¿Sabías qué…?
¿Sabías qué…?
En las décadas de los ochenta y noventa era frecuente encontrar en las carreteras del norte del Perú decenas de automóviles y buses repletos de santos de los últimos días provenientes de Colombia, Ecuador y Venezuela, con destino a la ciudad de Lima, Perú para asistir al templo, siendo este el más cercano en esa época. Al igual que los santos en los albores de la restauración, estaban deseosos de obedecer el llamado del profeta de recibir sus ordenanzas personales y la de sus antepasados.
Algunos transitaban en automóviles o buses de excursionistas, otros hacían el trayecto en forma individual o familiar utilizando también los medios de transporte terrestre públicos de cada país por el que cruzaban. Estas personas procedentes de esos países realizaron este sacrificado recorrido en más de una ocasión.
En uno de esos viajes, a principios de 1991, ocurrió un contratiempo de regreso a Colombia, obligándonos, entrada la tarde, a detenernos en la ciudad de Chimbote, en la costa pacífica peruana, a unos 430 kilómetros al norte de Lima. El hermano Gonzales, a quien conocíamos, era el presidente de la Estaca Chimbote y nos había atendido amablemente en nuestro paso hacia Lima, fue de gran ayuda para solucionar el impase.
Esta escala fue providencial, pues se nos informó de una epidemia de cólera que ya había afectado varias víctimas. El presidente Gonzales nos advirtió acerca de las medidas que debíamos tomar para evitar el contagio con estas palabras: “No se detengan a comprar alimentos o agua en el camino hasta que hayan salido del Perú”. Antes de partir nos brindaron ricos alimentos, también se nos proveyó de agua estéril y otras provisiones a los más de 40 miembros para que evitáramos adquirirlos en el camino.
A los niños pequeños los bañaron, les dieron de comer, además los consolaban y los besaban; les esterilizaron y prepararon biberones para el viaje. Entre las personas que prestaban servicio estaban la presidenta de la Sociedad de Socorro de la estaca, la hija, el yerno del presidente Gonzales y otros hermanos de la ciudad. Antes de partir tomamos algunas fotos y emprendimos nuestro viaje de regreso a Colombia el cual demoraba cerca de tres días.
Veinte años después de este hecho, nuestro tercer hijo, Enós Daniel Pastrana, fue llamado a servir como misionero de tiempo completo a la Misión Perú Lima Central. Tres meses después, esta misión se dividió, y él continuó su servicio misional en la recién creada Misión Perú–Cusco, presidida por el presidente Wilson Calderón. Tiempo después, élder Enós Pastrana fue llamado como asistente del presidente Calderón.
En una de sus conversaciones, el élder Pastrana le narró a su presidente de misión la historia de su viaje al Templo de Lima cuando era un niño de brazos, tal como lo relataron sus padres, resaltando la fe y el sacrificio de los primeros miembros de la Iglesia en Colombia. Su presidente de misión retomando las palabras de su asistente, recordó una reunión parecida hace 20 años atrás en Chimbote, el misionero indicó que había una foto de ese acontecimiento en su casa.
Al término de su misión, Enós envió la foto a su presidente de misión, quien con asombro dijo: ¡No lo puedo creer!, ¡No lo puedo creer! ¡Ese soy yo! Evidentemente, era el presidente Calderón quien sostenía a Enós en sus brazos para calmarlo, y también, 20 años después, fue un gran apoyo para nuestro hijo en la misión pues veló como un padre durante el tiempo que sirvió como misionero.
Nosotros sabemos, al igual que todos los que viajábamos en esa oportunidad, que fue providencialmente la mano de Dios la que nos guio de regreso a Chimbote para librarnos de esa enfermedad y que no hay casualidad, ya que el Señor prepara el camino y guía a sus hijos para que puedan efectuar su Obra.