“Lección 13 — Material de preparación para la clase: El don divino y la responsabilidad sagrada de la intimidad sexual”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 13 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 13 — Material de preparación para la clase
El don divino y la responsabilidad sagrada de la intimidad sexual
La sexualidad humana es un don sagrado que es fundamental para el Plan de Salvación. Sin embargo, en un mundo saturado de imágenes sexuales y mensajes contradictorios, puede ser fácil sentirse inseguro o confundido en cuanto al significado y al propósito de la sexualidad. Mientras estudias, procura comprender mejor la sagrada e importante función que desempeña la intimidad sexual en el plan de felicidad del Padre Celestial y considera cómo ese conocimiento puede bendecir tu vida.
Sección 1
¿De qué modo es una bendición el comprender que la intimidad sexual puede ser una parte hermosa y sagrada del matrimonio?
Nuestro Padre Celestial nos ha dado deseos sexuales y el poder de la procreación. El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, explicó: “El poder de crear vida mortal es el poder más exaltado que Dios ha dado a Sus hijos” (véase “El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, pág. 86). El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, y la hermana Ruth Lybbert Renlund enseñaron: “La adecuada expresión de nuestra sexualidad hace posible que el plan de Dios se lleve a cabo en la tierra y en las eternidades, haciéndonos merecedores de llegar a ser como nuestro Padre Celestial” (“Los propósitos divinos de la intimidad sexual”, Liahona, agosto de 2020, pág. 14).
En el plan de felicidad del Padre Celestial, “[l]a intimidad física entre el esposo y la esposa tiene por objeto ser hermosa y sagrada; es ordenada por Dios para la procreación de los hijos y como expresión de amor entre el esposo y la esposa” (Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 38.6.4, LaIglesiadeJesucristo.org). El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, también explicó: “[L]as relaciones íntimas […] son una de las máximas expresiones de nuestro potencial y naturaleza divinos, y un medio para fortalecer los lazos emocionales y espirituales entre esposo y esposa” (“Creemos en ser castos”, Liahona, mayo de 2013, pág. 42).
La intimidad sexual es una forma importante de unir más estrechamente a la esposa y al esposo. La intimidad también puede referirse a la cercanía intelectual, emocional y espiritual.
En el Jardín de Edén, Adán y Eva comenzaron a aprender sobre la importancia de la intimidad en el matrimonio.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó lo siguiente acerca de llegar a ser “una sola carne” en el matrimonio:
La intimidad está reservada para los matrimonios, ya que es el símbolo supremo de la unión absoluta, una totalidad y una unión ordenadas y definidas por Dios. Desde el Jardín de Edén en adelante, se tuvo el propósito de que el matrimonio significara la completa unión de un hombre y una mujer: sus corazones, esperanzas, vidas, amor, familia, futuro, todo. Adán dijo que Eva era hueso de sus huesos y carne de su carne, y que serían “una sola carne” durante su vida juntos [véase Génesis 2:23–24] (“La pureza personal”, Liahona, enero de 1999, pág. 91).
Sección 2
¿De qué forma el ver el cuerpo físico como Dios lo ve aumenta mi deseo y compromiso de vivir la ley de castidad?
Debido a la hermosa y sagrada función que Dios ha ordenado que la intimidad sexual desempeñe en el matrimonio, “[Él] ha mandado que los sagrados poderes de la procreación han de emplearse solo entre el hombre y la mujer legítimamente casados como esposo y esposa” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org). El Señor nos manda ser moralmente limpios en nuestros pensamientos, deseos y acciones. Eso incluye abstenerse de la actividad sexual antes del matrimonio y ser totalmente fiel dentro de él (véanse Éxodo 20:14; Alma 39:3–5; Doctrina y Convenios 59:6). Este mandamiento se conoce como la ley de castidad.
