“Lección 19 — Material de preparación para la clase: Las responsabilidades sagradas de las madres”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 19 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 19 — Material de preparación para la clase
Las responsabilidades sagradas de las madres
El presidente Russell M. Nelson observó: “Sería imposible medir la influencia que tienen [las] mujeres [que honran los convenios], no solo en la familia, sino también en la Iglesia del Señor, como esposas, madres y abuelas; como hermanas y tías; como maestras y líderes; y, en especial, como devotas defensoras de la fe” (“Una súplica a mis hermanas”, Liahona, noviembre de 2015, págs. 95–96). Al estudiar este material, piensa en la influencia que las mujeres rectas han tenido en tu vida.
Sección 1
¿Cómo se aplica la función de la maternidad a todas las mujeres?
La maternidad es de naturaleza eterna. En la tierra, la maternidad se ha asociado con la femineidad desde la creación de Eva: “… Adán llamó Eva a su esposa, por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes; porque así yo, Dios el Señor, he llamado a la primera de todas las mujeres, que son muchas” (Moisés 4:26).
Piensa en cómo el papel de la maternidad se aplica a todas las mujeres al leer la siguiente declaración de la hermana Sheri L. Dew, exconsejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro:
Aunque solemos equiparar exclusivamente la maternidad con el tener hijos, según la emplea el Señor, la palabra madre tiene diversos significados. De entre todas las palabras que pudieron haber utilizado para definir su función y su esencia, tanto Dios el Padre como Adán llamaron a Eva “la madre de todos los vivientes” [Moisés 4:26], y lo hicieron antes de que tuviera hijo alguno […]. La maternidad es más que dar a luz hijos, aunque ciertamente sea eso. Se trata de la esencia de quiénes somos como mujeres. Define nuestra identidad, nuestra estatura y naturaleza divinas mismas, así como los rasgos exclusivos que nos ha dado nuestro Padre […].
Como hijas de nuestro Padre Celestial, y como hijas de Eva, todas somos madres y siempre lo hemos sido (véase “¿No somos todas madres?”, Liahona, enero de 2002, págs. 112, 113).
Sección 2
¿Cómo ayuda el Padre Celestial a las mujeres a cumplir con su sagrada responsabilidad de cuidar a los demás?
Nuestro Padre Celestial ha designado a las madres para que sean “principalmente responsable[s] del cuidado de sus hijos” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org). La presidenta Susan W. Tanner, quien fuera Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, definió lo que significa criar y cuidar:
Criar es enseñar, fomentar el desarrollo, estimular el progreso, alimentar y nutrir. ¿Quién no gritaría de gozo al dársele tan bendita misión? (“Mi alma se deleita en las cosas del Señor”, Liahona, mayo de 2008, pág. 82).
Nuestro Padre Celestial ha bendecido a Sus hijas “con la capacidad innata de amar y velar por los demás”, lo cual puede ayudar a las mujeres a cumplir con esta influyente y sagrada responsabilidad (Hijas en Mi reino: La historia y la obra de la Sociedad de Socorro, 2011, pág. 189).
La hermana Neill F. Marriott, exconsejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, enseñó que el Padre Celestial ayudará a Sus hijas en sus esfuerzos por cuidar y velar por los demás:
Hermanas, todas nosotras vinimos a la tierra con […] dones maternales, de dar vida y de amar, porque ese es el plan de Dios […].
Cuando nos preguntemos: “¿qué haremos?”, reflexionemos en esta pregunta: “¿Qué hace en forma constante el Señor?”. Él nutre y crea; fomenta el progreso y la bondad […].
Al pedir al Padre Celestial que nos haga edificadoras de Su reino, Su poder fluirá hacia nosotras y sabremos cómo nutrir y, al final, llegaremos a ser como nuestros padres celestiales (“¿Qué haremos?”, Liahona, mayo de 2016, págs. 11, 12).
