Liahona
El poder del Libro de Mormón
Agosto de 2024


Voces de los miembros

El poder del Libro de Mormón

En 2007, hice mi primera visita a una iglesia, en Petit-Goâve, la parte más al sur de Haití, en una capilla que actualmente alberga al centro de estaca Les Palmes. Ese domingo, los alegres cantos de los niños de la Primaria resonaban por toda la capilla, creando una atmósfera de espiritualidad. Las melodiosas palabras “Soy un hijo de Dios […] enséñenme la senda a seguir para que algún día yo con Él pueda vivir” parecían transmitirme una inocencia infantil y un gran deseo de saberlo todo. Quedé cautivado por los vibrantes testimonios del Libro de Mormón, las verdades que enseña y José Smith, el Profeta.

En ese mismo año, después de numerosas lecciones de misioneros dedicados e inspirados, di el paso del bautismo, comenzando así un viaje espiritual en el Evangelio restaurado. Los años pasaron, serví en una misión de tiempo completo y me casé con una mujer extraordinaria en el convenio del matrimonio eterno.

Durante mi misión, me encantaba enseñar del Libro de Mormón y tuve experiencias extraordinarias con el poder para convertir del Libro de Mormón. El propósito de Nefi de persuadir a los hombres para que vengan a Dios no es solo su propósito, sino también el propósito final del Libro de Mormón. El pasaje de 2 Nefi 25:26 siempre estaba en mis labios cuando tenía que responder la pregunta: ¿De qué trata el Libro de Mormón? “Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados”.

La experiencia del poder para convertir del Libro de Mormón no terminó después de mi misión. En 2016, fui llamado para enseñar una clase de Instituto para adultos. Ese año, estábamos estudiando el Libro de Mormón. Un día, mientras estudiábamos el poderoso e inspirado discurso del rey Benjamín en el libro de Mosíah, dos hermanos de mi clase, que llevaban una carga secreta de problemas familiares profundos, fueron conmovidos hasta las lágrimas. Sin decir una palabra, salieron del salón y, por instinto, los seguí. En el patio de la iglesia, los encontré hablando, llorando y apoyándose mutuamente. Respetando su privacidad, regresé al salón, pero la preocupación teñida de esperanza me acompañaba. Al final de la lección, los dos hermanos regresaron, pero esta vez su presencia estaba marcada por la paz. Uno de ellos habló, compartiendo el milagro que acababa de ocurrir. Explicó que gracias a las enseñanzas del Libro de Mormón y las palabras del rey Benjamín habían encontrado la fuerza para enfrentar sus dificultades familiares. En ese momento de testimonio, recordé las palabras de Alma: “La predicación de la palabra tenía gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que era justo —sí, había surtido un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa que les había acontecido” (Alma 31:5).

Ese día, esos hermanos experimentaron el testimonio de más de uno en su plenitud a través del poder de las palabras divinas, confirmando la verdad universal de que la palabra de Dios puede infundir vida en los corazones más heridos.

Testifico que el Libro de Mormón es la palabra de Dios, que contiene la plenitud del Evangelio eterno y que puede penetrar en los corazones más heridos. En el nombre de Aquel que nos lo dio, Jesucristo. Amén.

Nota

  1. Himnos, “Soy un hijo de Dios”, nro. 196

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