Voces de los miembros
Mi primera experiencia en el templo
Recientemente fui al Templo de Belén, Brasil, con otros miembros de la Iglesia de Surinam. Esa fue mi primera visita; y al acercarme al templo me sentía inquieto y nervioso. Al entrar en esa casa sagrada del Señor, sentí Su cálido abrazo. ¡El Espíritu era tan fuerte! Al acercarme al escritorio de recomendaciones, vi una imagen del Salvador con dos niños a su lado. Mi nerviosismo desapareció. Me vino a la mente la Escritura de Mateo: “Y Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis hacerlo, porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14). Esa Escritura me dio fuerzas, pues yo era como un niño pequeño entrando en Su casa sagrada. Ese día fui lavado, ungido y recibí el poder de la investidura. Esta es una experiencia que nunca olvidaré y quiero regresar al templo tan a menudo como pueda.
Mientras estaba en el templo, vi a una madre y a un padre ser sellados y luego a su hija ser sellada a ellos. Me hizo llorar. Si son fieles, esta familia estará junta por la eternidad. Estoy emocionado de llevar a mi familia al templo para que también podamos ser una familia eterna.
Vuelvo a los desafíos de la vida diaria más comprometido a vivir una vida justa. Mi testimonio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha sido fortalecido y con él plantaré mis raíces más profundamente en la tierra y estaré más firme. He llegado a saber que tengo un Padre amoroso en los cielos y un Salvador y Redentor que me ayudarán en mis desafíos. Mi testimonio se ha fortalecido y he aprendido cosas nuevas. Seguramente tropezaré en la vida, pero me levantaré y seguiré adelante. No vacilaré. Quizás el salmista lo expresó mejor:
“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmo 23).