Voces de los Santos de los Últimos Días
Las oraciones nos fortalecen y acompañadas de la obediencia y meditación conducen a más y más revelación
Esta experiencia es sobre los desafíos del empleo que tuve cuando regresé de la misión y cómo la oración me fortaleció y moldeó en medio de las dificultades.
Me fui a la misión en marzo de 2013 y viví sin ninguna duda el momento más feliz de mi vida hasta este momento. A lo largo de mi misión mientras estaba comprometida en el cumplimiento de la obra del Señor de la mejor manera. También oré para que al final de mi misión no me encontrara con los desafíos que anteriormente había tenido, el desempleo entre ellos. Había terminado mis estudios universitarios quince meses antes de comenzar mi misión, pero encontrar un trabajo simplemente se convirtió en un sueño difícil de alcanzar, y no entendía por qué era tan difícil para mí.
Afortunadamente pude trabajar en la compañía de algunos amigos de mi familia meses antes de ir a la misión y ahorrar para cubrir algunos gastos de la misma. Durante la misión ya sabía lo abrumador que podía ser encontrar trabajo en un país con tasas de desempleo muy altas. Esto no me preocupó por completo porque estaba aprendiendo a orar con fe y claramente vi que las oraciones se respondían casi de inmediato. Estaba sirviendo fielmente al Señor y me imaginé que sería bondadoso conmigo y que cuando regresara a casa me ayudaría con lo que más me preocupaba.
El tiempo de regresar a casa llegó y en mi última entrevista con mi amoroso Presidente de Misión, le manifesté lo que más me preocupaba de regresar a casa. Me dio una bendición, me aconsejó que tuviera fe (lo había escuchado enseñar en múltiples ocasiones que la fe y la duda no pueden estar en una persona al mismo tiempo). Me prometió que todo estaría bien si confiaba en el Señor. Llegué a casa y ahí es cuando comienza mi odisea (demasiado larga para ser contada en unas cuantas líneas). Pese a mi preparación académica, mis esfuerzos por encontrar un empleo parecían inútiles. Me esforzaba por cumplir lo mejor que podía con los asuntos espirituales, asistía a los grupos de autosuficiencia, iba de entrevista en entrevista, de contacto en contacto, llamadas, correos, periódicos. Pero sin importar cuan fervientemente orara y ayunara parecía que cada una de las puertas que tocaba estaba cerrada para mí.
Parecía que el Padre Celestial simplemente me estaba observando sin mover un dedo por mí. No entendía la razón, nunca fui una estudiante mediocre. Él sabía que hice un esfuerzo verdadero por servirle una misión honorable. Me preguntaba, si Él dice: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo, más cuando no lo hacéis lo que os digo ninguna promesa tenéis” (D. y C. 82:10), ¿por qué parecía no tener ninguna obligación conmigo?
Mis oraciones se convirtieron en intensas conversaciones. La escritora Maya Angelou dijo: “Tal vez no puedes controlar todos los eventos que te suceden pero puedes elegir no ser reducido por ellos”. Así que pese a no percibir respuestas inmediatas, seguí perseverando en hacer lo mejor que podía, persistiendo en la oración, poniendo atención a los susurros del Espíritu Santo, aplicando los principios de autosuficiencia que había aprendido durante las dos veces y media que recibí el curso completo de “Mi búsqueda de empleo”, esforzándome por allegarme a la luz en lugar de permitir que la tristeza, la frustración y la auto conmiseración me absorbieran. Fui notando que las oraciones que hacia fueron cambiando, mis peticiones eran diferentes, ya no oraba tanto por un empleo sino por tener mayor capacidad de someterme a la voluntad y tiempo del Señor.
Finalmente, un año y diecisiete días después de retornar de mi misión comencé a trabajar en un empleo formal. No era precisamente lo soñado pero para ese entonces ya había aprendido que muchas de nuestras peticiones se contestan sobre la marcha, que lo importante es seguir adelante con fe agradeciendo lo que el Señor nos da para demostrar que merecemos lo que seguramente vendrá por añadidura.
Ahora tengo un empleo un poco mejor que ese anterior pero lo más valioso que tengo después de todo, es el firme testimonio de que el Padre Celestial escucha y contesta nuestras oraciones, sin duda. También sé que las oraciones nos fortalecen y acompañadas de la obediencia y meditación conducen a más y más revelación. Sin experiencias como esta no me habría sido posible desarrollar el nivel de confianza, paciencia y empatía que ahora poseo.