El deseo de creer
Cuando los misioneros me enseñaron, me dijeron que orara para obtener un testimonio sobre José Smith y la Restauración. Por eso, cuando me preguntaban si estaba preparado para bautizarme, yo les decía que todavía no había logrado el testimonio del que me hablaban. Y ellos no entendían por qué decía yo que no tenía un testimonio, si había aceptado con gran alegría desde la primera lección todos los principios que compartieron conmigo, cumplía todos los mandamientos y no faltaba a ninguna de las reuniones de la iglesia.
La verdad era que yo estaba deseando bautizarme, porque había encontrado, después de muchos años de búsqueda desesperada, lo que estaba buscando; y no solo lo que había estado buscando, sino ¡mucho más!
Y llegó un momento en el que los misioneros ya no sabían qué enseñarme. Empezaron en octubre de 1970, y en enero de 1971 aún estaba yo esperando ese testimonio que me permitiera hacer lo que más deseaba yo en aquella época de mi vida: ¡Bautizarme!
Yo no había entendido que ese deseo ardiente mío de bautizarme era el fruto y la evidencia interior de ese testimonio anhelado. El error había sido quizá que los misioneros no se sentaran conmigo para explicarme qué era un testimonio. Y ahora entiendo muy bien que el testimonio es el deseo de creer aquello que percibes por medio del Espíritu Santo como bueno y valioso en tu vida: es un “acto de la voluntad” o “las razones espirituales” que se tienen para creer algo. Y cincuenta y tres años después de mi bautismo, expreso mi testimonio, diciendo lo siguiente: “Deseo y necesito con toda mi alma que todo lo que se restauró por medio de José Smith sea verdadero; porque, si no lo fuera, mi vida no tendría ningún sentido”.