Nuestro espacio
“Me da gusto que me hayas invitado”
En la primera cita que tuve con Nate, me sorprendió enterarme que no era miembro de la Iglesia. Él era muy educado, pero cuando llegué a casa no estaba segura si volvería a salir con él.
La siguiente semana, Nate me llamó para saber si me gustaría salir con él en la víspera de Año Nuevo. “Lo siento, Nate”, le respondí. “Es domingo por la noche, y mi familia y yo estaremos viendo una transmisión de la Primera Presidencia”. Sentí la chispa de un susurro y añadí, “Si quieres verla con nosotros eres bienvenido”. Me sorprendí cuando él respondió que sí.
Sentí el Espíritu tan fuerte cuando el profeta nos alentó a establecer un propósito que nos permitiera acercarnos más a Dios. Nate escuchó cada palabra. Cuando él se fue a casa me sentí en calma y con paz. Él me llamó la mañana siguiente.
Dijo: “Quería darte las gracias por invitarme anoche. Todos mis amigos asistieron a una fiesta y yo no quería ir porque sabía que harían cosas malas. Me alegro que me hayas invitado. Me sentí muy bien”.
Sentí que el Espíritu me decía que había hecho lo correcto. Al ser amigable ayudé a Nate a sentir las bendiciones de vivir rectamente. Sé que Dios se preocupa por cada uno de nosotros y que Él siempre nos dará la posibilidad de elegir lo correcto.
Rachel H., Texas, EE. UU.
Perdido en Tijuana
Hace tiempo, mi familia y yo fuimos en auto a Tijuana, México, para visitar a algunos miembros y dejar algunos artículos en la casa de la misión. Sin embargo, una vez que cruzamos la frontera entre California, EE.UU. y México, nos perdimos. Ninguno de nosotros tenía teléfonos celulares, así que no teníamos manera de contactar a nadie para pedir ayuda.
Finalmente, mi hermana sugirió que nos detuviéramos e hiciéramos una oración. Cerramos los ojos e inclinamos la cabeza mientras ella oraba. Cuando concluyó, abrí los ojos y lo primero que vi fue un taxi con un adhesivo ¡con la silueta del Templo de San Diego, California! Exclamé: “¡El templo!”.
Una de mis hermanas rápidamente bajó del auto y corrió hacia el taxi, que estaba detenido por el tráfico. Habló brevemente con él y regresó y nos dijo que lo siguiéramos. Lo seguimos mientras se movía de un lado a otro en las calles de Tijuana hasta que llegamos a la casa de la misión.
Esa experiencia fortaleció mi testimonio de que el Padre Celestial vive y que nos cuida. Orar fervientemente como familia es el mejor sentimiento, y Dios en verdad escucha nuestras oraciones.
Corbin D., California, EE. UU.
¿Está todo hecho en mi historia familiar?
Yo deseaba ayudar con mi historia familiar, pero mi padre ya tenía registradas siete generaciones de su árbol familiar y todas las ordenanzas del templo se habían efectuado. Por once años no encontró información nueva respecto a su familia. Mi deseo y esperanza desaparecieron. Me dije con frustración: “Todo está hecho ya respecto a mi historia familiar. ¿Dónde voy a conseguir nombres para llevarlos al templo?”.
Decidí revisar toda la información que mi padre tenía en su árbol de FamilySearch y una voz me dijo que aún había mucho que hacer. Empecé a buscar información en internet. Pude encontrar a muchas personas con mi apellido, pero no pude encontrar mi relación con todas esas personas.
Cuando mi esperanza se había agotado, decidí ayunar con mi madre para que tuviéramos éxito con nuestra historia familiar. El domingo siguiente al prepararnos para ir a la Iglesia, hice mi búsqueda habitual en internet, y de repente encontré una página con información que nunca había visto. ¡Fue un milagro!
Con ayuda de la nueva información, yo, a los 14 años llevé al templo un total de 400 nombres de familiares. Estaba muy feliz. Mi parte favorita fue compartir esos nombres con los jóvenes y ver su felicidad al tener tantas tarjetas en sus manos.
Testifico de esta obra grande y maravillosa. Cuando hacemos historia familiar, los espíritus nos ayudan a tener éxito y nos tocan el corazón.
Guillermo T., Chile