Liahona
La Iglesia cumple 50 años en A Coruña
Enero de 2025


Noticias Locales

La Iglesia cumple 50 años en A Coruña

En los últimos días de 1974 dos parejas de jóvenes misioneros norteamericanos se suben a un tren en la estación del Norte de Madrid y ponen rumbo a Galicia cumpliendo con la asignación del presidente Stevens, que en ese momento presidía la única misión de la Iglesia de Jesucristo en España. Durante el trayecto el convoy se divide, dos de esos misioneros ponen rumbo a la ciudad de Vigo, al sur de Galicia y los otros dos hacia A Coruña, al norte. El 29 de diciembre de 1974 ponen los pies en nuestra ciudad los primeros misioneros santos de los últimos días: son los Élderes Brent Ellsworth y Thomas Bullen.

Unos días más tarde, el 5 de enero de 1975, tras acomodarse mínimamente en la ciudad, acuden una mañana temprano a la ladera del Monte de San Pedro desde donde se divisa, al otro lado de la bahía, el faro romano más antiguo del mundo, la Torre de Hércules, símbolo de la ciudad. Se arrodillan uno al lado del otro e inclinan la cabeza para que el Elder Ellsworth pronuncie la oración que dedica esta área a la predicación del Evangelio restaurado de Jesucristo.

Durante estos años hemos podido ser testigos de milagros de conversión, sanaciones portentosas, dolorosas persecuciones y progresos en las generaciones que hemos visto crecer ante nuestros ojos.

De esas reuniones sacramentales bajo los árboles sin más asistentes que los dos oficiantes, hasta las de más de 150 personas que llegan a llenar el salón sacramental de nuestro hermoso centro de reuniones hoy día.

Desde los primeros bautismos en las frías aguas del río Mero o del océano que baña la costa coruñesa en donde entraban con fe y valor los primeros coruñeses que abrazaron la fe, hasta los que actualmente se llevan a cabo en una magnifica y cálida pila bautismal en la que se unen a la Iglesia hermanos que vienen de lejanas tierras allende los mares.

El ejemplo edificante de familias que sacrificaron lo más preciado por alcanzar lo más elevado. Viajes interminables hasta el centro de Europa para entrar en la casa del Señor en el pueblecito suizo de Zollikofen en cuyos altares aquellos primeros santos coruñeses formaron familias eternas y progresaron en la senda de los convenios.

Hemos despedido durante este medio siglo a cuatro decenas de jóvenes, hombres y mujeres valerosos que dejaron todo de lado para compartir las buenas nuevas del Evangelio de salvación con el mundo, allá a dónde los enviaran, cruzando océanos, continentes y pandemias. Aprendiendo a amar y servir a sus semejantes en cualquier rincón del mundo a donde el Señor inspiradamente les guiara a posar sus pies y a abrir sus bocas en idiomas nunca antes pronunciados. Dejando, literalmente, su destino, sus pasos, sus palabras en manos del Señor. Hoy, como hace casi medio siglo, siguen acudiendo al llamado del Salvador en busca de esas almas que necesitan el alivio que solo Cristo y Su mensaje pueden ofrecer. ¡Qué hermoso recibirlos con el honor del deber cumplido! ¿Hay aspiración más noble que dar lo mejor de nuestra juventud para edificar el Reino de Dios? Nos han inspirado, nos alientan y nos seguirán fortaleciendo.

Durante estos años también hemos sufrido momentos de dificultades, cuando se nos imponen injustas barreras, cuando algunos de nuestros misioneros eran detenidos o golpeados por compartir la palabra de Dios en las calles coruñesas, cuando se nos rompe el corazón al ver alejarse a amados hermanos por muy diversas razones.

La sociedad coruñesa de 1975 es muy distinta de la de 2024, no cabe duda. Hemos cambiado muy sensiblemente. En muchos aspectos nuestra sociedad es más justa y protectora, pero también ahora nos acechan amenazas que entonces no se adivinaban. En lo temporal percibimos un importante progreso, pero en lo espiritual y moral la regresión es innegable.

Tal como Isaías había profetizado: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20) y como nuestro amado profeta nos recuerda: “En los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo”. Por esto mismo nos urge como miembros de la Iglesia consolidar este legado para seguir emitiendo esa luz que pueda guiar al afligido en medio de tinieblas y tribulaciones en este mundo apesadumbrado por la maldad y la decadencia de los valores morales.

En 1975 la presencia de dos extranjeros en nuestras calles suponía en sí misma una atracción, ya que la sociedad herculina era muy homogénea. Éramos los gallegos un pueblo muy emigrante. Hoy se ha dado la vuelta a la situación y ahora Galicia, España y toda Europa reciben un importante flujo migratorio. Alrededor del 20% de la población es de origen foráneo. Del mismo modo y en un grado mucho más acentuado se ha podido ver el cambio en nuestras congregaciones de santos, no solo en A Coruña, sino en el resto del país en mayor o menor proporción. Hoy día alrededor del 75% de los asientos de nuestros centros de reuniones son ocupados por personas que provienen de otros países, sobre todo de países sudamericanos y, en menor medida, pero crecientemente, de África.

Una docena de jóvenes misioneros norteamericanos fueron los primeros presidentes de la pequeña rama de A Coruña durante los tres primeros años. Después y hasta 2018, cuando se convirtió en Barrio, otros 15 santos gallegos dirigieron la congregación. Hoy el Barrio de A Coruña forma parte de la estaca que lleva su nombre.

Desde las primeras familias venidas desde Alemania (Los Meier) e Inglaterra (Los Martin) hasta la hermana Prisca, de Guinea Ecuatorial y que se bautizó recientemente. Desde Melchor y Marisa, los primeros misioneros del barrio, hasta Sinddy y Eileen, a punto de salir al campo misional, pasando por el élder Elías Rey, misionero de segunda generación, hijo de misionero gallego, que actualmente sirve en el Reino Unido. Desde esas deliciosas noches de hogar en el piso de la hermana Raquel con una docena de los primeros, fieles y valerosos jóvenes a las grandes conferencias de juventud (FSY) con cientos de asistentes de todo el país. Desde el humilde pisito en la calle Barcelona, nuestro primer centro de reuniones, al moderno y espacioso centro de reuniones en As Xubias. Desde esas reuniones de menos de media docena de asistentes hasta ver el gran salón sacramental que ahora tenemos, en donde a veces hay más asistentes que sillas disponibles. Lo esencial no ha cambiado.

Seguimos siendo imperfectos discípulos de Jesucristo que intentamos perfeccionarnos, arrepentirnos, pensar más celestialmente, ahora y en 1975. Los santos coruñeses hoy son distintos, el color de nuestra piel es más variado, múltiples acentos, pero nuestros corazones luchan, como entonces, por ser uno en Cristo. Preparándonos para el gran día guiados, como ese día de enero de 1975, por la luz que emite el faro que es el Evangelio de Jesucristo, que al igual que la Torre de Hércules guía a todos aquellos que desean seguir Su luz.

Notas

  1. Russell M. Nelson, “Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, Liahona, mayo de 2018, pag.96