SEGUIR al profeta
Cada bendición que tengo hoy comenzó con un testimonio sobre los profetas modernos.
Me bauticé en junio de 1977, cuando tenía veintiocho años de edad. Lo que me hizo aceptar el Evangelio es la fe y el conocimiento que obtuve en cuanto a los profetas modernos.
Cuando tenía doce años, los misioneros se reunieron conmigo y con mi familia —mis padres, mi hermano y mis dos hermanas— y hablaron sobre la familia. Dijeron que los miembros de la Iglesia tienen una noche familiar y explicaron en cuanto a la noche de hogar.
Mi padre les dijo: “Gracias por venir, pero no estamos interesados”. Yo estaba muy triste, pero él me explicó: “Hijo, en nuestra familia tenemos siete noches familiares, y ellos dijeron que solo debemos tener una. No tienen nada para enseñarnos”.
Cinco años después, cuando tenía diecisiete años, conseguí un empleo en otra ciudad y viví solo. Mientras me hallaba lejos de casa, los misioneros tocaron a la puerta de mis padres de nuevo. Esta vez, mi familia escuchó y se bautizó. Cuando mis padres me lo dijeron, respondí: “No tengo ningún interés en la religión en este momento”.
Pasaron otros cinco años y fui a alojarme a la casa de mis padres mientras cambiaba de empleo. Mi padre era el líder misional del barrio, y las misioneras lo visitaban brevemente todas las tardes para mantenerlo al corriente y coordinar la planificación. Cierto día le preguntaron: “¿Quién es aquel joven?”;
a lo que él dijo: “Es mi hijo mayor”.
“¿Es miembro de la Iglesia?”
“No”.
“Debemos hablar con él”.
Sin embargo, yo les dije: “No, no tengo interés”.
Aprender acerca de José Smith
Luego, cierto día, mi padre permitió que las misioneras enseñaran a una mujer en casa. Llegaron alrededor de las 17:00 h y comenzaron a enseñarle; además, sabían que yo me hallaba en la sala contigua preparando un sándwich antes de ir a ver a mis amigos. Enseñaron en cuanto a un joven profeta —José Smith— y sobre la Primera Visión; mientras tanto, yo escuchaba en la otra sala.
Cuando llegó el momento de salir de casa, el Espíritu empezó a obrar en mi corazón y acudieron algunas preguntas a mi mente: “¿Por qué no haces lo que las hermanas enseñaron a esa mujer? ¿Por qué no estudias la historia de José Smith y preguntas al Señor si fue un profeta?”. Entonces me dije a mí mismo: “Soy feliz; hago cosas buenas; no lo necesito”. No obstante, el Espíritu empezó a luchar conmigo y resolví no visitar a mis amigos aquella noche. Regresé a casa y pregunté a mamá: “¿Dónde puedo leer la historia de José Smith?”. Me dio su ejemplar de las Escrituras y me mostró el libro de José Smith—Historia, y leí y oré. Leí el primer párrafo, medité y pregunté al Padre Celestial si lo que este contiene es verdad. Hice lo mismo tras cada párrafo, hasta leer todo. Mi corazón ansiaba una respuesta; leí y oré toda la noche, hasta las 9:20 h de la mañana siguiente.
El Señor me reveló que José Smith fue un profeta. Tuve una experiencia muy sagrada. Al terminar de orar, prometí que buscaría a las misioneras y me bautizaría, puesto que tenía ese conocimiento certero.
Les dije a las hermanas: “Tengo que bautizarme ahora”. Me explicaron en cuanto a las lecciones que debía escuchar y los compromisos que tenía que hacer. Sin embargo, repliqué: “No quiero perder ni un solo día debido al conocimiento que el Señor me ha dado de que José Smith fue un profeta”.
Las hermanas llamaron al líder de zona. Este accedió a organizar un cronograma acelerado para las lecciones. Programó la entrevista bautismal y me dijo que también debía hablar con el líder misional de barrio, a lo que dije: “No se preocupe, yo hablaré con el líder misional; es mi papá. Ha estado orando durante años para que yo me bautice”.
El bautismo fue una experiencia que jamás olvidaré; ¡qué dulce y maravilloso sentimiento! Sentí que era un hombre nuevo. Estaba limpio. Me sentía muy cerca de Dios y estaba muy feliz.
Seguir al profeta viviente
Debido a que tengo un testimonio firme sobre lo que sucedió en la Arboleda Sagrada en 1820, siempre he estado activo en el Evangelio y en la Iglesia. Comencé a prestar servicio, a cumplir con llamamientos y a dar todo lo que tenía a la Iglesia.
Dos semanas después de mi bautismo, el presidente de estaca me llamó como líder de los jóvenes adultos solteros de estaca (aunque tuve que preguntarle qué era una estaca). Durante las dos semanas siguientes, organicé una conferencia regional de adultos solteros. Fue la mejor conferencia de adultos solteros de la historia de la Iglesia, puesto que allí conocí a mi esposa.
Un año después, nos casamos. Hace treinta y ocho años que estamos felizmente casados. Tenemos cuatro hijos y diez nietos, y todas las bendiciones que tenemos se deben a una decisión que tomamos. Antes de casarnos, le pregunté: “¿Me apoyarás para que seamos obedientes al cien por ciento a los profetas vivientes?”. Me dijo que sí.
Tras haberme bautizado, el primer discurso que escuché del profeta, el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985), era en cuanto a ser autosuficientes y ser prudentes con el dinero. Dijo, además, que debíamos ofrecer una buena formación académica a nuestros hijos1. En nuestra familia se han enseñado esas dos cosas y han sido grandes bendiciones. Mis hijos están en una buena situación en la actualidad; no porque yo sea muy inteligente, sino porque escogí obedecer a los profetas.
Me encanta servir al Señor y a mis semejantes porque eso es lo que he aprendido de los profetas.
Obtener sus propios testimonios
Sigan a los profetas. Escuchen sus palabras y pongan en práctica lo que enseñan, y serán felices. Mi fe y mi conocimiento concernientes a la Iglesia y al Evangelio provinieron de mi testimonio de que José Smith fue un profeta.
Amo al Padre Celestial y a Jesucristo; deseo estar con Ellos para siempre. Esa es la razón por la cual es importante escuchar a los profetas; ellos conocen el camino de regreso a la presencia de Dios.
Creo que todos los jóvenes deben leer la historia de José Smith con verdadera intención, con el corazón y la mente abiertos, y preguntar al Padre Celestial; y estoy seguro de que el Señor dará respuesta, tal como me la dio a mí. Si leen la versión que tenemos en las Escrituras, pueden obtener un testimonio firme. Después pueden leer también las otras versiones2.
José Smith vio una luz, vio a Dios el Padre y a Jesucristo, y Ellos le hablaron. Ese es un conocimiento divino que se recibe de Dios, por medio del Espíritu.
Después de haber recibido esa confirmación en el corazón, establezcan la meta de conocer las palabras de los profetas vivientes. Estudien las palabras de estos que están en las Escrituras, en la conferencia general, en Para la Fortaleza de la Juventud, en las revistas de la Iglesia, y en LDS.org. Aprendan sus consejos en Seminario, en la Escuela Dominical, y en las reuniones de su cuórum o clase. Establezcan metas basándose en las prioridades proféticas; luego llévenlas a cabo sin rodeos.
Se sentirán más cerca del Señor; sentirán cómo se ensancha su inteligencia en la escuela y en todas las cosas. Y recuerden que nunca están solos. Hay personas que brindan apoyo y que están dispuestas a ayudar, entre ellas, el obispo o presidente de rama. Y el Señor y Su Espíritu los acompañarán.