Voces de los miembros
Cuando nos sellamos en el templo
El 2 de julio de 2022, Harold Zelaya, mi esposo, y yo fuimos sellados en el Templo de Tegucigalpa de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En ese día se hizo realidad el resultado de años de preparación, fe y dedicación. Nos brindó la oportunidad de sellar nuestro amor y nuestra familia por esta vida y por toda la eternidad.
Desde nuestra infancia, hemos sido miembros de la Iglesia. Nacimos dentro del convenio, de padres fieles que nos enseñaron los principios del Evangelio de Jesucristo. Desde temprana edad, aprendimos la importancia de vivir de acuerdo con las enseñanzas del Salvador.
El día del sellamiento, viajamos al templo con toda nuestra familia, rodeados de aquellos que han sido pilares en nuestra vida espiritual. El Templo de Tegucigalpa, con su belleza y serenidad, nos acogió con una paz indescriptible. Al entrar, fuimos recibidos por hermanos y hermanas que nos guiaron con amor y amabilidad.
Durante la ceremonia de sellamiento, sentimos la presencia del Espíritu Santo. Mientras el sellador pronunciaba las palabras sagradas que unieron nuestras almas eternamente, recordé la Escritura en Mateo 19:6: “Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Esta Escritura adquirió otro sentido para mí en ese momento y sentí una profunda conexión espiritual con Harold, sabiendo que nuestro amor estaba sellado por la eternidad.
Al salir del templo, nuestros seres queridos nos llenaron de abrazos, y su apoyo y amor hicieron que el día fuera aún más especial, su presencia reafirmó el sentimiento de comunidad y amistad que caracteriza a los miembros de la Iglesia.
Desde ese día, hemos trabajado para construir un hogar centrado en Cristo. Las palabras de Doctrina y Convenios 132:19 nos recuerdan la promesa eterna de los convenios del templo y nos inspiran a vivir de manera digna: “Y además, de cierto te digo, si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, la cual es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio, y les es sellado por el Santo Espíritu de la promesa, por conducto del que es ungido, a quien he otorgado este poder y las llaves de este sacerdocio, y se les dice: Saldréis en la primera resurrección, y si fuere después de la primera, en la siguiente resurrección, y heredaréis tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda altura y toda profundidad”.
Al reflexionar sobre la ordenanza del sellamiento, me siento profundamente agradecida por el amor y la guía de nuestro Padre Celestial. Sé que el templo es la Casa del Señor y que las ordenanzas y los convenios realizados allí son esenciales para nuestra exaltación y felicidad eterna. Harold y yo estamos comprometidos a vivir de acuerdo con los principios del Evangelio y a mantener la influencia del templo en nuestras vidas diarias.