Mensaje de Área
“… Yo el Señor lo amo a causa de la integridad de su corazón” (DyC 124:15)
El valor de la palabra, la honestidad e integridad parecen ser virtudes que se van extinguiendo a través del tiempo.
En la época de El Libro de Mormón la palabra tenía un valor aún superior a la vida.
En el capítulo 44 del Libro de Alma se relata la conversación entre Moroni quien lideraba los ejércitos nefitas y Zerahemna el caudillo lamanita:
Los ejércitos nefitas habían cercado a los lamanitas y estaban a punto de destruirlos. Moroni detuvo la batalla y dijo a Zerahemna: “… os mando que nos entreguéis vuestras armas de guerra, y no derramaremos vuestra sangre, … si os vais por vuestro camino y no volvéis más a guerrear contra nosotros” Zerahmena contestó: “… He aquí nuestras armas de guerra; te las entregaremos, mas no nos permitiremos haceros un juramento que sabemos que quebrantaremos, … de otro modo, retendremos nuestras espadas, y venceremos o moriremos.”
“… Moroni le devolvió la espada y las armas de guerra que había recibido, diciendo: He aquí, terminaremos la lucha… Porque no puedo retractarme de las palabras que he hablado”.
¡Qué gran valor tenía la palabra de Moroni y Zerahemna! ¡Que fácil hubiera sido para Zerahemna decir “te prometo que no volveremos a la guerra” aunque después regresara con un ejercito más grande! O para Moroni decirle que se fuera y evitar así más destrucción
Integridad para con Dios
Al bautizarnos, al entrar al templo, al tomar la santa cena hacemos promesas a Dios. Bien haríamos en repasar esos convenios y analizar si somos fieles a ellos.
El Señor dijo: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa.”
Al fijar la atención en la frase mi casa, me hace pensar que los diezmos no son míos, son de el Señor, son para Su casa.
Refiriéndose al día de reposo el Señor dice que es “Mi día santo” (Isaías 58:13). ¿Qué querrá el Señor que yo haga en Su día?
Hace tiempo escuché la historia de un soldado miembro de la Iglesia que entabló amistad con una niña. Él le habló sobre el evangelio y la niña estaba muy entusiasmada. Un día lo invitó a visitar a su abuelo. El aceptó y al llegar a casa el abuelo lo trató con mucha cordialidad. En medio de la conversación le dijo que él tenía la costumbre de hacer un brindis con aquellos a quienes admiraba. Sacó una copa muy pequeña y la llenó de vino. El soldado la tomó y titubeó, pensó que esa pequeña cantidad de vino no le haría daño y finalmente la tomó. De pronto la niña salió de entre las cortinas y el abuelo le dijo: “Te lo dije, nadie es tan fiel a sus convenios”.
Integridad para con nuestros conyugues
Nos debemos fidelidad el uno al otro. Hace mucho tiempo uno de mis líderes me hizo una pregunta sobre esto: ¿Le es usted mentalmente fiel a su esposa? Tiene que ver no solamente con el Hacer sino con el Ser (Mateo 5:28; DyC 42:23).
Integridad para con nuestros empleadores:
Somos pagados para un trabajo determinado, para dedicar cierto tiempo del día a las responsabilidades que se nos delegan. ¿Usamos el tiempo de trabajo para asuntos personales? ¿Cuidamos de los bienes de la empresa con honestidad? ¿Criticamos o esparcimos rumores hacia aquellos que nos dieron empleo?
Integridad en nuestros estudios:
¿Soy totalmente íntegro en mis exámenes y tareas? El copiar en los exámenes se ve hoy en día como algo común y algunos lo ven hasta necesario. Pero al hacerlo corremos dos grandes riesgos:
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Defraudamos a nuestro Dios, a la institución que nos educa, a nosotros mismos y a nuestro prójimo
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¿Le gustaría a usted ser tratado por un médico que pasó sus exámenes copiando? ¿Qué tal sería encargar la construcción de mi casa a un ingeniero que aprobó sus cursos haciendo trampa? Si usted tuviera que revelar su comportamiento durante sus estudios y exámenes a los que quieren contratarlo ¿le ayudaría a obtener el empleo o a perderlo?
Integridad para conmigo mismo:
Aunque nadie estuviera viéndome, yo no puedo esconderme de mi mismo. ¿Está en paz con mi corazón a causa de mi integridad? ¿Si he adquirido deudas, cumplo con mis pagos fielmente?
El Señor recompensará grandemente a aquellos que tienen un corazón íntegro. Por ello al referirse a Hyrum, el Señor dijo: porque yo, el Señor, lo amo a causa de la integridad de su corazón (DyC 124:15).