Es importante recordar que nuestro cuerpo no es independiente de nuestro espíritu. El Señor enseñó que “el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre” (Doctrina y Convenios 88:15). Con respecto a la conexión que hay entre el cuerpo y el espíritu, el élder Holland enseñó:
El cuerpo es una parte esencial del alma. Esta doctrina característica y tan importante de los Santos de los Últimos Días pone de relieve la razón por la que el pecado sexual es tan grave. Declaramos que quien utiliza el cuerpo que Dios le dio a otra persona, sin la aprobación divina, viola el alma misma de esa persona, viola el objetivo principal y los procesos de la vida (“La pureza personal”, págs. 90–91).
El apóstol Pablo proporcionó una explicación adicional de la conexión sagrada que hay entre el cuerpo y el espíritu cuando enseñó que “el cuerpo no es para la fornicación [actividad sexual fuera del matrimonio], sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1 Corintios 6:13).
Sección 3
¿Qué puedo hacer para aumentar mi capacidad de vivir la ley de castidad?
Tal como ocurre con todos los mandamientos de Dios, la ley de castidad tiene como fin brindarnos mayor paz y felicidad. Por ejemplo, las Escrituras nos ayudan a comprender que vivir la ley de castidad puede aumentar nuestra confianza en la presencia de Dios, protegernos del sufrimiento emocional y del desengaño en las relaciones, y prevenir la pérdida del Espíritu (véanse Doctrina y Convenios 121:45; Jacob 2:31–35; Doctrina y Convenios 42:23; 63:16). El guardar la ley de castidad también puede protegernos de contraer enfermedades nocivas y garantizar que los niños nazcan dentro de los lazos del matrimonio.
Experimentar sentimientos sexuales es normal; es importante aprender a encauzar esos sentimientos de las maneras que el Señor aprueba. Aunque tengas las mejores intenciones, puede haber ocasiones en las que te sientas tentado a ceder inapropiadamente a tus deseos sexuales. Cuando te sientas tentado, vuélvete al Señor y Él “dará también juntamente con la tentación la salida, para que p[uedas] soportar” (1 Corintios10:13; véase también Alma 13:28).
Recuerda, “Jesucristo […] conoce las flaquezas del hombre y sabe cómo socorrer a los que son tentados” (Doctrina y Convenios 62:1). Al acudir al Señor para suplicar ayuda, busca Su guía con respecto a los pasos prácticos que puedes dar a fin de “refrenar todas tus pasiones para que estés lleno de amor” (Alma 38:12).
La hermana Wendy W. Nelson, esposa del presidente Russell M. Nelson, enseñó:
La pureza personal es la clave del verdadero amor. Cuanto más puros sean sus pensamientos y sentimientos, sus palabras y acciones, tanto mayor será su capacidad de dar y recibir amor verdadero […].
… hagan lo que sea necesario para mantener sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones puros. Inviten al Espíritu a guiarlos; ¡Él los ayudará! […].
… La verdad es que, cuanto más puros sean, más maravillosa será su intimidad conyugal (“El amor y el matrimonio” [devocional mundial para jóvenes adultos, 8 de enero de 2017], LaIglesiadeJesucristo.org)
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dio el siguiente consejo a las personas cuyas relaciones se estén volviendo más serias:
Saben que tienen fuertes emociones y pasiones físicas que deben controlar y gobernar con cuidado […]. Establezcan sus límites. Planten esos límites profundamente en todo lo que hagan juntos, de modo que no sean pisoteados ni pasados por alto cuando ustedes sientan fuertes emociones el uno por el otro (“Complete Honesty, Unselfish Humility” [devocional de la Universidad Brigham Young–Idaho, 14 de febrero de 2017], byui.edu)
Si has quebrantado la ley de castidad, recuerda que, a través de tu fe en Jesucristo y del arrepentimiento sincero, el Señor puede perdonarte y hacer que seas limpio de nuevo (véanse Isaías 1:16–18; Doctrina y Convenios 58:42–43). También deberás hablar con tu obispo o presidente de rama. Él está autorizado para ayudarte a resolver el pecado con el Señor y puede brindarte ayuda y apoyo adicionales.