesgos de la prosperidad. Mormón escribió acerca de una época en la que los nefitas “comenzaron a hacerse muy ricos”. Sin embargo, a diferencia de otros períodos del Libro de Mormón en que el pueblo permitió que el orgullo y las riquezas ocasionaran su caída, en esa ocasión siguió un camino diferente: “Mas no obstante sus riquezas, su poder y su prosperidad, no se ensalzaron en el orgullo de sus ojos, ni fueron lentos en acordarse del Señor su Dios, sino que se humillaron profundamente delante de él”. Guardaron sus convenios y se mantuvieron rectos porque “recordaban cuán grandes cosas había hecho el Señor por ellos” (véase Alma 62:48–50).
Santos enseña lecciones como esas y muchas más. Les ayudará a ver la mano del Señor en su vida conforme experimenten de forma indirecta las pruebas de fe, los pesares y las dichas, las revelaciones y la resolución de personas imperfectas que amaron al Señor y sintieron Su amor.
Al leer, hallarán nuevo entendimiento y nuevo sentido, aun en los relatos que hayan escuchado antes. No hay escena de la historia de la Iglesia más conocida que la de la Primera Visión de José Smith, pero Santos nos ayuda a comprender mejor cómo José luchó por conciliar lo que sentía en el corazón con lo que pensaba en la mente.
El deseo sincero de José de sentir el perdón del Salvador no se había verificado, ya que notó que ninguna de las iglesias existentes enseñaba “el evangelio de Jesucristo, tal como se registra en el Nuevo Testamento”2. José meditó en su mente qué iglesia era la correcta, o si estaban todas en error. En su corazón esperaba desesperadamente que alguna de ellas estuviera en lo correcto, de modo que pudiese hallar la paz que buscaba. Con la cabeza y el corazón en desacuerdo, José descubrió que podía preguntar a Dios. Se dirigió al bosque a orar; allí vio al Padre y al Hijo, quienes lo perdonaron y resolvieron su dilema de una manera que él jamás había imaginado3.
José, su familia y las muchas otras personas que han aceptado el convenio restaurado del Señor quisieron sentir el amor de Dios por ellos, aprender cómo podían acercarse más a Él, y restituir lazos con sus seres queridos. Santos narra sus historias.
Confiar en el Señor durante las pruebas
El tomo I de Santos contiene la desgarradora historia de Amanda Barnes Smith y su familia, quienes obedecían los mandamientos del Señor y hacían Su voluntad4. El esposo y uno de los hijos de Amanda fueron asesinados brutalmente junto con otros quince Santos de los Últimos Días que acampaban en un pequeño poblado de Shoal Creek, en Misuri. El Señor sostuvo a Amanda a lo largo de aquella terrible experiencia, contestó sus oraciones, le dio valor, y le permitió curar a un hijo, que estaba gravemente herido5.
Santos muestra cómo Amanda aprendió a confiar en el Señor durante extremas adversidades. También nos habla sobre lo que José Smith aprendió en cuanto a la bondad de Dios, incluso en momentos de sufrimiento. Muestra que conocer la manera de proceder del Señor nos brinda una perspectiva eterna, nos ayuda a ver las cosas como realmente son y como serán, y nos ayuda a ejercer fe en que el Señor velará por nosotros al atravesar momentos difíciles.
Cuando el profeta José se enteró de lo que le había ocurrido a la familia de Amanda y a otras personas en Shoal Creek, sintió que prefería ir a la cárcel o morir antes que permitir que masacraran a los santos. Al día siguiente, intentó negociar una solución pacífica con la milicia de Misuri, que estaba preparada para atacar el principal asentamiento de los santos de Far West. En lugar de ello, José fue capturado y se le tomó prisionero.
Casi cinco meses después, José seguía apresado, confinado en una fría y estrecha celda bajo tierra en Liberty, Misuri. Se preguntó dónde se ocultaba Dios y por cuánto tiempo podía soportar el clamor de las viudas y los huérfanos. Oró: “¿Hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos?” (D. y C. 121:3).
