“Lección 6 — Material de preparación para la clase: El matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios”, La familia eterna: Material para el maestro, 2022
“Lección 6 — Material de preparación para la clase”, La familia eterna: Material para el maestro
Lección 6 — Material de preparación para la clase
El matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios
La proclamación sobre la familia comienza con una declaración solemne de que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org). ¿Alguna vez ha considerado por qué los profetas, Apóstoles y otros líderes de la Iglesia enseñan constantemente esa verdad? A medida que estudie esta lección, considere cómo el ejercer fe en el Padre Celestial y en Jesucristo puede ayudarle en su actitud hacia el matrimonio.
Sección 1
¿De qué manera el conocer la perspectiva del Padre Celestial sobre el matrimonio me ayuda a entender Su plan para mí?
En los años recientes, las opiniones en cuanto al matrimonio han cambiado en muchas sociedades. ¿Cuáles son algunas de las opiniones que usted ha escuchado últimamente?
Al poco tiempo de que la Iglesia fuera organizada, Leman Copley quería que los misioneros enseñaran el Evangelio a los miembros de su credo religioso anterior, los tembladores. Los tembladores rechazaban el matrimonio y creían, por el contrario, en una vida de celibato total. El profeta José Smith preguntó al Señor en cuanto a esa y otras creencias y recibió una revelación.
Tal como se utiliza en el versículo 15, la palabra ordenar significa mandar, establecer o señalar en virtud de una autoridad superior (véase el diccionario Merriam-Webster.com, “ordain” [en inglés]; considere anotar esa definición en su ejemplar de las Escrituras). El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié en la importancia del matrimonio entre el hombre y la mujer cuando enseñó:
La familia edificada en el matrimonio de un hombre y una mujer proporciona el mejor entorno para que el plan de Dios prospere: el entorno para el nacimiento de hijos, que vienen con pureza e inocencia de Dios, y el ambiente para el aprendizaje y la preparación que necesitarán a fin de tener una vida terrenal de éxito y obtener la vida eterna en el mundo venidero […].
[Dios] es quien, en el comienzo, creó a Adán y a Eva a Su imagen, varón y hembra; y los unió como esposo y esposa […]. Cada persona lleva consigo la imagen divina, pero es en la unión matrimonial del varón y la mujer como uno donde quizás se manifiesta el significado más completo de lo que es haber sido hechos a la imagen de Dios, varón y hembra. Ni nosotros ni ningún otro ser humano puede alterar ese divino orden del matrimonio; no es una invención humana; ese tipo de matrimonio en verdad proviene “de arriba, de Dios” [véase Dietrich Bonhoeffer, Letters and Papers from Prison, editado por Eberhard Bethge, 1953, págs. 42–43], y forma parte tan integral del plan de felicidad, como la Caída y la Expiación (“véase El porqué del matrimonio, el porqué de la familia”, Liahona, mayo de 2015, pág. 52).
El matrimonio acorde a la ley de Dios es la relación más sagrada que puede existir entre un hombre y una mujer. El presidente Howard W. Hunter explicó:
El hombre no es completo sin la mujer. Ninguno puede cumplir la medida de su creación sin el otro [véanse 1 Corintios 11:11; Moisés 3:18]. El matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios [véase Doctrina y Convenios 49:15–17]. Solo por medio del nuevo y sempiterno convenio del matrimonio alcanzarán la plenitud de las bendiciones eternas [véanse Doctrina y Convenios 131:1–4; Doctrina y Convenios 132:15–19] (“El ser marido y padre con rectitud”, Liahona, enero de 1995, pág. 57).
Quienes concierten y guarden el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio pueden obtener el grado más alto de gloria en el Reino Celestial (véase Doctrina y Convenios 131:1–4). Es allí donde “alcanza[mos] la plenitud de las bendiciones eternas”, lo que también se conoce como la exaltación o la vida eterna (se aprenderá más en cuanto al nuevo y sempiterno convenio del matrimonio en la lección 10).
