“Lección 27 — Material de preparación para la clase: Promover y defender a la familia como la unidad fundamental de la sociedad”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 27 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 27 — Material de preparación para la clase
Promover y defender a la familia como la unidad fundamental de la sociedad
El presidente M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “El mundo necesita saber lo que enseña la proclamación [sobre la familia], porque la familia es la unidad básica de la sociedad, de la economía, de nuestra cultura y de nuestro gobierno. Y como lo saben los Santos de los Últimos Días, la familia también será la unidad básica en el Reino Celestial” (“Lo que más importa es lo que perdura”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 42). Al pensar en la función fundamental que la familia desempeña en la sociedad y en la eternidad, considera lo que puedes hacer para promoverla y defenderla.
Sección 1
¿Qué influencias están contribuyendo a la desintegración de la familia?
Muchos factores debilitan a la familia en las sociedades modernas. Debido a que el Señor nos ama y desea bendecirnos, habla por medio de profetas para advertirnos de estos y otros peligros. Los profetas modernos han advertido que “la desintegración de la familia traerá sobre las personas, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org).
Vemos evidencias de “la desintegración de la familia” a nuestro alrededor; por ejemplo, vemos
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un aumento en la cohabitación de personas solteras, en los hijos nacidos fuera del matrimonio y en las familias monoparentales;
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una disminución en matrimonios y nacimientos;
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el predominio del aborto, del divorcio, del abuso o maltrato y de la disfunción en la vida familiar; y
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normas públicas y medios de comunicación que socavan a la familia
(Véanse Bruce C. Hafen, “La Proclamación sobre la Familia: Trascender la confusión cultural”, Liahona, agosto de 2015, págs. 28–33; Dallin H. Oaks, “Proteger a los niños”, Liahona, noviembre de 2012, págs. 43–46; “El divorcio”, Liahona, mayo de 2007, págs. 70–73; Julie B. Beck, “La enseñanza de la doctrina de la familia”, Liahona, marzo de 2011, págs. 32–37).
El apóstol Pablo advirtió de los peligros que existirían en los últimos días.
El élder Bruce D. Porter, ex miembro de los Setenta, habló de una razón por la que los hombres y las mujeres se han vuelto “amadores de sí mismos” (2 Timoteo 3:2):
La desintegración de millones de familias ha tenido lugar en parte debido a que los medios de comunicación y la cultura populares han glorificado la búsqueda de los intereses personales: de la persona totalmente independiente, ajena a las obligaciones sociales o morales, libre de buscar cualquier fin que él o ella elija, siempre y cuando no cause daño físico directo a otras personas vanagloriosas (“Defending the Family in a Troubled World”, Ensign, junio de 2011, pág. 15).
Sección 2
¿Qué responsabilidad tengo de promover y defender a la familia?
La Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles nos han dado este mandato: “Hacemos un llamado a los ciudadanos responsables y a los funcionarios de gobierno de todas partes para que fomenten aquellas medidas designadas a fortalecer a la familia y a mantenerla como la unidad fundamental de la sociedad” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”).
Hay muchas maneras en que podemos cumplir con ese mandato profético. Considera incorporar algunas de las ideas siguientes:
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Esfuérzate por fortalecer a tu propia familia.
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Conoce los problemas que amenazan a la familia con la que vives.
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Apoya o defiende a los líderes políticos, las organizaciones y las normas públicas que promuevan a la familia.
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Utiliza las redes sociales para promover valores familiares positivos.
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Busca oportunidades de compartir las enseñanzas del Evangelio y tus sentimientos acerca de la familia.
Nuestras circunstancias familiares no tienen que ser perfectas para que promocionemos o defendamos a la familia. Nuestras voces son necesarias, sean cuales sean nuestras circunstancias familiares.
Mientras prestaba servicio en la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, la presidenta Bonnie L. Oscarson enseñó:
… es preciso que defendamos intrépidamente las doctrinas reveladas del Señor sobre el matrimonio, la familia, la función divina del hombre y de la mujer, y la importancia del hogar como un lugar sagrado; aun cuando el mundo declare a voces que esos principios están pasados de moda, son restrictivos o ya no son importantes. Toda persona, sea cual sea su estado civil, o cuántos hijos tenga, puede ser defensora del plan del Señor que se describe en la proclamación sobre la familia (“Defensoras de la Proclamación sobre la Familia”, Liahona, mayo de 2015, pág. 15).
