Mensaje de la Primera Presidencia
La palabra de Dios a Sus hijos
Las Escrituras nos enseñan que lo primero que hizo Dios después de crear al hombre y a la mujer fue hablar con ellos1. Él tenía información esencial y valiosas instrucciones que darles. Su propósito no era agobiarlos o preocuparlos, sino guiarlos hacia la felicidad y la gloria eterna.
Eso era solo el principio. Desde aquel día hasta hoy, Dios ha seguido comunicándose con Sus hijos. Discípulos de todas las generaciones han preservado, atesorado y estudiado Sus palabras. Estas son veneradas por aquellos que procuran conocer la voluntad de Dios y dan testimonio de la verdad de que “no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”2.
Este ha sido el modelo desde el principio de los tiempos, y es el modelo que continúa hoy en día. No es solamente un bonito relato bíblico; es la manera que Dios ha establecido para comunicar mensajes esenciales a Sus hijos. Él levanta a personas de entre nosotros, las llama a ser profetas y les da palabras que decir, las cuales se nos invita a recibir como si vinieran de Su propia boca3. Él ha declarado: “… sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo”4.
Este es uno de los mensajes más gloriosos, alentadores y esperanzadores de la Restauración: ¡Dios no guarda silencio! Él ama a Sus hijos. No nos ha dejado para que andemos errantes en tinieblas.
Dos veces al año, en abril y en octubre, tenemos la oportunidad de escuchar la voz del Señor por medio de Sus siervos en nuestras maravillosas conferencias generales.
Les doy mi testimonio personal de que, mucho antes de recorrer ese largo camino hasta el púlpito, la persona que discursa en la conferencia general ha invertido un inmenso esfuerzo, oración y estudio en respuesta a la asignación que se le ha dado. Cada mensaje de conferencia representa incontables horas de preparación y sincera súplica para comprender lo que el Señor desea que Sus santos escuchen.
¿Qué sucedería si nosotros, como oyentes, combinásemos la preparación de los oradores con nuestra propia preparación? ¿Cuán diferente sería nuestra experiencia con la conferencia general si la viéramos como una oportunidad de recibir mensajes del Señor mismo? Por medio de las palabras y la música de la conferencia general, podemos recibir respuestas personalizadas a cualquier pregunta o problema que estemos afrontando.
Si alguna vez se preguntan si el Padre Celestial realmente les hablará, permítanme recordarles las sencillas y a la vez profundas palabras que cantan nuestros niños de la Primaria: “[Usted es] un hijo de Dios; Él [le] envió aquí”. Su propósito es ayudarle a regresar y que “con Él pueda vivir”.
Si se acerca al Padre Celestial como Su hijo que es, usted puede pedirle con un corazón sincero: “[Guíame; enséñame] la senda a seguir”. Él le hablará por medio de Su Santo Espíritu, y entonces depende de usted “[hacer] Su voluntad”. Les prometo que, si lo hacen, “Él [les] bendecirá”5.
La guía del Señor es necesaria hoy en día tanto como lo ha sido siempre en la historia del mundo. Al prepararnos para escuchar la palabra del Señor, procuremos diligentemente el Espíritu de verdad a fin de que, cuando el Señor hable por medio de Sus siervos, podamos comprender, ser edificados y regocijarnos juntos6.
Testifico que “si [hacemos] estas cosas, las puertas del infierno no prevalecerán contra [nosotros]; sí, y Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante [nosotros], y hará sacudir los cielos para [nuestro] bien y para la gloria de su nombre”7.