Sección doctrinal
¿Cuál es el gran mandamiento de la ley?
Uno de los fariseos, intérprete de la Ley, preguntó a Jesús para tentarle, diciendo: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?” (Mateo 22:36). Como la Torá, que está formada por los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (Pentateuco), tiene 613 mandamientos o preceptos, la pregunta no era fácil de responder. Y, dijera lo que dijera Jesús, siempre podrían criticarle por escoger uno, y dejar a un lado los demás.
Jesús contestó citando una Escritura, que el intérprete de la ley conocía muy bien, porque era parte de la oración o “Shema” que recitaban los judíos dos veces al día: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente” (cfr. Deuteronomio 6:5). Y añadió: “Este es el primero y gran mandamiento”.
La respuesta de Jesús era y es una invitación a abandonar la idolatría, que tan fácilmente nos aparta del camino que lleva a la salvación. Y la idolatría se está convirtiendo poco a poco en el pecado de este mundo, dirigido por personas e instituciones corrompidas, que niegan la existencia de Dios. El Señor nos está advirtiendo de este gravísimo peligro.
Por eso, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Y en nuestros días ha revelado lo siguiente: “Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios” (D. y C. 14:7). Dios nos pide que le amemos, porque Él nos ama a nosotros; y esa relación entre Dios y nosotros es una relación salvadora: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Por eso Jesús añadió, citando otra vez las Escrituras: “Y el segundo [mandamiento] es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (cfr. Levítico 19:18).
Y Jesús resumió los cientos de preceptos que la tradición judía había ido acumulando, con estas palabras: “De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (cfr. Mateo 22:37-40).
Jesús enseñó a Sus discípulos que una de las señales de la Segunda Venida sería que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). Y a los Doce les dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34-35).
El amor se convierte en una señal distintiva de los que siguen a Cristo, y, por tanto, de Su Iglesia. Y servirá para contrarrestar la terrible señal de los últimos días de que el amor se enfriará. La Iglesia de Jesucristo debe ser un refugio contra el desamor que inundará este mundo como un diluvio destructor. Es nuestro deber, pues, dar testimonio de Dios y de Su Iglesia haciendo que el amor cree el ambiente que invite a todos, miembros y no miembros de la Iglesia, a venir a Cristo.