Puede que haya ocasiones en las que tengas miedo de promover o defender la familia debido a la oposición que podrías experimentar. Considera cómo puedes recibir fortaleza de las acciones del capitán Moroni y de los nefitas, quienes valientemente hicieron frente a la agresión lamanita para “proteger sus tierras y sus casas, sus esposas y sus hijos” (Alma 43:9).
Sección 3
¿Cómo puedo tener más confianza al hablar con los demás acerca de las enseñanzas del Señor sobre la familia?
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, señaló que las enseñanzas de la proclamación sobre la familia son “visiblemente diferentes de algunas leyes, prácticas y posturas actuales que se defienden en el mundo en el que vivimos” (“El plan y la proclamación”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 29). A lo largo de tu vida, es probable que analices temas relacionados con el matrimonio y la familia con personas que tienen puntos de vista que difieren de los tuyos. En esas ocasiones, evita buscar la confrontación (véase Doctrina y Convenios 19:30). Más bien, esfuérzate por estar entre los “pacíficos discípulos de Cristo” (Moroni 7:3; véanse también los versículos 4–5) y por “habla[r] la verdad en amor” (Efesios 4:15).
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó acerca de seguir el ejemplo de Jesucristo en cuanto a cómo respondemos a las personas que se opongan a nuestras creencias:
Para responder como Cristo lo haría no hay un texto fijo ni una fórmula. El Salvador respondió de manera diferente en cada situación. Cuando compareció ante el malvado rey Herodes, Él permaneció callado; al estar frente a Pilato, ofreció un sencillo y potente testimonio de Su divinidad y propósito; al enfrentarse a los cambistas que profanaban el templo, ejerció Su divina responsabilidad de preservar y proteger lo que era sagrado; al ser levantado en la cruz, pronunció la incomparable afirmación cristiana: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Algunas personas equivocadamente piensan que reacciones tales como el silencio, la mansedumbre, el perdón y el expresar humilde testimonio son respuestas pasivas o débiles, pero, el “ama[r] a [n]uestros enemigos, bendeci[r] a los que [n]os maldicen, hace[r] bien a los que [n]os aborrecen, y ora[r] por los que [n]os ultrajan y [n]os persiguen” (Mateo 5:44) requiere fe, fortaleza y, más que todo, valor cristiano (“Valor cristiano: El precio del discipulado”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 72).
Considera cómo pueden ayudarte los siguientes principios al hablar con otras personas sobre el matrimonio y la familia:
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Sigue al Espíritu. El Espíritu puede ayudarte a saber qué decir y qué no decir (véase Doctrina y Convenios 100:5–6). Su influencia también puede ayudarte a controlar tus emociones (véase Gálatas 5:22–23).
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Dedícate a escuchar activamente. Presta toda tu atención a los demás cuando estén hablando. Abstente de interrumpirlos o preparar una respuesta en la mente mientras ellos hablan. Para asegurarte de entender lo que han dicho, puedes hacer preguntas aclaratorias o resumir lo que les hayas escuchado decir.
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Procura construir puentes de entendimiento. No permitas que sus diferencias eclipsen lo que tienen en común. Al hablar, busquen puntos en común y edifiquen sobre ello.
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Comparte las enseñanzas del Señor en un lenguaje sencillo, claro y no agresivo. Evita la terminología que sea exclusiva de los miembros de la Iglesia (véase David A. Edwards, “Communication Breakdown”, New Era, octubre de 2012, págs. 32–33). Más bien, utiliza palabras y frases que sean precisas, fomenten la comprensión y promuevan la buena voluntad. Responde de manera breve. Deja que el amor te llene el corazón para que tu tono sea amable.
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Da un testimonio puro y sencillo. Tu testimonio no tiene que tener un prefacio que diga: “Testifico …”. Más bien, puedes decir cosas como: “Mi vida ha sido bendecida porque …”, “He sentido …” o “Esto es importante para mí porque …”.
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Cuando no estés de acuerdo, decide no ser antipático. Mantente tranquilo y respetuoso para fomentar la amistad y no crear un enemigo. Puedes expresar que respetas el punto de vista de la otra persona, al mismo tiempo que reconoces que los dos tal vez no estén de acuerdo en un tema en particular. Recuerda que cualquier espíritu de contención hará que el Espíritu Santo se vaya (véase 3 Nefi 11:29).