Voces de los miembros
768 días con mi mejor amigo por la eternidad
En septiembre de 2021, antes de la conferencia general, visité el santo templo. Me sentí verdaderamente feliz al contarle a mi Padre Celestial el gozo y el progreso en mi vida, mi trabajo, la Iglesia y con mis hijos. Habiendo estado divorciada durante casi cinco años, estaba contenta y esperaba seguir siéndolo.
A la semana siguiente, un caballero llamado José, a quien conocí un poco a través de su hija, me envió una solicitud de amistad por Facebook. Me sorprendió, sin embargo, comenzamos a charlar. Durante ese tiempo, mi abuela estuvo muy enferma en el hospital. La noche antes de que falleciera, me acerqué a él en busca de consuelo y él estuvo allí para ayudarme, incluso a las cinco de la mañana. Su apoyo significó mucho durante ese momento difícil.
Después del funeral de mi abuela, el 16 de octubre de 2021, le pedí a José que nos reuniéramos para hablar. Recuerdo que llegué al restaurante y él me estaba esperando afuera. Nos saludamos con un abrazo y hablamos durante varias horas. En esa primera cita, me dijo: “Quiero casarme y si fuera contigo, mejor aún”. A partir de entonces, sentimos un vínculo increíble, como si nos conociéramos desde siempre. Pocos días después, supimos que queríamos estar juntos toda la vida y decidimos casarnos seis meses después.
A pesar de algunas dificultades, nos casamos por lo civil el 8 de abril de 2022, en una pequeña pero gozosa ceremonia. Nos sellamos por la eternidad el 17 de diciembre de 2022 en el santo Templo de Monterrey, México.
Durante once meses increíbles, compartimos muchos momentos especiales hasta que José comenzó a sentirse mal. Después de numerosos exámenes, le diagnosticaron un cáncer avanzado. Nos aferramos a la esperanza por medio de tratamientos, pero su salud empeoró rápidamente. A pesar de su deterioro físico, su espíritu se hizo más fuerte, su testimonio se profundizó y su gratitud nunca flaqueó. Pasamos nuestros días reflexionando sobre nuestras experiencias, sintiendo el amor de Dios incluso en los momentos más difíciles.
Todos los días meditábamos en lo que habíamos aprendido ese día y disfrutábamos compartiendo nuestros sentimientos y las enseñanzas del Espíritu. Una de las cosas más importantes que el Padre nos enseñó fue la paciencia, porque oramos para ser pacientes. Nos damos cuenta de que Él no nos da los dones que pedimos, sino que nos permite desarrollarlos a medida que experimentamos pruebas. Durante las noches de lágrimas y dolor, sentimos gratitud por los convenios que pudimos hacer en el templo que nos prometieron que estaríamos juntos después de esta vida terrenal y por las eternidades. Fue la bendición más hermosa que recibimos.
A medida que su condición empeoraba, tuvimos la oportunidad de despedirnos, llenos de lágrimas, pero también agradecidos por nuestro tiempo juntos. La noche antes de fallecer, él tuvo un momento de claridad en el hospital. No solo vio a quienes estábamos de visita en la sala, sino que también vio a personas vestidas de blanco a su alrededor y creyó que estaba en el templo. Sabíamos que su tiempo en esta tierra era corto. El 23 de noviembre de 2023, después de ocho meses de lucha, José falleció. Sostuve su mano hasta su último aliento.
Los 768 días que pasé con José fueron los días más intensos, hermosos y espiritualmente enriquecedores de mi vida, llenos de servicio, aventuras, aprendizaje y confianza en el Señor. Por medio de esa experiencia, aprendí que Dios nos ama y nos conoce infinitamente. Él conoce los deseos más profundos de nuestro corazón. Aprendí que el servicio desinteresado nos acerca más al Señor y nos permite mostrar amor a aquellos a quienes servimos. Aprendí que podemos tener momentos de dificultad y aun así sentir paz en nuestra alma si confiamos en que Dios vela por nosotros.