Liahona
Mi primera experiencia en el templo
Agosto de 2024


Voces de los miembros

Mi primera experiencia en el templo

Recientemente fui al Templo de Belén, Brasil, con otros miembros de la Iglesia de Surinam. Esa fue mi primera visita; y al acercarme al templo me sentía inquieto y nervioso. Al entrar en esa casa sagrada del Señor, sentí Su cálido abrazo. ¡El Espíritu era tan fuerte! Al acercarme al escritorio de recomendaciones, vi una imagen del Salvador con dos niños a su lado. Mi nerviosismo desapareció. Me vino a la mente la Escritura de Mateo: “Y Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14). Esa Escritura me dio fuerzas, pues yo era como un niño pequeño entrando en Su casa sagrada. Ese día fui lavado, ungido y recibí el poder de la investidura. Esta es una experiencia que nunca olvidaré y quiero regresar al templo tan a menudo como pueda.

Mientras estaba en el templo, vi a una madre y a un padre ser sellados y luego a su hija ser sellada a ellos. Me hizo llorar. Si son fieles, esta familia estará junta por la eternidad. Estoy emocionado de llevar a mi familia al templo para que también podamos ser una familia eterna.

Vuelvo a los desafíos de la vida diaria más comprometido a vivir una vida justa. Mi testimonio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha sido fortalecido y con él plantaré mis raíces más profundamente en la tierra y estaré más firme. He llegado a saber que tengo un Padre amoroso en los cielos y un Salvador y Redentor que me ayudarán en mis desafíos. Mi testimonio se ha fortalecido y he aprendido cosas nuevas. Seguramente tropezaré en la vida, pero me levantaré y seguiré adelante. No vacilaré. Quizás el salmista lo expresó mejor:

“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmo 23).

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