Recuerde lo que ha aprendido en las lecciones anteriores en cuanto a la naturaleza de la vida eterna. El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
El plan del Padre nos proporciona el camino para heredar la vida eterna, que es la vida que nuestros padres celestiales llevan. En el plan, “en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” [1 Corintios 11:11]. La esencia misma de la vida eterna incluye el matrimonio eterno de un hombre y una mujer, lo cual es una parte esencial de llegar a ser como nuestros padres celestiales (véase “El Plan de Salvación: Un sagrado tesoro de conocimiento que nos guía”, Liahona, octubre de 2015, pág. 37).
Sección 2
¿Qué sucede si no me caso en esta vida o si mi matrimonio se acaba?
A causa de diversas circunstancias, algunas personas nunca se casan en esta vida, a pesar de sus deseos justos. En el caso de algunas que sí se casan, el matrimonio termina en divorcio. El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, habló de esas circunstancias cuando enseñó lo siguiente:
Algunos de los que escuchan este mensaje probablemente se preguntarán: “Pero, ¿y yo?”. Sabemos que a muchos dignos y maravillosos Santos de los Últimos Días les faltan las oportunidades ideales y los requisitos esenciales para su progreso. La soltería, la falta de hijos, la muerte y el divorcio frustran los ideales y posponen el cumplimiento de las bendiciones prometidas […]; pero esas frustraciones son solo temporales. El Señor ha prometido que en las eternidades no se negará ninguna bendición a Sus hijos e hijas que obedezcan los mandamientos, sean fieles a sus convenios y deseen lo correcto (véase “El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, pág. 88).
Aun cuando algunas bendiciones eternas no se experimenten en su plenitud en esta vida, la felicidad y el sentido de realización no están “en pausa” para quienes no estén casados (ese tema se analizará más adelante, en una lección futura). Todas las personas pueden experimentar gozo perdurable y crecimiento significativo, y hacer contribuciones necesarias ahora como participantes activos en el plan y el Reino de Dios.
Sección 3
¿En qué forma el ejercer la fe en el Padre Celestial y en Jesucristo puede ayudarme a vencer el temor y a experimentar gozo en el matrimonio?
Piense en preguntas o inquietudes que usted o quienes le rodean tengan en cuanto a casarse. El élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habló de una de las razones por las que las personas postergan sus esfuerzos por casarse:
Algunos postergan el matrimonio hasta que terminen sus estudios y consigan un trabajo. Ese modo de pensar, tan aceptado en el mundo, no demuestra fe, no se ajusta al consejo de los profetas modernos y no concuerda con la sana doctrina (véase “Elijan sabiamente”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 47).
El adversario a menudo amplifica los temores, los razonamientos terrenales o las distracciones que pueden impedir que las personas procuren casarse. Algunas personas sienten temor antes o durante el matrimonio porque han sido testigos de desafíos que son producto del divorcio (en lecciones futuras aprenderá principios que le pueden ayudar a fortalecer su matrimonio y a evitar el divorcio).
¿Qué le puede ayudar a ver el matrimonio con confianza?
La presidenta Jean B. Bingham, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó:
A veces tenemos miedo de confiar porque no comprendemos el amor y el deseo absolutos que Dios tiene de ayudarnos. Sin embargo, cuando estudiamos el plan de nuestro Padre Celestial y la misión de Jesucristo, entendemos que el único objetivo de Ellos es nuestra felicidad y progreso eternos [véase Moisés 1:39] (“Para que tu gozo sea completo”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 86).
Conforme las personas se casen y a medida que ambos cónyuges sigan ejerciendo fe, el Padre Celestial y Jesucristo continuarán guiándolos y bendiciéndoles. Mientras servía como miembro de los Setenta, el élder Hugh W. Pinnock enseñó: “Dios participó de manera vital en el matrimonio [de Adán y Eva], y tiene el mismo interés y debería estar participando de igual manera en todos los matrimonios de hoy en día” (véase “El matrimonio: ¿Un éxito o un fracaso?”, Liahona, abril de 1982, pág. 21). El Padre Celestial y Jesucristo desean ayudarle a tener éxito en edificar un matrimonio eterno.