2018
Amanecer
March 2018


Reflexiones

Amanecer

El autor vive en Idaho, EE. UU.

Esta vida no es el final; hay mucha belleza, felicidad y gozo por llegar.

sunrise

Imagen de Getty Images.

Era una mañana despejada y fría de invierno, en las horas previas al amanecer, cuando comencé con los quehaceres matinales en mi granja lechera. Me sentía apesadumbrado al reflexionar en los acontecimientos de la semana anterior. La tragedia había golpeado nuestro pequeño valle. Un viejo amigo mío de la escuela secundaria, junto con su hijo pequeño, su hija adolescente y tres amigas de esta habían muerto en un terrible accidente automovilístico. Mis hijos eran amigos de las jóvenes del accidente. Nuestra familia y muchas otras habían pasado la semana lamentando esa tragedia junto con las familias implicadas. Esa semana habíamos asistido a tres funerales ya, y hoy asistiríamos al último de ellos, por el padre y sus dos hijos.

Al tratar de asumir lo que había sucedido, me debatía frente a dos interrogantes fundamentales.

Primero, me sentía afligido y me preguntaba por qué esos jóvenes habían sido llevados antes de poder experimentar tantas cosas que la vida tenía para ofrecer. No iban a crecer, casarse, servir misiones, tener hijos ni experimentar tantos otros gozos de esta vida.

En segundo lugar, aunque sentía que nosotros, como comunidad, en verdad deseábamos brindar consuelo a las familias, parecía que no había nada que pudiéramos hacer, ningún esfuerzo que pudiera corresponder su pena.

Mientras trabajaba, me sorprendió la visita del suegro de mi amigo fallecido. Como socio ganadero, para quienes el trabajo nunca cesa, tenía que comprar un ternero enseguida. Después de realizar la transacción hablamos por un momento de cómo estaban él y su familia. Le expresé mi deseo de poder hacer algo por ellos, y me sentí incapaz de aliviar su dolor; pero me impresionó cuán tranquilo y sereno se veía a pesar de lo que su familia estaba pasando.

De repente me di cuenta de que la respuesta a una de mis preguntas había estado ahí todo el tiempo. Había estado preocupado por la manera de brindar consuelo a mis afligidos amigos, olvidando que el verdadero consuelo y la verdadera paz provienen del Espíritu Santo. Esas familias eran bendecidas con una porción adicional de ese consuelo que viene del Padre Celestial y que solo Él puede brindar. Supe que ellos estaban recibiendo el consuelo del Señor del que se habla en el Libro de Mormón:

“… él os consolará en vuestras aflicciones, y abogará por vuestra causa…

“¡Oh todos vosotros que sois de corazón puro, levantad vuestra cabeza y recibid la placentera palabra de Dios, y deleitaos en su amor!; pues podéis hacerlo para siempre, si vuestras mentes son firmes” (Jacob 3:1–2).

Después de despedirnos salí del establo y observé cómo se ponía la luna llena por el Oeste. Era una vista hermosa. Luego di media vuelta y vi salir el sol por el Este. Fue como si el cielo entero cobrara vida con el color. La puesta de la luna había sido bonita; la salida del sol era imponente. Al detenerme a pensar en ese contraste, me vino a la mente que no importa cuán bella y feliz pensemos que es nuestra vida en esta tierra, esta palidece en comparación con la belleza y la felicidad que nos depara el futuro si somos fieles y obedientes. Comprendí que quienes habían muerto no habían perdido nada en realidad. Habían sido valientes en su vida sobre la tierra y avanzarían hacia experiencias y gozos mayores.

Más tarde ese día asistí al último funeral con mi familia. Nos reunimos en un tabernáculo lleno a rebosar, literalmente desbordado gracias al apoyo de toda una comunidad. Ese día, y durante un tiempo después, la gente del valle experimentó una paz especial. Los padres abrazaban más a sus hijos, y nos dimos cuenta de que la vida sobre la tierra es breve, y debemos expresar nuestro amor a familiares y amigos más a menudo. Recordé el amor del Señor por nosotros, y la belleza del Plan de Salvación. Esta vida no es el final; hay mucha belleza, felicidad y gozo por llegar.