Santos nos enseña que la adversidad no es evidencia de la desaprobación del Señor ni de que Él retire Sus bendiciones. La oposición es parte del plan de Dios para refinarnos y prepararnos para un destino celestial eterno (véase 2 Nefi 2:11). José aprendió que el sufrimiento infinito del Salvador lo faculta para socorrernos cuando sufrimos y, con el tiempo, exaltarnos (véase Alma 7:11–13). Como respuesta al angustiado clamor de José, el Señor enumeró toda clase de dificultades antes de concluir:
“Si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien.
“El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?” (D. y C. 122:7-8).
El que nosotros mismos experimentemos esas cosas puede investirnos con una empatía semejante a la de Cristo para con quienes sufren aflicción. “Después de esto, mi corazón será siempre más blando de lo que ha sido antes”, comprendió José mientras estaba en la cárcel. Deseaba poder estar con los santos para consolarlos y reconfortarlos. “Creo que nunca habría podido sentirme como me siento si no hubiera sufrido las afrentas que he tenido que soportar”6, explicó.
Una de las razones por las que la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles encargó y aprobó Santos es que este puede ayudar a cada uno de nosotros a experimentar esas cosas mediante los relatos de otras personas. De Amanda podemos aprender que, aun cuando Dios considere en Su infinita sabiduría no impedir la maldad ni el sufrimiento, Él nos ama y nos tiene presentes. Él escucha nuestras oraciones, y es misericordioso y bondadoso.
Las bendiciones del templo restauradas
No hay ningún otro lugar en que se nos muestren mejor la misericordia y la bondad que en el templo. En esencia, Santos es el relato de las bendiciones del templo restauradas. El primer tomo concluye cuando miles de Santos de los Últimos Días reciben las ordenanzas sagradas en el Templo de Nauvoo, en 1846. El segundo tomo culminará con la dedicación del Templo de Salt Lake y cuando los santos comienzan a recibir las ordenanzas allí en 1893. El tercer tomo concluirá cuando los santos europeos comienzan a congregarse en el Templo de Suiza, en 1955. El cuarto tomo traerá la historia hasta el presente, en que los templos se esparcen por toda la tierra y los santos de todo el globo reciben las ordenanzas de exaltación, tal como los profetas han vislumbrado hace tanto tiempo.
En la Casa del Señor hacemos convenios y se nos inviste con el poder para vencer los efectos de la Caída, entre ellos, la maldad y el sufrimiento de este mundo. Recibimos protección y, posteriormente, poder para levantarnos en la resurrección, sellados a los seres queridos para siempre.
Santos nos ayudará a guardar los convenios al ensanchar nuestra memoria de maneras sacramentales. Nos ayudará a recordar siempre lo que el Salvador ha hecho por nosotros. Sin los registros de la manera de proceder de Dios en el pasado, podríamos no “recor[dar] cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres” (véase Moroni 10:3). Por esas razones, estamos en deuda con el Señor y con los santos que llevaron un registro de sus experiencias del amor de Él hacia ellos. El Señor mandó a José Smith que llevara una historia de sus experiencias (véase D. y C. 21:1). Mandó al historiador de la Iglesia que actuaba bajo la dirección de José “llevar continuamente el registro y la historia de la iglesia” (D. y C. 47:3). El Señor mandó que la historia incluyera “todas las cosas que sean para el bien de la iglesia, y para las generaciones futuras” (D. y C. 69:8).
Teniendo en mente esas revelaciones y la promesa por convenio de recordar siempre al Salvador, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles empezaron a planificar Santos hace diez años. Ahora los instamos a leerlo, confiando en que les ayudará a entender el plan de Dios, a ver cuán misericordioso ha sido el Señor, a perseverar fielmente en los buenos y los malos momentos, a lograr una empatía semejante a la de Cristo por los demás, y a guardar los convenios que los conducen a la exaltación.