El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, enseñó acerca de los dones adicionales que el Padre Celestial ha dado a las mujeres para ayudarlas a cumplir su sagrado llamado a nutrir y cuidar:
Como hijas de Dios, ustedes tienen una gran capacidad innata de sentir las necesidades de los demás y de amar. A su vez, eso las hace más sensibles a los susurros del Espíritu. El Espíritu entonces puede guiar lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen para cuidar a las personas de manera que el Señor pueda derramar conocimiento, verdad y valor sobre ellas (“Las mujeres y el aprendizaje del Evangelio en el hogar”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 59).
A algunas mujeres les puede preocupar que no sientan la inclinación a nutrir o cuidar de los demás. Como todos los dones de Dios, el nutrir requiere de práctica y de la ayuda del cielo para desarrollarse y llevarse a la práctica correctamente. Jesucristo es el ejemplo perfecto de lo que es nutrir y velar. Como Él ha mostrado, nutrir no siempre es igual en todas las situaciones. Él es misericordioso y firme al ayudar a los demás a crecer.
Sección 3
¿Qué diferencia hacen las madres en el plan del Padre Celestial?
Algunas mujeres pueden tener dudas acerca de tener hijos. Las dudas las pueden intensificar las voces de la sociedad que minimizan o incluso se burlan de la importancia de la maternidad. Piensa en cómo el comprender la importancia de las madres en el plan del Padre Celestial puede ayudarte a rechazar esas actitudes y otras conductas relacionadas.
El presidente Nelson explicó: “[U]stedes, hermanas, fueron elegidas desde antes de la fundación del mundo para dar a luz y cuidar a los hijos de Dios; al hacerlo, glorifican a Dios” (“¿Qué es lo que escogerán?”, Liahona, enero de 2015, pág. 19).
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó acerca de cómo el tener hijos lleva adelante el plan de nuestro Padre Celestial:
La función de la mujer en la creación de vida es de lo más sagrado. Sabemos que nuestros cuerpos físicos tienen un origen divino [véase Moisés 2:27] y que debemos pasar por un renacimiento tanto físico como espiritual a fin de alcanzar los grados más altos en el reino celestial de Dios [véase Moisés 6:57–60]. Por tanto, las mujeres tienen una parte esencial, a veces a riesgo de su propia vida, en la obra y la gloria de Dios de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” [Moisés 1:39] (“La fuerza moral de la mujer”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 30).
Con respecto a las formas en que las mujeres bendicen vidas al cumplir su función de la maternidad, el élder Christofferson enseñó:
Una madre ejerce una influencia que ninguna otra persona ni ninguna otra relación puede igualar. Mediante el poder de su ejemplo y sus enseñanzas, sus hijos aprenden a respetar a las mujeres y a incorporar en su vida disciplina y normas morales elevadas. Las hijas aprenden a cultivar su propia virtud y a defender lo que es correcto una y otra vez, sin importar lo poco popular que sea. El amor y las altas expectativas de una madre llevan a sus hijos a actuar de forma responsable sin pretextos, a tomar seriamente la educación y el desarrollo personal, y a contribuir constantemente al bienestar de todos los que los rodean (“La fuerza moral de la mujer”, pág. 30).
La hermana Marriott también enseñó sobre la poderosa influencia de las madres:
[C]reo que “ser madre” significa “dar vida”. Piensen en las muchas maneras en las que dan vida. Podría significar dar vida emocional al desesperanzado o vida espiritual al que duda. Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos crear un lugar de sanación emocional para el discriminado, el rechazado y el desconocido. De esas maneras tiernas pero poderosas, edificamos el Reino de Dios (“¿Qué haremos?”, pág. 11).
Al leer el siguiente testimonio que compartió la presidenta Julie B. Beck, ex Presidenta General de la Sociedad de Socorro, considera el impacto de las mujeres que conoces que honran su misión divina de ser madres:
No hay límite para lo que una mujer con “corazón de madre” puede llevar a cabo. Las mujeres justas han cambiado el rumbo de la historia y continuarán haciéndolo, y su influencia se extenderá y crecerá a un ritmo cada vez más rápido a lo largo de las eternidades. Cuán agradecida estoy al Señor por confiar a las mujeres la divina misión de la maternidad (“‘Corazón de madre’”, Liahona, mayo de 2004, pág. 77).