Principios para las visitas de las maestras visitantes
Oren por cada hermana por su nombre
Nuestro amor y la inspiración que recibamos sobre las hermanas a las que enseñamos aumentarán cuando oremos individualmente y con humildad por cada hermana por su nombre.
Una hermana relató que, durante una difícil etapa de su vida, con frecuencia recibía una llamada telefónica o un simple mensaje de texto de sus maestras visitantes en “días particularmente oscuros”. Parecían saber exactamente cuándo necesitaba que le levantaran el ánimo. Ella sabía que oraban por ella tanto durante las visitas como cuando estaban solas.
Las Escrituras comparten muchos ejemplos de hombres y mujeres que oraron por otras personas por nombre. Entre los casos más impresionantes está el del padre de Alma, hijo. Un ángel habló a Alma, hijo, diciendo: “… tu padre… ha orado con mucha fe en cuanto a ti… por tanto, con este fin he venido para convencerte del poder y la autoridad de Dios, para que las oraciones de sus siervos sean contestadas según su fe” (Mosíah 27:14).
Orar los unos por los otros abre nuestro corazón para recibir las bendiciones que el Señor desea darnos. “La finalidad de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”1.
“Piensen en nuestra fuerza combinada si toda hermana orara cada mañana y noche, o, mejor todavía, si orara sin cesar, como el Señor ha mandado”, dijo Julie B. Beck, quien fuera Presidenta General de la Sociedad de Socorro2. Orar por las hermanas a quienes visitamos nos fortalece individualmente y como mujeres Santos de los Últimos Días.
El presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, dijo: “Deben orar para conocer el corazón de las personas… Tendrán que saber lo que Dios desea que hagan a fin de ayudarles y hacerlo, en todo lo posible, con el mismo amor que Dios siente por ellas”3.